LITURGIA
Una vez que ha quedado claro que el Señor es
único y al que hay que amar con toda la vida (lectura del sábado), hoy se va
concretando. “Deuteronomio” significa “ley antigua”, y recoge aquellas formas
de vida que Moisés fue dando al pueblo para vivir su relación con Dios. Hoy comienza (10,12-22) exponiendo esa
relación, y lo hace con un típico paralelismo que usa dos términos
aparentemente opuestos pero que se reducen a uno. ¿Qué es lo que el Señor tu Dios te exige? –Que temas al Señor tu Dios,
que sigas sus caminos y lo ames. Temor-Amor en dos frases paralelas,
expresando que la relación del “temor” está motivada por el amor. No es el
temor del que tiene miedo sino del que siente una veneración especial y se
dirige a Dios como un hijo a su padre. Es amor, pero un amor respetuoso. El
padre es el padre; no es un “colega”. Con Dios se habla con plena confianza por
su cercanía, pero con la reverencia del que sabe que es Dios. Y por tanto que guardes los preceptos del Señor tu Dios
y los mandatos que yo te mando hoy para tu bien.
Es la expresión de la cercanía: Dios pone preceptos y
mandatos para vivir el hombre esa unión con Dios. Pero a su vez, del Señor son los cielos hasta el último
cielo: es la majestad de Dios. Ese Dios que se enamoró y amó a vuestros padres, y de su descendencia os escogió a
vosotros entre todos los pueblos.
Consecuencia de ello es esa marca espiritual de circuncidar vuestro corazón: disponerlo
solo para el Señor, doblegando la cerviz y abriéndose a la acción de Dios, Dios de dioses y Señor de señores, fuerte,
terrible, que no es parcial ni acepta soborno, sino que hace justicia con el
desvalido.
De ahí se sigue que ellos, el pueblo, han de ser deferentes
con el forastero. Y sigue una nueva enumeración de reconocimiento a Dios, que
ayudó a ese pueblo cuando fue forastero en Egipto, y lo multiplicó hasta formar
ese pueblo numeroso que ahora es, y que está destinado a ser tan numeroso como
las estrella del cielo.
Nuevamente Jesús anuncia su pasión futura: Mt.17,21-26: Al hijo del hombre lo van a entregar en
manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día. Quiere
Jesús que aquellos discípulos asuman una realidad, que tiene dos partes: una,
más cercana, que es la entrega a muerte a manos de los hombres; otra, posterior,
que es la resurrección. Y ese binomio hay que digerirlo para comprender la vida
de ese Hijo del hombre.
Pero los discípulos no lo asimilaban, y ante el nuevo
anuncio, se pusieron muy tristes. Esta vez nadie dice nada, y la verdad es que
todos dicen mucho con aquella tristeza que les invade.
Tema aparte es el que sigue, cuando ellos llegaron a Cafarnaúm, y el cobrador de los impuestos le
preguntó a Pedro si el Maestro pagaba el impuesto de las dos dracmas o no lo
pagaba. Pedro sabía que sí porque no era la primera vez, y respondió
decididamente que sí.
Cuando llegaron a casa, Jesús les plantea un caso:¿Quiénes pagan los tributos a los reyes de
este mundo: los hijos o los extraños? Era evidente que los extraños. Pero
Jesús resuelve el caso de un modo especial. Él no tenía dinero para pagar
aquellas tasas. Y le dice a Pedro que, para que no se dé escándalo, vaya al
lago, eche el anzuelo y al pez que pique primero le abra la boca. Tendrá en la
boca una moneda de plata. Cógela y paga
por ti y por mí.
Surge la casuística: ¿y los demás? –No es ese el tema que
pretende dilucidar el evangelio. Quiere expresar de una parte que Jesús era un
ciudadano que cumplía sus deberes cívicos. Y significa también la importancia
de Pedro en medio del grupo, que se equipara a Jesús a la hora de pagar el
tributo. Ni se mete en más, ni es el tema que se pretende expresar. Porque el
evangelio no es un libro de curiosidades que den respuesta a todas las
preguntas. El evangelio nos lleva al terreno de lo que debemos aprender y practicar
como discípulos y seguidores. Y somos ciudadanos civiles que hemos de cumplir
con nuestras obligaciones civiles. Como expresa la carta a Diogneto, que el
cristiano es un ciudadano normal que vive en medio de un pueblo en forma
normal, y sólo se distingue en la manera de enfocar su vida con referencia a
Dios y a los semejantes.
Leyendo hoy este fragmento del Evangelio de san Mateo llego al punto donde le preguntan a Pedro acerca de Jesús. Premisa: se dirigen a Pedro, no a otro de los apóstoles. Algo muy común. Está claro, que a Pedro lo veían ya como el "portavoz" o el "cabeza" del grupo de los discípulos, signo de su ministerio confirmado por Jesús, y que llega hasta hoy en la persona del Papa Francisco.
ResponderEliminarSeguidamente vemos que Jesús sigue en la línea, y consulta no a los otros sino a Simón Pedro, aprovechando la ocasión para explicar el planteamiento del tema de los tributos, pero lo hace una vez ha salido de aquella escena, cuando llegan a la casa, y en privado (sólo a Pedro).
Me llama la atención, antes de llegar al final del texto, que Pedro conoce a ciencia cierta que Jesús si paga los impuestos correspondientes. Pero me llama la atención lo siguiente: ¿Jesús dispone de dinero? Pues aquí los entendidos y estudiosos sabrán mejor que yo dar una respuesta, pero yo lo que veo, es que por lo que respecta a este asunto, o no dispone de efectivo para hacer frente al tributo, o yo no se, pero sorprende humanamente hablando que encargue a Pedro ir a buscar la moneda de plata a la boca del pez.
Nótese que el pez no tendrá en su boca los dos dracmas sino una moneda de plata, es decir, de mas valor, y Jesús "provee" de esa forma el pago del impuesto para Pedro también.
Evidentemente el Papa Francisco, y por extensión Obispos, etc., me parece que viven esta realidad tal cual, porque si tienen que pagar impuestos, no tendrán dificultad alguna para hacerlo. Eso me parece a mi.
Lo que ya me da la duda es si eso es extensible para el resto de los hijos. Yo en principio, me decantaría a decir que si, y que la providencia de Dios, tiene innumerables formas de hacer que un hijo pobre acabe acudiendo al pez y encontrando allí la moneda. Creo en la Providencia de Dios.
¿Entonces porque hay tantas personas que viven una vida pasando tantas necesidades básicas?
No tengo una respuesta final para esto. Pero me aventuro a pensar con temor de Dios que es en parte porque no confían y la fe pueda faltar en sus vidas.
¿y los que se ponen a pedir por las calles o en las puertas de las Iglesias?
Pues tampoco tengo una respuesta segura, pero me inclino a creer que hay de todo ahí. Y algo no está bien.
¿No es este un ejemplo claro de la providencia de Dios para con sus hijos más pobres?
Perdón por la extensión del comentario, sólo que hoy estaba así de reflexivo. Generalmente me suele suceder que después de escribir y publicar el comentario, cuando pasan las horas me viene un pensamiento en el que siento que yo soy muy poca cosa, siento como un poco de vergüenza por abrir así mi interior a los demás, y que mis comentarios puedan molestar más que ayudar, y me pregunto si debería haber intervenido o mejor habérmelo callado.
Cristianos en medio del mundo que intentamos cumplir con nuestros deberes y exigimos nuestros derechos.
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