LITURGIA
Continuamos la primera carta
de San Pablo a los fieles de Tesalónica (2,9-13) en el mismo tono que veíamos
ayer. Pablo hace ver a aquella comunidad que se ha dado a ella sin pedir nada a
cambio, ganándose el pan con su trabajo para no serles gravoso a nadie.
Sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que
fue nuestro proceder –les dice Pablo- con
vosotros los creyentes; sabéis perfectamente que tratamos a cada uno de
vosotros personalmente como un padre con sus hijos, animando suave o enérgico a
vivir como merece Dios, que os ha llamado a su Reino y gloria. Pablo pone
énfasis en ese trato cordial y cercano que ha usado con esa comunidad.
Pero todo no se queda
en un panegírico personal. Desemboca en el reconocimiento de las virtudes de
ellos: No cesamos de dar gracias a Dios
porque al recibir la Palabra, la acogisteis – como es en realidad- Palabra de
Dios que permanece en vosotros los
creyentes. Insistencia en algo tan fundamental como que la Palabra
que les trasmite Pablo, no es palabra suya, no es creación suya, sino que es la
misma Palabra de Dios de la que Pablo es mero vehículo de trasmisión.
Observación muy importante para todo el que intenta llevar la verdad de Dios a
los demás, para que sea fiel a esa Palabra, y predique Palabra de Dios y no de
hombre.
El Salmo 138 define
muy buen esa labor de Pablo, no sólo mirando lo que él hace sino también
mirando la actitud de los fieles tesalonicenses: Señor, tú me sondeas y me conoces. Puede Pablo estar seguro de que
su vida está abierta a los ojos de Dios, porque dondequiera que esté Pablo,
allí estaba ya Dios, que conoce sus entradas y salidas, su vida entera.
También el evangelio
(Mt.23,27-32) continúa siendo el enfrentamiento de Jesús con los doctores de la
ley y los fariseos, a los que tilda ahora de sepulcros encalados, que por fiera tienen buena apariencia pero por
dentro están llenos de huesos y podredumbre. Tremenda acusación y muy
gráfica y significativa. Porque el sepulcro puede ser un mausoleo artístico y
monumental como se aprecia en determinados cementerios. Pero dentro son sólo
muerte y podredumbre. A Jesús le suenan así aquellos mentores religiosos,
aquellos representantes de la religión, que deben ser modélicos ante los fieles
a quienes dirigen. ¿Pero cómo son por dentro? Basta leer los evangelios para
toparse de frente con la actitud belicosa y crítica. Y concretamente con Jesús
tienen una postura de oposición frontal.
Y hay que comprender a
aquellos hombres, poseedores del saber judío y de las formas de vida judías, a
quienes se les presenta de pronto un hombre que enseña una doctrina con base en
lo anterior, pero con una novedad profunda en la interiorización de la vida.
Sin ir más lejos, el
Papa actual pretende poner orden en la vida de la Iglesia, llevándola a lo que
esos mismos dirigentes la definieron en el Concilio Vaticano II, que en
definitiva es a la esencia misma del Evangelio. ¿Y qué respuesta ha encontrado?
Precisamente ha encontrado oposición y crítica en los católicos, en los
dirigentes y mentores de la Iglesia. ¿No se está dando con el Papa la misma
reacción que tuvieron los fariseos con Jesucristo? Es el eterno problema de los
hombres religiosos asentados en sus “verdades” y en sus “prácticas”, que no
quieren que los saquen de sus casillas y les alteren su mundo religioso. El
espíritu fariseo permanece a través de la historia y estamos asistiendo a ello.
Lo que es menester es que no caigamos en eso mismo, y nos sintamos
escandalizados cuando de arriba no nos llega la aprobación de nuestras formas.
Más bien nos toca que contrastar con la realidad vivida por Jesús, y con su
enseñanza. Y no sentirnos exentos de las llamadas del Señor cuando no encajan
con nuestros modos personales. Será más coherente entrar en un sincero examen
para acabar viendo si, en el fondo, le estamos corrigiendo la plana al propio
Jesús, a la PALABRA DE DIOS que Pablo afirmaba no venir de hombres sino de Dios
mismo.
Si algo da la experiencia de cada uno, es que se pueden constatar cosas y ponerlas a la luz de la Palabra de Dios.
ResponderEliminarRecuerdo siempre esa experiencia mía vivida ya hace como 15 años largos en los que intentaba integrarme en mi Parroquia de entonces, ofreciendo mis dones y mi carisma, y como fui rechazado, y mi vida se convirtió en un infierno. ¿Y todo por qué? Simplemente yo tenía una visión: la Iglesia debía ir con los tiempos y estar presente en internet y salir así hacia fuera. Si. Mucho antes de que el Papa Francisco hablara de eso de la Iglesia en salida (que es otra cosa, pero que también tiene que ver), yo me desgastaba tratando de convencer a dos sacerdotes de que la Parroquia tenía que estar en internet, tenía que mostrarse hacia fuera, para darse a conocer más y mejor, tenía que evangelizar adaptándose a los nuevos tiempos.
La respuesta fue de rechazo total. Nadie me ayudó. Un sacerdote no terminaba de entender eso de internet por la edad, y el otro trataba de "quitarme las ganas", aludiendo a mi falta de preparación y de profesión relacionada. Un día incluso llegó a humillarme en público delante del consejo parroquial entero. Afortunadamente aquel día tuve el consuelo de algún hermano, que se compadeció de semejantes ataques. El objetivo parecía que era pararme.
El caso es que han pasado los años, y esa Parroquia sigue "condenada" y sin presencia en internet, mientras otras muchas si han dado el paso, incluso la misma Diócesis de Málaga hoy no se entiende sin internet, los sacerdotes, muchos de ellos usan las herramientas, este mismo blog...
¿Tiene que ver esto que cuento con el Evangelio de hoy? Si. Tiene que ver todo. No ha sido mi única experiencia similar, pero hoy me vino a la mente esto.
Yo no guardo ningún rencor. Es más, yo he tratado con esos sacerdotes con toda normalidad, aunque reconozco que con el que me humilló tardé más en dirigirle la palabra.
He servido a la Iglesia durante muchos años de distintas formas, y como dice Pablo, tampoco les he sido gravosos, aún a riesgo de mi propia vida, porque mientras servía a la Iglesia, descuidaba mi propia economía y la de mi casa, y hoy estoy pagando las consecuencias, quizás por todo eso.