Pasado mañana, PRIMER VIERNES,
Jornada Mundial de Oración del Papa
Liturgia:
Hoy se me ocurre empezar por el
evangelio (Mt.20,17-28) por considerar que es más asequible para enfocar el
mensaje que nos quiere inculcar la Cuaresma en este miércoles de la 2ª semana.
Si el domingo nos llevaba a la esperanza del Tabor con la
presentación de la transfiguración de Jesucristo, hoy nos aboca a la Pasión, en
la profecía que Jesús les hace a sus apóstoles cuando iban camino de Jerusalén.
Los toma aparte y les dice: mirad que
estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo
del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los doctores de la
ley, que le condenarán a muerte y le entregaran a los gentiles para que se
burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará. Está
expuesto todo el misterio pascual. El mismo de la transfiguración pero cogido
del revés. Allí resplandecía la luz. Aquí se anuncia la cruz. Allí se hablaba
“de lo que iba a suceder en Jerusalén” (la muerte) pero estaba envuelto en
brillos deslumbrantes. Aquí se concluye con la resurrección del tercer día,
pero eso llega tras una exposición tan dura que prácticamente los apóstoles –ya
ofuscados- ni se enteraron.
Por una u otra narración la Cuaresma y su mensaje es el
mismo: el paso de la privación, el sacrificio, la penitencia, etc. Está ahí
como realidades de crecimiento que ha de afrontar el cristiano. Pero todo eso
desembocará en un triunfo de renovación que viene dado en la resurrección de
Jesucristo. Lo que pasa es que vivimos siempre tan a ras de tierra, que lo que
nos aplasta es el sufrimiento o el tener que estar controlando toda la vida
nuestras tendencias –a las que la razón debe mantener en su punto-, y que la
luz que se abre tras el túnel cuesta esperarla.
Tan difícil fue a los apóstoles que en un contexto como ese
que se acaba de narrar, no tuvieron otra salida que pedir dos de ellos los
lugares de privilegio sobre los otros compañeros. Querían estar uno a la derecha y otro a la izquierda.
Los “mandamases” del grupo cuando Jesús obtuviera el título de rey. ¡Ni soñar
de lejos el tema que Jesús les tenía tan manifestado sobre la realidad del
verdadero reino de Dios!
Tendrá Jesús que sentarse con nosotros pacientemente para
ponernos delante lo que debe ser nuestra actitud de Cuaresma: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?
He ahí la pregunta para que nosotros la respondamos. Desearíamos la
tranquilidad y los privilegios… Lo que está en juego es si somos capaces de
beber el cáliz de Jesús, que debe tener su traducción concreta en la realidad
de nuestra vida personal.
Y ahí entra la capacidad de amor y de confianza que
mostremos a Jesús. Porque cabe querer soslayar el tema, o cabe responder un “Podemos” que nos zambulla en la
realidad que se pide en estos días.
Porque lo que Jesús nos va a confirmar es que ese es el
camino, el único camino. Y tanto los que pidieron privilegios como los otros
10, van a recibir la corrección, porque no se trata de pretender pasarlo bien e
irse dejando la piel con tal de no complicarse, sino que se trata de servir y
no de ser servido, como el Hijo del hombre que viene a dar su vida en rescate por muchos.
Así queda marcado el camino cuaresmal, que cada uno tenemos
que írnoslo aplicando a nuestra realidad para no dejarlo en espiritualismos
sino aterrizando en realidades que nos toquen de frente en este caminar hacia
el triunfo. Pero sin olvidar que una estación de parada obligatoria es el
Viernes santo, y que la cruz es inherente a la vida cristiana, como muy bien
nos lo dejó dicho San Pablo, que no
quería saber otra ciencia que la de Jesucristo crucificado.
La 1ª lectura (Jer.18,18-20) es la pasión del profeta que
se encuentra amenazado por aquellos enemigos que quieren maquinar contra él,
porque es un hombre justo, y se apoyarán en todas las razones que puedan
falsificar para tener de qué acusarlo, herirlo en la lengua y no hacer caso de
sus profecías.
A lo que el profeta responde con una oración de súplica a
Dios, para que le libere. Y da una razón para ser escuchado: que él intercedió
a favor de esos mismos enemigos para obtener para ellos el perdón de Dios.
También Jesús oró por sus enemigos que le crucificaban y
hasta los justificó: Porque no saben lo
que hacen.
¿Podéis beber el Cáliz que yo he de beber?
ResponderEliminarRecuerdo una época pasada en la que me tocó ser el responsable de un grupo. Y también recuerdo alguna persona haberme manifestado valientemente su envidia por ser el cabeza de ese grupo. Esto me mostró una lección. Y es que, ser cabeza no significa comodidad o pasarlo necesariamente bien. Es sacrificio, es entrega a los demás, es servicio. Así traté de llevar a cabo mi misión durante 8 años de mi vida, como una entrega, como un servicio. Quitándome a veces horas para mi para entregarlas a otros, ayudando a otros a que su tarea fuera más fácil.
Pero claro, siempre está el que ve el ser cabeza como algo mundano. Ser cabeza por el placer de ser el que manda. Y esa no es la actitud que el Señor nos pide. Es ahí donde hay que preguntarse: Si quiero ser cabeza, ¿Puedo beber el cáliz ese que se nos presenta en el Evangelio? Porque si no puedo, es mejor dejar el paso a otra persona. Por eso, después de 8 años, me marché de aquella responsabilidad. Porque en ese momento por diversas razones ya no podía beber más ese cáliz, y es más honesto retirarse a tiempo, antes de que lo negativo te supere y te destroce.
Pero hoy en día, es difícil renunciar a las cosas. Vivimos en un mundo que se apega, y no suelta.