LITURGIA
Lo que no son “hechos” tiene siempre una mayor
dificultad de explanación porque los dichos son los que son y no cabe más que
citarlos con alguna pequeña paráfrasis. Y estos días estamos ante discursos o
cartas que dicen lo que dicen y ya tendríamos escrito el blog de cada mañana.
Yo intento masticar un poco esas afirmaciones que nos traen las lecturas por si
ayuda un poco a la reflexión personal.
2Tes 3, 6-10.16-18 nos lleva al final de la carta, y destacan dos “temas”
enunciados por el Apóstol: apartarse de malas compañías y trabajar para ganarse
el sustento. Los que no siguen el camino del evangelio (de las tradiciones
que recibieron de mí), no pueden aportar nada a aquella comunidad. Por
tanto no tratéis con ellos. Esa palabra así no es edificante si la aislamos del
contexto porque supondría una discriminación. Pero vivida en cada persona o por
cada familia es de una lógica total. Por eso la he traducido como “apartarse de
las malas compañías”. Y en eso creo que estamos todos de acuerdo. La manzana
podrida pudre a las sanas…, es otro principio popular. Y San Pablo ha dicho eso
exactamente.
El otro
tema es el del trabajo para llevar adelante la vida propia y la de la familia.
En Pablo el honor y gozo personal es sacar adelante su apostolado sin ser
gravoso a nadie. Y afirma que tendría derecho a buscar la ayuda económica de
una comunidad a la que él se ha entregado. Pero no quiere usar de ese derecho
sino dar un ejemplo de desprendimiento en lo que es su labor evangelizadora.
Acaba la
carta dando garantía de que la carta expresa su pensamiento.
Mt 23,
27-32 concluye los “ayes” de Jesús sobre los fariseos y doctores de la ley, y
encierra dos nuevos puntos de examen, uno de ellos que viene a ser como el
resumen o repetición del argumento que ha presidido toda esta diatriba: la
hipocresía. Ahora lo hace con una imagen muy expresiva: la de sepulcros
encalados, que quedan muy blancos y relucientes por fuera, pero que lo que
contienen dentro es muerte, podredumbre. Así vosotros aparecéis justos
por fuera pero dentro estáis llenos de podredumbre e hipocresía.
Queda
claro que el pecado de hipocresía, de falsas apariencias, es de los que lleva
Jesús más en el dolor de su corazón. Es de esos pecados que por estar asentados
sobre la falsía del corazón, son más perniciosos y más irreductibles.
Nuevamente Jesús vuelve sobre el tema acusándoles de otra mentira de la vida de
aquellos hombres: edifican mausoleos a los profetas y dicen que si ellos
hubieran vivido entonces, no habrían sido cómplices de esas muertes. Y al
mismo tiempo siguen persiguiendo a Jesús… He ahí de nuevo el pecado
de falsía del corazón: rechazan aquellas injusticias de sus antecesores y ellos
caen en el mismo pecado que parece que detestan. ¿Cómo podía reaccionar Jesús
ante todo esto?
Y como
no me gusta quedarme en “historias”, vuelvo la mirada a nuestra realidad: lo
fácil que nos resulta juzgar situaciones que se dan fuera de nosotros, y estar
haciendo nosotros lo mismo… Criticarlo en el prójimo y justificarlo en uno
mismo. Ésta es una materia que debemos mirar en nuestro examen de conciencia, y
cada vez que nos descubrimos juzgando un hecho de otros, hacer la reflexión
concreta sobre esa misma situación en uno mismo, sin buscarle excusas. O
diríamos más bien: la misma excusa que tenemos en nuestro caso personal,
aplicarla al otro. Y a lo mejor este ejercicio sería muy práctico para nosotros
mismos y muy caritativo para el modo de mirar a otros: utilizar con los de
fuera el mismo baremo que utilizamos con nosotros mismos. Saber encontrar
disculpas o justificaciones a las cosas y acciones o palabras de los otros, con
la misma medida con que justificamos lo nuestro y tenemos siempre un porqué
para actuar o decir lo que hacemos o expresamos. ¿Por qué no van a poder tener los demás las mismas razones con
que defendemos lo nuestro? Sería una norma práctica para ser objetivos y para
vivir la caridad.
Hoy se celebra el recuerdo litúrgico del martirio de San Juan Bautista. Tenemos
reciente el evangelio que nos describe la historia de aquel suceso.
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