Liturgia:
En la lectura del libro de Job vamos
dando grandes saltos. Del capítulo 3, de ayer, pasamos al 9.1-12.14-16. Ha
omitido todas las acusaciones que le han hecho a Job los que se presentan como
amigos. Y hoy tenemos a Job haciendo un reconocimiento de Dios, que está muy
por encima de las razones humanas. ¿Quién puede pedirle cuentas a Dios? Y Dios
no tiene por qué dar cuentas. Dios está
muy por encima de todo lo creado y él solo despliega los cielos y camina sobre
el mar.
En el plano personal, Dios
cruza junto a mí y no puedo verlo; pasa rozándome y no lo siento. ¡Cuánto menos
puedo yo replicarle! Y Job, en medio de su desgracia, no protesta contra
Dios sino que lo ve como el soberano Señor de todas las cosas. ¿Cómo iba él a
preguntarle a Dios: ‘Qué estás haciendo’?
Volvemos a un pasaje muy conocido, que esta vez lo vemos
desde la descripción de Lucas, que prácticamente coincide en todo con la de San
Mateo. Se trata de la vocación de tres personajes, unos que se ofrecen a Jesús,
y otro que es expresamente llamado. Estamos en 9,57-62.
Iba Jesús de camino junto a sus discípulos. En esto, uno se
acerca a Jesús y le dice: Te seguiré
adonde vayas. No ha puesto condiciones. Está dispuesto a todo, si Jesús
quiere contar con él. Digamos que es un caso de vocación “subjetiva”. El sujeto
se cree capaz de ir adonde vaya Jesús y como quiera Jesús. Queda ahora que
Jesús lo llame, que Jesús lo acepte como vocación real.
Lo expreso así porque no toda persona que se cree con
vocación es realmente llamado. Unas veces falta una cualidad, otras, no ha
habido llamada por parte de Dios. Y la persona lucha pretendiendo ser una
vocación, pero falta algún requisito para que la vocación sea objetiva.
El hecho es que Jesús no le dijo: ‘sígueme’, sino que le
puso por delante unas condiciones que tenía el individuo que calibrar si las
poseía. Jesús le dijo: Las zorras tienen
madrigueras y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar
su cabeza.
¿Qué pasó? El evangelista no nos lo aclara. Se ha limitado
a poner delante una doble situación: la del individuo y la de la vida que
ofrece Jesús. Si entró el personaje por aquella realidad que Jesús le
presentaba, seguiría a Jesús. Si no entraba en sus planes tanta abnegación, se
retiraría. En resumen: habrá vocación si hay llamada de Jesús y si esa llamada
es secundada por el individuo.
En el segundo caso estamos ante una vocación cierta por
parte de Jesús: ¡Sígueme! Aquí el
Señor ha dado el paso. Hay vocación objetiva. Lo que no sabemos es si hubo
respuesta personal del individuo para firmar esa llamada del Maestro. No
sabemos la respuesta subjetiva última. Porque lo que sí tenemos por delante es
una dificultad: que el sujeto que ha sido llamado tiene la obligación moral,
según la tradición, de quedarse con su padre hasta que éste muera: hasta enterrarlo el día que muera.
Jesús le da salida: que tus hermanos se encarguen de tu
padre. Los muertos o no llamados, que
entierren a sus muertos. ¿Aceptó la
condición aquel individuo? Puede ser un caso de los que, llamados por el Señor,
no responden a la llamada por tener otros temas entre manos que les paralizan
en la respuesta. Al final sería una vocación frustrada. Y de esos temas, uno de
los obstáculos más corrientes es la familia. Jesús nos enseñó que ‘quien no ama menos a su familia que a mí, no
puede ser mi discípulo’. ¿Qué tendremos en el caso presente?
Tercer caso, semejante al primero, pero con una desventaja:
el personaje que se ofrece: te seguiré,
ya pone de antemano una condición: Pero
déjame primero despedirme de mi familia. He ahí el fallo del ofrecimiento a
Jesús: que se ofrece con un “pero” por delante. No es un ofrecimiento
incondicional. El problema no es si lo que pide es lógico y es poca cosa, sino
que ha venido con los datos equivocados: poniendo por delante sus propias
condiciones. Y a Jesús no podemos ir poniendo nosotros las condiciones
“primero”. Diríamos que es una vocación frustrada en su misma génesis. Y Jesús
lo expresa con aquella comparación: El
que pone su mano en el arado y mira atrás, no vale para el Reino de los cielos.
Este sujeto ha equivocado el camino. Podía haber preguntado si podía ir a
despedirse de su familia, y lo más seguro es que le hubiera permitido el Señor.
Lo que no es válido es presentarse y ofrecerse a todo, y luego ponerle la
sordina de una condición previa.
Le puse un correo el 1 de octubre. No he tenido respuesta. No hay prisa.
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