Vísperas de la ESCUELA DE ORACIÓN (Málaga)
A las 5’30 tarde en Salón de Actos
de los PP. Jesuitas. Con Eucaristía.
San Lucas.
Hoy celebramos la fiesta del
evangelista San Lucas, con su evangelio tan cercano, y con su maravillosa
descripción de la misericordia de Dios. A San Lucas le debemos esas piezas
inconfundibles del pastor que busca a su oveja perdida y cuando la encuentra,
convoca a los otros pastores para que celebren con él la alegría de haber
encontrado su oveja. O la mujer que ha perdido la moneda y barre y limpia hasta
que la encuentra. Y cuando la encuentra no se conforma con haberla encontrado
sino que llama a sus vecinas para que festejen el encuentro de la moneda. Y se
saldrá San Lucas cuando describa al padre bueno de aquel hijo pródigo, al que
no sólo se le recibe cuando vuelve humillado y destruido, sino que el padre
organiza la fiesta del encuentro y deben alegrarse todos porque el hijo que se
había perdido ha sido encontrado.
La nota no se queda, pues, en el encuentro de lo perdido sino
en la alegría contagiosa con la que quiere cada actor que los demás se unan a
su alegría por el hallazgo final de aquellas realidades perdidas.
Cierto que el artista de esas narraciones es el propio
Jesús, que contó aquellas parábolas. Pero tuvo que ser la sensibilidad de Lucas
quien las plasmara en su evangelio y nos diera esa maravilla de lo que es el
Corazón de Dios, el Dios Bueno que no sólo perdona el pecado sino que monta una
fiesta por el encuentro de lo que se había perdido. Así nos trasmite los
sentimientos del propio Dios, que casi nosotros no hubiéramos sido capaces de
imaginar con esas características.
Todavía, hace sólo unos días, nos encontrábamos con otra
narración emocionante para manifestarnos la delicadeza de la misericordia de
Dios, en la parábola del buen samaritano que acude al herido, víctima del
ataque de unos bandidos, y al que el samaritano auxilia con delicadeza y
cuidados y se encarga de que se le atienda en la posada, costeándolo él. Es
toda una descripción del amor de Dios, que sale en ayuda del necesitado, con
una atención y ternura singulares.
Y será luego en la cruz donde presentará al ladrón que
suplica la compasión de Jesús, al que Jesús le promete estar esa misma tarde con
él en el paraíso. No le exige nada. Basta que el hombre ha leído la causa de la
condena: “Jesús Nazareno, REY”, y que haya recurrido a él y le ha suplicado que
se acuerde de él cuando esté en su reino. Repito: es la sensibilidad del
evangelista.
Para más insistencia, gracias a Lucas tenemos la historia
de los primeros pasos de la Iglesia en el segundo libro (los Hechos de los
Apóstoles) donde nos deja realidades tan importantes como Pentecostés, o la
presencia de María aglutinando al grupo de los discípulos de Jesús.
La LITURGIA de
la fiesta nos deja una 1ª lectura poco enjundiosa (2Tim.4,9-17) en la que no
hay mucho que explicar. Está escogida por la referencia que hace San Pablo a
LUCAS. En medio de una queja por infidelidades de otros, sólo Lucas está conmigo. Es lo que ha hecho que se escoja ese trozo,
que es más bien descriptivo de una situación que vive Pablo.
Y como no hay en los evangelios ninguna referencia a este
evangelista, se ha tomado como evangelio de la fiesta la designación que hizo
Jesús de otros 72 discípulos (10,1-12.17-20),
a los que envía a predicar e ir preparando el terreno delante de Jesús, por
aquellos lugares por los que luego iba a ir el propio Jesús.
Es claro que Lucas no estaba entre ellos, porque el autor
escribe su evangelio investigando los hechos de los testigos oculares, y
sopesando los datos y redactándolos por su orden, con el fin de que los que
vengan detrás puedan tener una narración fidedigna de las cosas que vivió Jesús
de Nazaret.
Personalmente yo recomiendo a quienes se quieren introducir
en la meditación de los evangelios que empiecen por San Lucas, por la mayor
posibilidad de adentrarse cordialmente en los entresijos del Corazón de
Jesucristo.
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