LITURGIA
San Pablo se luce hoy en su
1ª carta a los tesalonicenses (2,1-8) con expresiones llenas de afecto a la par
que moviendo a fidelidad a aquella comunidad. Nuestra visita no fue inútil. Venía Pablo de pasarlo mal en Filipos
donde sufrió injurias y padecimientos. Pero nada de eso fue obstáculo para venir
a predicaros el evangelio, apoyados en la fuerza de Dios.
Exhortación que
procedía de la mima llamada e Dios, que le ha confiado el evangelio y así lo
predica para gloria de Dios y no para contentar a los hombres. El evangelio no
está para contentar. Ni para devociones y dulzuras. El evangelio es exigente y
no está hecho para facilitar la vida cómoda. No hemos tenido palabras de adulación y codicia disimulada, No os
he endulzado el mensaje. El mensaje no está para contentar sino para trasmitir
la voluntad de Dios que es el Reino que Cristo ha traído, y que está mucho más
allá de los gustos y modos humanos. Por eso no
pretendimos el honor y la alabanza de los hombres, ni de vosotros, ni de los
demás.
Luego ablanda su
discurso desde el afecto para hacer caer en la cuenta de que su labor
apostólica le lleva a ofrecer no sólo el evangelio sino su propia persona,
tratándoos con delicadeza como una madre cuida su hijo, porque se han ganado el
amor del apóstol.
El evangelio sigue la
diatriba de ayer. Jesús está ya más próximo a su final y ya se enfrenta
abiertamente a la falsía de los escribas y fariseos. Hoy (Mt,23,23-26) toca
Jesús un aspecto muy concreto y muy práctico, y muy aplicable a nuestros días.
Les echa en cara a los doctores de la ley y a los fariseos que pretendan ser
buenos religiosos pagando el diezmo del
anís, la menta y el comino mientras están dejando a un lado el derecho, la compasión y la sinceridad.
¿No es esto algo muy aplicable a muchas formas religiosas de nuestros días?
Dejando a un lado esas devociones externas que requieren su parafernalia propia
con algunos santos (con ausencia de lo substancial sacramental), vendría ese otro tema del “cumplimiento de
preceptos” y el mimo precepto del domingo, donde lo que interesa es la mera
tranquilidad de conciencia, pero donde se llega tarde a la Misa con la mayor
impunidad, o se está distraído con otras lecturas u otros rezos particulares.
El hecho tranquilizante es “haber cumplido el precepto”, aunque en realidad ni
se ha “cumplido” porque no se ha estado en la Misa desde el principio. La
falacia de “llegar al evangelio” sigue aún dominando muchas mentes… “Diezmo del
anís, la menta o el comino” y olvido de lo substancial.
Lo mismo digamos de la
“tranquilidad” de dejar una moneda de limosna a la puerta de la Iglesia.
Todo eso es lo que hoy
vendría a corregir Jesús, como ya lo hizo con los fariseos y los doctores de la
ley: Guías ciegos que filtráis el
mosquito y os tragáis el camello. (A Jesús le gustaban las exageraciones
para dejar la imagen grabada en las mentes de sus oyentes).
Limpiáis por fuera la copa y el plato mientras por dentro rebosáis de
desenfreno y de robo. ¿Cómo caería hoy una predicación así, cuando tenemos
un auditorio que parece hecho de mantequilla, porque se ofende y escandaliza
con un mínimo de corrección que se le haga, aun con gasas para no herir? Jesús
fue por derecho. Y no ya a las gentes sino a los dirigentes, a los mentores, a
los que tenían que ser maestros de la verdad. Y no se trata de no limpiar la
copa y el plato. Eso también es necesario. Se trata de limpiar primero lo
interior, lo esencial… Luego, lo demás. Es más: lo de “fuera” queda limpio
cuando el alma está limpia por dentro…, cuando se cuidan los detalles.
Es un hecho que una
persona delicada en su mundo religioso profundo –su relación con Dios y su
trato con los semejantes-, ya tiene ganada toda una gama de los pequeños
“diezmos” que tienen así su sentido. Con un corazón abierto al bien, todo queda
abierto al bien porque de lo que hay en el corazón habla la boca y actúa la
vida de la persona. La pequeña moneda de la viuda tuvo todo su sentido. Pero no
era un mero cumplimiento. Era dar el todo de sí misma.
No me resisto en el día de hoy a expresar por medio de esta oportunidad que me dan los comentarios, que lo que dice el padre Cantero es totalmente cierto, y tengo desde hace tiempo un sentir muy fuerte que va en esta línea y que me preocupa. El sacerdote por serlo, abarca unas profundidades y conoce unas cosas que yo no alcanzo, pero a lo que si alcanzo es a ver como en las homilías en distintos lugares a veces falta mucho ese "estilo sincero" de Jesús. A mi entendimiento salta a la vista que no se quiere molestar, y pocos se oponen públicamente a lo políticamente correcto. No se si es a veces cobardía, o es que algunos hayan caído en imitar al mundo en algunas cosas. El otro día oí en un programa de televisión católica a unos seglares decir algo similar.
ResponderEliminarPresentado mi alegato, paso a hacer aquello que se que molestará a algunos quizás, porque piensan que es mejor no meterse en esto, o que yo no tenga autoridad:
Imiten a Jesús, hablen la verdad y no se preocupen de agradar a los hombres, sino a Dios. Cristo dio su vida por nosotros. Defendamos la verdad y defendamos a Cristo en medio de un mundo que lo niega y de algunos "cristianos" que están perdiendo la esencia y el norte, sean seglares o religiosos.