Liturgia: Asunción de María
El día que Pio XII proclamó el dogma
de la Asunción de María, expresó su pensamiento de que una realidad así debía
servir para que la humanidad mirara hacia arriba en vez de perderse en las
realidades de la tierra. María, subiendo por el poder de Dios, nos levanta a
nosotros la mirada para mirar al cielo, donde queda colocada María a la derecha
de Jesús en lo más alto del Cielo.
Naturalmente la Escritura no hace referencia directa a ese hecho, pero habremos de ir interpretando
el contenido de las lecturas para situar el hecho imponente de una criatura que
ya ha subido al Cielo en cuerpo y alma, y que –junto a la ascensión de Jesús-
nos es garantía de nuestra propia subida junto a Cristo, el día que abandonemos
esta vida.
La 1ª lectura es el texto primordial del Apocalipsis para
mostrarnos el triunfo de Maria (11,19; 12,1-6.10). Empieza mostrando el Arca de
la Alianza, y aquí tiene una aplicación directa a la Virgen que llevó en su
seno a Dios, y por tanto es la nueva arca de la alianza, y ¡con qué verdad y
realidad tan grande! María no sólo contuvo en su seno unas imágenes
representativas de Dios sino que llevó a Jesús mismo, el Hijo de Dios vivo. Y
se presenta con nubes, tormentas y terremoto, que son signos de potencia fuera
de las posibilidades humanas y que, por tanto, muestra la grandeza de Dios.
En ese marco, se narra la presencia de LA MUJER, figura
portentosa en el cielo: vestida de sol,
la luna por pedestal, coronda con doce estrellas. El sol le sirve de manto,
la luna de apoyo de sus pies, y las estrellas orlan su cabeza a modo de corona.
Una manera de presentarnos lo sobrenatural, lo elevado de María.
Hay una lucha entre el dragón o serpiente infernal y María,
a la que acude Dios y la defiende para que la baba del mal no pueda tocarle. Y
se oye una gran voz que proclama que ya
llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios, y el mando de su Mesías.
La MUJER ha triunfado y ha dado a luz un varón que lleva en su cintura el
bastón de mando real para regir a los pueblos. Y la MUJER puede huir al
desierto donde es protegida por Dios frente a la serpiente.
El triunfo de María apunta hacia el que es definitivo, y
por tanto a su asunción a los cielos, donde no podrá jamás ser inficionada por
el mal.
San Pablo lo traducirá en 1Co.15,20-26
como unión a la resurrección de Jesucristo, porque él ha resucitado y los demás
resucitaremos, cada uno por su orden.
Primero Cristo, luego, los cristianos. Pero en ese orden de la resurrección de
los muertos, va a ocupar un lugar preeminente María
El Evangelio será ya el canto triunfal
de María (Lc.1,39-56) que eleva a Dios su agradecimiento humilde por la
maravilla que él ha hecho en ella, Ella era una mujer del pueblo. Dios la
predestinó a ser la Madre del Hijo de Dios. Y concibiéndolo en sus entrañas,
acabó siendo Madre del mismo Dios. Por eso proclama
mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador,
porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Es la admiración de María. Ella
se ve y se siente esclava, casi ni persona… Pero Dios se ha dignado abajar sus
ojos hacia ella y levantarla y encumbrarla sobre todas las mujeres de la
tierra. Es el gusto de Dios por lo pequeño, por lo humilde, por lo que se
siente nada…, pero Dios levanta al pobre y lo enriquece.
Por todo lo cual Dios hace proezas con su brazo y ha realizado en María el gran
acontecimiento de la asunción a los cielos, completando así, en lo más sublime.
La importancia de aquella sencilla MUJER, que llena todas las esperanzas señaladas en el inicio de la
Historia, cuando Dios prometió una NUEVA MUJER, alejada de toda infección del
pecado y del egoísmo humano, para constituir un Corazón abierto a la grandeza
del bien y, por tanto, abocada a un triunfo inmediato de su persona, elevada
sobre las demás criaturas, y sentada a la derecha de su Hijo en lo más alto del
Cielo.
¡Bienaventurada Virgen María!.Si María concibió en sus entrañas al Hijo de Dios para que se hiciera Hombre, parece razonable que Él se la haya querido llevar consigo al cielo. y, no hay que buscar mucho una razón de privilegio para la asunción de María al cielo, en cuerpo y alma.Jesús mismo habia dicho que su Madre ya era Bieaventurada, no sólo por haberlo llevado en sus entrañas,y haberlo criado con sus pechos, sino que lo era mucho más por haber escuchado y por haber guardado la Palabra de Dios.Ella también es nuestra querida Madre y su Bienaventuranza es el destino que nos espera a todos y que nos anima a seguir una vida como la de nuestra Madre; no exenta de adversidades, pero , como Ella, sabemos a dónde vamos y nos alienta en las dificultades. y , estamos seguros de una bienaventuranza total, con el Padre, con el Hijo y con el querido Espiritu Santo.
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