Liturgia:
Estamos ante una vertiente luminosa de la Cuaresma. Hoy se
hace centro el tema de la ORACIÓN, y una oración que Dios recibe y acoge y que
no queda vacua sino que tiene efectos ciertos.
Está descrita en la 1ª lectura (Is.55,10-11) con una bella imagen. Dios dice e
Isaías escribe: Como bajan la lluvia y la
nieve del cielo y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de
fecundarla y hacerla germinar para que dé semilla al sembrador y pan al que
come… Esa es la imagen: la de la lluvia o la nieve que caen desde arriba y
fecundan la tierra, en beneficio de los que la cultivan o sacan los frutos de
ella. La Gracia de Dios viene de arriba, del Cielo; llega a la tierra, a las
almas…, y las hace dar fruto de obras buenas y ventajosas para el que la recibe
y para los que se relacionan con él.
Concluye, en efecto, el texto: así será mi palabra que sale de mi boca. La palabra de Dios no
queda baldía. Ya he dicho alguna vez que yo recomiendo siempre “siquiera 2
minutos de evangelio”. Yo sé que es eficaz porque creo en la palabra de Dios y
sé que no queda vacía. Por supuesto que 2 minutos sueltos no tienen
repercusión. Pero dos minutos mantenidos un día tras otro, van a tener el
efecto positivo de aficionar a la persona a esa Palabra, y con el tiempo la
“palabra que sale de la boda de Dios” va a convertirse en 5 minutos y en 10
minutos y no va a regresar vacía al
Corazón de Dios, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.
Es la fuerza intrínseca de la Palabra de Dios, y ese efecto
tan especial de “fecundar” las almas y que las almas entonces se eleven a Dios
con las manos más llenas, con el corazón mejor dispuesto, con la repuesta
adecuada. Y la ORACIÓN en la que se ha convertido la Palabra, tenga el efecto
propio de la oración, que es el agrado de Dios y la transformación de la
persona.
Casi es de cajón que esa 1ª lectura vaya llevando la
correspondencia del evangelio de hoy: Mt.6,7-15, que nos comunica el Padrenuestro como la síntesis de
oración más perfecta, como salida de la boca de Jesús, y con la finalidad de
enseñar a sus discípulos a ORAR con una forma que les distinga de todas las
otras maneras de orar.
Y Jesús rompe moldes cuando empieza enseñando que el
discípulo se dirija a Dios como PADRE. No era lo que podían sospechar aquellos
hombres, hechos a la distancia del Dios Yahvé. Jesús “rompe esas distancias” y
les presenta a un Padre bueno que se acerca a sus hijos. Y tanto se acerca que
llega a unirlos en una unidad esencial: él es el PADRE NUESTRO…, el de todos
por igual.
El discípulo se emociona ante esa realidad y se vuelca
hacia el honor de su Padre, para el que pide que su nombre sea santificado, sea reconocido y declarado Santo, que no
pierde ni un ápice de su santidad por ningún fallo humano. Pero que su santidad
brilla más hacia a fuera cuando pedimos y vamos realizando que venga su reino y que se haga su voluntad en
la tierra como en el cielo.
Luego la oración que ha subido al cielo, pide que aquí en
la tierra nos dé hoy el pan nuestro.
No pedimos para mañana. Como el maná que sólo servía para el día presente, lo
que pedimos confiadamente es el HOY. Mañana ya será otro día, otro “hoy”, y ya
pediremos. HOY nos interesa que nuestra oración tenga la fuerza de que Dios perdone nuestros pecados para lo que
ponemos sobre la mesa el aval de que nosotros
ya hemos perdonado a los que nos han ofendido. Esto se dice muy pronto.
(Hay quienes no se atreven a decirlo y lo omiten) Lo que hay es que decirlo de
verdad y que responda a la verdad: que no quede en nosotros un resabio contra
alguien; que ese falso “perdono pero no olvido”, logre incluso olvidar, porque la caridad cubre los pecados, los
propios (purificando), los ajenos (no recordándolos).
Y que no nos deje
caer en la tentación sino que nos libre del maligno. La tentación es
siempre un engaño, una verdad a medias, un lobo vestido con piel de oveja. El
autor de la mentira es el demonio, el maligno, el “espíritu malo”. Y la ciencia
que más hay que aprender es la de no entrar en diálogo con ese mal espíritu,
que siempre acabaría por hacer caer. Pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación, y él nos va a responder que no
nos metamos en ella, que no juguemos con el engaño, que siempre llega por vía
imaginativa, mientras que la palabra de Dios entra por la fe y se apoya en la
parte racional del individuo.
Hoy es un día constructivo en la Cuaresma. Hoy no está el
núcleo en “quitar” algo, sino en dejar que la Palabra actúe.
Nosotros no sabemos lo que nos conviene, tenemos que andar con el Señor y pedirle que nos ayude a encontrar cada día sentido a nuestra vida. Dios nos habla todos los días a través de su Palabra.Nosotros, ante un texto bíblico nos acercamos a Él y nos quedamos con Él en contemplación; nosotros no lo vemos pero sabemos que está y sentimos su Mirada y su Bendición.Y,antes de terminar nuestra Oración le preguntamosqué lectura tiene el texto para mí.Si oramos con el Padrenuestro, el deseo del Reino de Dios hace que toda nuestra vida cambie; allí no hay nada malo. Nos ponemos en las manos del Padre para que cambie nuestro corazón: sepamos perdonar y compartir el pan con el que tiene menos .
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