HOY ES PRIMER VIERNES
Liturgia: Presentación de Jesús en el Templo
El título litúrgico ya es una primera
llamada para la celebración de la verdadera fiesta que se celebra: de trata de
la presentación del Señor en el Templo,
a los 40 días de su nacimiento. No hay nada de “purificación de María”, entre
otras cosas porque no existía ningún ritual en ese sentido. Los 40 días
expresaban la obligada cuarentena de la mujer que había dado a luz y que, una
vez pasados esos 40 días, la mujer se reincorporaba a su medio social.
Ha despistado el sentido popular de “la Candelaria” atribuyendo el título a María. Sin embargo la cosa
va por un sentido muy diverso. Cuando al ir a presentar al niño en el templo,
según prescribía la ley. Simeón canta su “despedida” de este mundo, lo hace porque
ya han visto sus ojos al Salvador, LUZ para alumbrar a las naciones.
“LUZ”=Candela. La LUZ es ese niño, ese Mesías, que viene a alumbrar a un mundo,
el de Israel y el de “las naciones” todas.
De ahí el modo de celebración de la liturgia completa, que
se hace con una procesión previa a la Misa, en la que el sacerdote se traslada
de una iglesia a otra, acompañado por
las candelas con las que va a “entrar en el templo”, evocando aquella
entrada del Niño en brazos de su madre y junto a José. Es lo que se llama
“lucernario” o celebración con luces (candelas), que preparan el momento
central de la celebración, que es la Eucaristía. La oración primera será desear
ser presentados delante de Dios con el
alma pura, así como el Hijo de Dios fue presentado hoy en el templo.
La 1ª lectura (Mal.3,1-4) nos afirma: De pronto entrará en el santuario el Señor, mensajero de la alianza que
vosotros deseáis, que es anuncio de esa presentación del Mesías en el
santuario, que realizará la alianza deseada y prometida por Dios. Y se
pregunta: ¿Quién puede resistir a su
venida? Llega para algo, y ese algo es la acción salvífica de Dios a través
de su enviado. Agradará al Señor la
ofrenda¸ que viene explicitada en la 2ª lectura.
El evangelio Lc.2,22-40), como la pieza principal que da el
núcleo de la fiesta que celebramos: el Niño –hijo primogénito- es traído por
sus padres el templo para cumplir con lo mandado por la ley del Señor. Es
presentado en el templo como un ofrecimiento a Dios, pero sus padres se lo
llevarán después de ofrecer por su rescate un par de tórtolas o dos pichones.
Todo estaba muy determinado y María y José venían a tiro hecho del ritual que
habían de seguir.
Con lo que no contaban era con la presencia de un hombre
anciano y fervoroso que, al ir a entrar ellos con el niño, se dirige al grupo y
exclama con gran emoción: Ahora puedo ya
morir en paz, porque mis ojos han visto al Salvador, a quien has presentado
ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo
Israel. María y José se miraron y vieron un hombre de Dios. Y María puso al
niño en sus brazos, admirados por lo que
se decía del niño.
Podrá leer u omitirse en la lectura litúrgica lo que sigue
a continuación, pero yo lo comento por la fuerza profética que tiene, y que
casi forma un bloque con lo anterior. Simeón bendijo a la Madre y le hizo una
doble afirmación: Ese niño estaba puesto
como señal ante la que se dividen los hombres. Y dirigiéndose a la madre,
le anuncia una espada que le atravesará
el alma. Ante ese Jesús van a quedar descubiertos los pensamientos de
muchos corazones. Ante Jesús no va a quedar posibilidad de permanecer
indiferentes: o se va a tomar partido por él o se va a enfilar como enemigo al
que destruir. Realidad que tenemos más que comprobada y de una actualidad
rabiosa. Incluso los que pretenden prescindir de Jesucristo, en la realidad le
están haciendo una guerra atroz. Es como si quisieran sacudirse una sombra que
no les deja, porque –por mucho que quieran- Jesús se les hace presente de mil
maneras.
No le fue a María totalmente novedoso el anuncio de la espada
en su alma. Ella ya lo había calibrado en su SÍ a Dios en la anunciación, porque conocía muy bien los anuncios
mesiánicos del Siervo de Yahwé, en Isaías. Y sabía que se había embarcado en
una realidad en la que su corazón iba a ir traspasado a la par que los
sufrimientos del Hijo.
Hoy celebra su
patronazgo la VIDA CONSAGRADA (consagración del Niño), y los movimientos
seglares de VIUDAS CRISTIANAS y VIDA ASCENDENTE, por la presencia de la viuda
Ana y de los dos ancianos que intervienen en la escena.
Simeón y Ana están llenos de Espíritu Santo y son capaces de ver en el Niño la salvación de Israel.Ellos han ido al Templo movidos por el Espíritu Santo. Ellos han puesto su vida al servicio de Dios y tienen la sabiduría que han adquirido a través de lo años y tienen la Sabiduría que les comunica el Espíritu de Dios .Las grandes verdades no siempre nos llegan de las mentes privilegiadas, sino a través de estas personas que viven en Dios.
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