Liturgia:
Ha omitido la 1ª lectura las
“credenciales” con las que Pablo se presenta a los fieles de la iglesia de
Galacia, que estaban un tanto despistados de aquellas enseñanzas que les había
dado el Apóstol. Entonces empieza la carta poniendo por delante los títulos de
Pablo para ser considerado el mensajero auténtico de la verdad.
En los vv.6-12 les hace caer en la reflexión: Me
maravilla que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la gracia de
Cristo, y os hayáis pasado a otro evangelio. Pablo está admirado y dolido de que los
gálatas hayan dejado tan pronto lo que él les enseñó y les trasmitió del
mensaje cristiano, y se hayan ido detrás de otras presentaciones que alguien
les ha hecho. Y les advierte que: No es
que haya otro evangelio; lo que pasa es que algunos os están turbando y quieren
deformar el Evangelio de Cristo. Esa es la realidad. Os están embaucando, y
en el fondo de eso, os turban y os despistan porque manipulan el evangelio
verdadero. Pues bien, aunque nosotros o
un ángel del cielo os predicara un evangelio distinto del que os hemos
predicado, ¡sea anatema! Así de tajante y así de seria es la cuestión. Cualquiera
que venga a poneros en solfa el evangelio que os prediqué, está ya condenado: Lo he dicho y lo repito: Si alguien os
anuncia un evangelio diferente del que recibisteis, ¡sea anatema!
No busca Pablo con estas palabras y con esta actitud la aprobación de los
hombres. Se enfrenta a los que tergiversan la Palabra de Dios. Y no va buscando
lucirse: Si siguiera todavía agradando a
los hombres, no sería siervo de Cristo.
De donde concluye en una afirmación tajante para la seguridad de aquellos
gálatas: Os hago saber, hermanos, que el
Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; pues yo no lo he recibido ni
aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. He ahí la
gran afirmación de Pablo. Lo que él predica no es una filosofía humana, ni una
falsa concepción religiosa: es sencillamente lo que él recibió del propio
Cristo. Y eso ni lo duda ni lo cambia. Él ha trasmitido el verdadero evangelio
del Señor.
Vino a
Jesús un doctor de la Ley pretendiendo saber si Jesús estaba en la verdadera
doctrina fundamental, y le preguntó a Jesús: Maestro, qué he de hacer para ganar la vida eterna. Lc.10,25-37.
Jesús
le responde con otra pregunta, porque la del letrado era demasiado simplista: ¿Qué lees en la Ley? La respuesta estaba
en la Ley y no había mucho que preguntar. Y el doctor respondió con lo que todo
judío sabía desde su niñez: Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y
con todo tu ser. Y al prójimo como a mí mismo. Jesús no tenía ya mucho más
que añadir y de limitó a decirle: Haz eso
y tendrás la vida.
El
doctor de la Ley quiso justificarse de su pregunta y preguntó ahora: ¿Y quién es mi prójimo?
Y Jesús
recurre a la parábola para explicárselo. Y nos cuenta esa alhaja de
misericordia y compasión con el caído que es la “historia” del buen samaritano.
No
fueron “prójimos” y no practicaron la Ley ni el sacerdote ni el levita, los
teóricamente prototipos de la exactitud. Por el contrario un samaritano –uno
que no tiene la fe de Israel y que está en oposición a los judíos- es el que
actúa como prójimo. Y Jesús lo describe con una riqueza de matices llamativa:
Iba de viaje. Iba a sus negocios. Pero en viendo al herido en el camino, le dio lástima, se le acercó, le vendó las
heridas, echándoles aceite y vino y lo montó en su cabalgadura y lo llevó a la
posada, y lo cuidó. Obsérvense el conjunto de acciones de atención y
compasión que tiene el samaritano. Ha hecho todo lo que estaba en su mano,
interrumpiendo su marcha de negocios. Pero era más importante atender al
herido. Y todavía tiene un detalle más: Sigue su camino pero adelanta dos
denarios al posadero para que se encargue de cuidar al pobre hombre, y si gasta
más de los dos denarios, al regreso se los pagará.
Ahora
viene la pregunta de Jesús: ¿Cuál de
ellos te parece que actuó como verdadero prójimo del que cayó en manos de los
bandidos?
El doctor de la Ley tiene que tragar saliva. Ni el
sacerdote ni el levita –representantes de la ortodoxia- habían hecho nada por
el enfermo. Posiblemente lo creyeron muerto y si lo tocaban, quedaban impuros y
no podían oficiar en el templo. El samaritano no tenía esos remilgos y actuó.
El doctor de la Ley no tuvo más remedio que reconocer que el verdadero prójimo
fue el que usó de misericordia con el
herido.
A lo que Jesús le apostilla: -Anda, y haz tú lo mismo.
Jesús cuenta una historia para poner un ejemplo de actitud compasiva. No será habitual que vayamos por la calle y nos encontremos a una persona en esas circunstancias en nuestro mundo de hoy. Aunque si están los que piden a las puertas de las Iglesias. A algunos les produce escrúpulos encontrarse estos casos al salir de la Iglesia. Es como si fuera un disparo a donde más duele a una persona que se esfuerza por ser "buena". Pero se nos dice que a estas personas no debemos ayudarlas con dinero, porque puede ser usado para cosas malas. Tampoco queremos alimentar pedigüeños con nuestras monedas, porque no queremos o no deberíamos contribuir a que su modo de ir por la vida fuera el de sentarse a la puerta de una Iglesia a pedir. Es un tema contradictorio y siento que no tenemos una dirección clara por parte de nuestros pastores en este particular. La caridad es nuestra obligación, pero cuando esa caridad sirve para quitarte tu o quitarle a otro, para darle a alguien que vive "profesionalmente" del pedir, creo que hay que discernir.
ResponderEliminarEntonces, ese ejemplo que pone Jesús...yo veo que se trata de estar atento a las necesidades de los demás que se presentan delante nuestra, pero con un discernimiento. En la parábola no hacía falta discernimiento porque el caso estaba claro a simple vista, pero también hay veces que las apariencias engañan. No era el caso del samaritano al parecer, pero lo podría ser de alguien que encontremos en nuestra vida diaria.
La solución en estos tiempos donde la pillería está por todos lados no es sencilla. Cada uno deberá examinar. Una cosa tengo clara: si ves a alguien o alguien te pide una ayuda que tu puedes dar y sabes de cierto que no miente, dala.