LITURGIA
En breve espacio
(1Tes.4,9-11) da Pablo dos palabras esenciales a aquellos fieles: lo primero,
el amor mutuo entre ellos, como ya lo hacen con los otros hermanos de
Macedonia.
Lo segundo que les
recomienda es el trabajo para ganarse el sustento.
Ambas recomendaciones
ya se las tenía hechas a lo largo de la carta, y ahora se las sintetiza. Quiere
decir que connatural con la vida cristiana están esos dos temas para todo
creyente: el amor con los semejantes (es
palabra misma de Jesús), y el trabajo personal como modo digno de ir por la
vida. Eso que dice Pablo en otro lugar de modo muy claro: “el que no trabaja,
que no coma; que muchos están muy hartos de no trabajar”.
El evangelio sigue en
la línea de la respuesta a Dios, con una nueva concreción de mucha importancia
práctica. Mt.25,14-30 es la parábola de “los talentos”, con la que escenifica
Jesucristo la responsabilidad de dar cada uno cuenta de sí mismo, en la medida
de las propias posibilidades, y contando con una realidad: que todos no somos
iguales en esas cualidades y capacidades naturales, o incluso dependiendo de
influencias sociales, étnicas, ambientales… Lo que Jesús expresa gráficamente
con esos “talentos” (moneda de la época) que pueden cambiarse perfectamente por
capacidades humanas.
Cuenta Jesús en la
parábola que un amo se va de viaje y reparte entre tres súbditos sus bienes, de
modo que cada uno deberá negociar con ellos para que el amo los recupere a su
regreso. A uno le da 5 talentos, a otro 2, a otro, uno. No es un capricho o
discriminación que hace el amo, sino que aquellos súbditos son capaces de lo
que son capaces y no se les va a exigir luego más de lo que cada uno puede.
Y el que ha recibido 5
negocia ampliamente y gana otros cinco. El que recibió 2, trabaja según sus posibilidades
y gana otros dos. Ha dado el máximo de sí mismo.
El que recibió uno es
pusilánime (por algo recibió poco) pero es que no rinde ni ese poco. Opta por
guardarlo en un pañuelo para que no se le pierda, y devolverá sin más lo que
recibió.
Regresa el amo al fin
de su viaje. Es para cada uno, el momento de su muerte. El amo se presenta y
viene a ver lo que cada uno hizo. Y llama al que le dio 5 y éste le presenta
esos cinco más otros cinco que ha ganado. Ha dado el todo por el todo. Ha
respondido en la vida, y ahora puede enfrentarse tranquilo a la muerte. Y en
efecto es reconocido por el amo como siervo
fiel y prudente, que como ha sido fiel en lo poco, se le confiará ahora mucho: pasa al banquete de tu señor. Y
bien sabido es que el banquete en el pensamiento de Jesús expresa el Reino
y finalmente la vida eterna.
El que recibió 2 viene
con otros dos. Y recibe la misma alabanza que el de cinco, porque también él
dio de sí todo lo qu podía dar: siervo
fiel y prudente, que como ha sido fiel en lo poco, se le confiará ahora mucho: pasa al banquete de tu señor.
Y llega el que recibió
uno y no ha hecho nada para que fructifique ese uno. Y viene con el
razonamiento absurdo de que había sentido miedo de perderlo, y él sabe que el
amo quiere recoger donde no ha sembrado. Razón que se vuelve en contra de él
mismo. No ha sabido vivir su vida fructíferamente, y se encuentra ahora con las
manos vacías: Y el amo le recrimina porque, cuando menos, podía haber puesto
ese “talento” en el Banco y ahora lo recuperaría con los intereses. Y le tilda
de empleado negligente y holgazán.
Por tanto no entra en el “banquete” y –por el contrario- se le quita el talento
recibido y se le entrega al que tiene cinco, porque ese sí es capaz de darle
juego. Al que tiene, se le dará y le
sobrará, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. El que tiene
ha encontrado lugar en el banquete y
será feliz. El que no fue fiel ni en uno, no entrará en ese banquete tan
significativo. Una vez más queda patente que hay que afrontar la vida con
generosa respuesta y que así entra uno en la felicidad del Señor. Sea que se
tuvieron capacidades de “dos”, sea que se tuvieron capacidades de “cinco”. Y
como hubiera sido suficiente con capacidad de “uno” si se hubiera rendido
siquiera otro “uno”, o los simples intereses de ese “uno”.
Por eso volvemos al
estribillo: Allí fuera será el llanto y
el rechinar de dientes, la desesperanza, la conciencia del propio fracaso
donde se podía haber sido feliz.
Señor: ¿Me diste cinco, dos o uno? En serio, no lo se. Tu sabes que con mis limitaciones trato de hacer lo que puedo, pero tengo la sensación de que me quedo corto a veces. Tu que me conoces Señor, ¿crees que me engaño a mi mismo? ¿estoy dando de si de acuerdo a lo que me diste?. ¿Doy el fruto que corresponde a mis talentos? En serio, no lo se, y me inquieta, porque quiero poder entrar a tu Banquete. Perdóname Señor, y ten misericordia de mi. Acuérdate de mi cuando vengas con tu Reino.
ResponderEliminarSeñor ,haz que seamos capaces de reconocer los talentos de los demás y de alegrarnos por todo el bien que suscitado en el mundo.Danos la gracia para servirte.( Magnificat)
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