LITURGIA
San Pablo había advertido en otra ocasión que el
momento final de la historia era inminente. En esta 2ª carta a los
tesalonicenses (2, 1-3. 13-16) se corrige a sí mismo y les advierte a sus
fieles que no se alarmen por dichos o escritos que se atribuyen a él. Y que lo que
toca es vivir en plenitud el mensaje del evangelio y que nadie les desoriente,
sino que mantengan su fe en lo que han aprendido de viva voz y dicho
personalmente por el propio Pablo. Y que todo eso redunde en un consuelo permanente
e interior y les dé fuerzas para toda clase de palabras y obras buenas.
En el
evangelio –Mt, 23, 23-26- continúa Jesús llamando la atención a los escribas y
fariseos. El tono, con su “¡ay!” inicial muestra la fuerza de lo que Jesús está
queriendo trasmitir. Muestra indignación por tanta hipocresía en las
actuaciones de aquellas verdaderas sectas, y a la vez se lo dice porque Jesús
no pierde la esperanza de una posible conversión de ellos, que es lo que en
definitiva le interesa más a Jesucristo.
Hoy les
ridiculiza esa práctica de los detallitos del diezmo del anís, el enebro y el
comino (que no es que haya que quitarlos), sino que teniendo tanto interés en
eso, se pierdan ahí y descuiden la misericordia y la compasión y el derecho
(que son las actitudes substanciales). Jesús les corrige ese absurdo y les
tilda de hipócritas y guías ciegos que pretenden conducir a otros cuando ellos
no van…, cuando filtran el mosquito y se tragan el camello… Se fijan en las
minucias y abandonan las obligaciones de envergadura… Limpian la copa y el
plato por fuera, mientras que son ladrones y desenfrenados en su interior. Y
Jesús les llama a limpiar la copa por dentro y así quedará limpio lo de
fuera. Siempre estamos en lo mismo: Jesús va al interior y con el interior
limpio, ya pueden proceder limpios en lo de fuera. Que Jesús no está en contra
de los detalles pequeños, sino de la hipocresía que supone pararse en los
detalles y descuidar lo de dentro. Que Jesús es también hombre de detalles,
como en aquella admiración ante la pequeña moneda de la viuda. Pero ese
“detalle” de la viuda le suscita a Jesús el valor enorme que tiene el “detalle”
cuando detrás de la minucia hay la entrega de todo lo que aquella mujer tenía
ese día para comer. Entonces el detalle pasa a ser manifestación de algo mucho
más profundo y substancial. Eso es lo que quiere Jesús. Y la carencia de eso es
lo que corrige a los fariseos y doctores, porque se quedan en lo exterior, en
el mero detalle exterior, pero luego eso no tiene repercusión en la vida de
aquellos hombres.
No ha
acabado aquí. Seguirá aún esta llamada de Jesús…, este examen de conciencia…,
como veremos nuevamente mañana, si Dios quiere. Lo que no debemos es quedarnos
pensando en los fariseos y doctores sino que este examen, en su parte útil
correspondiente, la hagamos personal nuestra. Se trata no ya de sentirnos
“acusados” sino ayudados por Jesús para clarificar nuestras actitudes o
nuestras posibles fallas en las que nos engañamos con cierta facilidad.
Porque
el tema no es de mala voluntad en el caso que nos atañe a nosotros, sino muchas
veces es la capacidad de autoengaño en la que es tan fácil caer por esas
tendencias de justificaciones que nos invaden. Que Jesús venga y nos toque en
la conciencia y nos despierte la responsabilidad, es una auténtica gracia.
Debemos agradecerlo. Debemos pedirlo. En el fondo de la conciencia hay –como
dice Santa Teresa con su gracejo y buena imaginación- muchas salbandijas.
Y descubrirlas es algo que debemos desear porque así podemos corregir. Y
corrigiendo, crecer. Un autor afirma que descubrir en nosotros un nuevo pecado
o deficiencia no nos hace peores, ni eso significa que vamos hacia atrás. Por
el contrario supone un avance, una gracia de Dios, porque descubrirlo es el
primer paso para corregirlo. Y debemos estar muy agradecidos a Dios si nos hace
ver en nuestra vida algún nuevo aspecto que nos es posible corregir. Duele
descubrir de pronto ese pecado, que parece que nos acusa de algo que no
habíamos visto antes. Pero en realidad es la ocasión de mostrar nuestra buena
voluntad de mejorar y nuestro amor a Dios a quien queremos agradar en ese nuevo
punto que hemos descubierto. El Santo Cura de Ars pidió a Dios ver su alma y le
fue concedido. Y él nos dice que encontró mucha suciedad… ¿Qué podríamos
encontrar nosotros en nuestra conciencia si tuviéramos la luz que nos ayudara a
penetrar en lo profundo de ella?
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