Liturgia:
Entramos en la historia dolorosa de
Israel, la historia de las deslealtades y de las intrigas, centradas en el mal
proceder de sus reyes. Jeroboán, el hijo de Salomón ha recibido 10 tribus, pero
no Jerusalén, el centro de Judá. (1Reg.12,26-32 y 13,33-34). Y para que la
gente no vaya a Jerusalén, él construye dos centros de oración, concretados en
dos becerros de oro, que coloca uno en Betel y el otro en Dan, aparte de
ermitas en diversos altozanos, y nombrando sacerdotes que no pertenecían a la
estirpe sacerdotal sino que estaban tomados del pueblo. Él mismo subió a orar a
Betel.
Es fácil comprender que todo aquello fue una abominación
que llevó a pecar y a destruir las bases de un pueblo religioso. Y esto le
acarreó la ruina y la destrucción y exterminio de la tierra.
Aquí se va a dejar por ahora la lectura del Antiguo
Testamento en la lectura continuada. Pero nos ha quedado abierto un tema de
reflexión muy fuerte, cuando miramos la realidad de nuestro mundo, en el que
los dirigentes han destruido el entramado religioso que sostiene una
civilización en un orden y con un referente superior y unos principios morales
y espirituales que frenan las pasiones humanas y el animal que llevamos dentro.
Sentarse ante un telediario es hoy un verdadero tormento
porque lo que nos pone delante es la aberración de los instintos desatados,
explotando en diversos sentidos: si es por el dinero, se desata la corrupción y
el abuso, la esclavitud de las clases menos pudientes y el enriquecimiento
desmedido de los ya poderosos.
Si es por la falta de sentido de la vida, tenemos muertes
impensables dentro de las mismas familias, y violencias desatadas ferozmente;
no digamos ya lo que es las venganzas, los ajustes de cuentas, los celos y la
violencia machista. O la que prolifera en los centros escolares con niños y
adolescentes.
Si es por el sexo, es alarmante que unos niños que aun no
han entrado en la adolescencia, violen y ataquen y se comporten tan fuera de lo
que es propio de esas edades. Y si saltamos ya a personas jóvenes o adultas,
repugna ver el mundo barriobajero en que se enfrascan personas de todo tipo,
creando negocios infames de pederastia, con todo lo que eso lleva encerrado.
Si es por el mundo de la droga, entramos en una parte de la
sociedad que se ha metido en un negocio degradante que mueve millones de euros
o dólares para destruir voluntades y familias.
Se podría seguir diciendo.
Pero lo que importa es mirar dónde está el foco de ese
hundimiento de la moral y de los criterios: Jeroboan le quitó a su pueblo al
Dios Yawhé. Y le quitó entonces la dimensión espiritual y sobrenatural. Y lo
que dejó fue el embrutecimiento de un pueblo que siguió a ídolos que no podían
darles la altura que aquel pueblo había tenido cuando tuvo a su Dios.
Hoy día explican los psicólogos y los sociólogos todo lo
que les deja su ciencia para diagnosticar las consecuencias humanas de todo ese
fenómeno que estamos viviendo. Pero no se meten a estudiar la base última de
esos comportamientos tan fuera de lugar y de lógica que se están dando como
fenómenos más amplios y en algún grado generalizados. Y han perdido de vista la
brutalidad que supuso aquel “autobús ateo” que decía así: A lo mejor Dios no existe. Haz lo que quieras. ¡Ahí está de lo que
es capaz de hacer “lo que quiere” el animal que llevamos dentro, cuando se le
ha quitado de en medio a Dios!
El evangelio de Mc.8,1-10 es una versión distinta pero casi
calcada de lo que conocemos como “multiplicación de los panes”. Por seguir ya
en la línea de lo comentado más arriba, el mundo que representa aquella
muchedumbre es una situación “que no tiene qué comer”, y que no tienen cómo
hacerse de panes en aquel descampado.
A la par, Jesús que
siente lástima de aquella gente que llevan tres días sin comer, y si los
despido en ayunas, se van a desmayar por el camino. De ahí que Jesús sea
quien sale al paso y quien agencia la manera de darles de comer de donde no
hay… Pero él multiplica lo poco que hay para que coman y sobre.
Esa es la diferencia de tener a Dios. Ese es el pueblo que no
desmaya por el camino porque se ha puesto a seguir a Jesús y en Jesús encuentra
la solución.
Este es el “nuevo telediario” que se podría tener cuando el
mundo de hoy abriera sus brazos a Dios.
Ante el hambre de las muchedumbres, Dios quiere que seamos solidarios"Dios quiere que tú contribuyas a la justa distribución de la riqueza. Comienza por tí mismo, limita lo superfluo a favor de los indigentes". También nosotros podriamos hacer milagros procurando vivir sin derroche y compartiendo con los que no tienen.
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