LITURGIA
Tenemos hoy ante los
ojos la actitud de un pueblo que se había juramentado en el servicio de Dios, y
que al morir el juez se viene abajo y adora falsos dioses (Jue.2,1-19), ídolos
que Dios abomina. Y cuando un pueblo se aparta de Dios y se va tras los dioses
extranjeros, el pueblo se prostituye y pierde el favor de Dios. Como me gusta
traer las descripciones de la Palabra de Dios a la realidad actual, bien
podemos ver en la historia actual el declive de un pueblo que ha abandonado a
Dios. Mientras que las épocas en que se ha dejado actuar a Dios se ha producido
una época de esplendor, al abandonar a Dios el mundo se deshace en destrucción.
Tenemos en las noticias de cada día una violación, una muerte, una retahíla de
noticias luctuosas. Es la consecuencia de un pueblo sin Dios, que ha perdido la
misma humanidad, porque ha perdido la razón, las razones de la existencia, los
valores de sentido superior, y el foco de referencia para acogerse a un valor
permanente. No es una novedad que ahora descubramos a posteriori. San Pablo ya
lo predijo en la carta a los Romanos. Y no es que Dios abandona al pueblo y le
hace padecer, como expresa la lectura.
Es el pueblo el que corta la conexión con Dios. Y el río separado del
manantial, se seca. No es el manantial el que deja de fluir, sino ese desvío
del cauce que habría de recoger las aguas que fluyen, y que de hecho siguen
haciendo su obra salvífica en otras partes del mundo, al que llamamos “menos
civilizado” pero que conserva sus valores y acepta los del evangelio.
Desembocamos en un texto muy
conocido y tratado: el del personaje que se dirige a Jesús con la pregunta de qué he de hacer de bueno para obtener vida
eterna (Mt.19,16-22), pero que por el contexto, se ve que pretendía ser
acogido como discípulo de Jesús.
Jesús le respondió como podía
corresponder a un judío que ha de vivir acorde con los mandamientos de Dios: Si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos. No era eso lo que este individuo pretendía, porque esa
respuesta ya se la sabía y además la practicaba desde su niñez. Lo que él
buscaba era más: ¿Qué me falta? Había
venido a Jesús por algo. Buscaba la vida que Jesús enseñaba. Quería saber lo
que había más allá de los mandamientos, es decir, el camino de Jesús.
Y Jesús le planta ante un panorama
extremo: Si quieres llegar hasta el
final, ve, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –tendrás un tesoro en
el cielo- y luego, ven y sígueme. Estaba planteado drásticamente lo que le
faltaba-
Y aquí volvemos sobre lo explicado
en la 1ª lectura: lo que este individuo pudo ser si acepta el plan de Jesús, y
es consecuente con su pregunta de qué le faltaba. De hecho se marchó porque
aquel planteamiento de Jesús no le resultó. Y cortó la conexión con la fuente y
acabó siendo uno más en la vida del pueblo, lejos de los mismos pensamientos
que había traído.
El texto evangélico de hoy acaba
ahí. Pero cuando se reanude el martes, veremos el juicio que le merece a Jesús
esta falta de arrestos para haber emprendido el camino junto a Jesús.
Aterrizando en realidades actuales,
el secreto para el conjunto de las gentes no es tener que quedarse sin nada en
lo material, sino todo lo que hay que ceder de sí mismo y de renunciar en la
vida, para seguir la enseñanza de Jesús. En lenguaje de la 1ª lectura, para no servir
a los falsos dioses del YO y de la vida muelle…, para no irse tras los ídolos
ajenos al proyecto de Dios. Porque no es Dios el que se retira. Es el hombre el
que se separa de Dios.
Y Jesús sigue respetando nuestra libertad.Cuantas veces dice en el evangelio: si quieres... Recemos para vivir en medio de una sociedad pagana las virtudes cristianas como hijos de Dios.
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