Liturgia
Comienza hoy la carta de San Pablo a los fieles
de Colosas: 1,1-8. Deja una grata impresión de entrada porque tiene rasgos de
cordialidad y una sintonía especial del apóstol con aquella comunidad. Se
presenta como apóstol de Cristo Jesús por
designio de Dios, quien –junto al compañero y discípulo Timoteo- saludan al
pueblo santo, y le desean la gracia y la paz de Dios.
Pablo les dice que los tiene presentes en sus oraciones y
acciones de gracias desde que supo cuál era la fe que vivían y el amor que
tenían unos con otros, animados por la esperanza de lo que Dios les tiene
reservado, que ya conocisteis, cuando
llegó a vosotros por vez primera la Buena Noticia, el mensaje de la verdad.
Mensaje que se sigue propagando en el mundo entero, como ocurre entre vosotros,
les afirma Pablo.
Jesús ha intervenido en la sinagoga de Cafarnaúm en el día
de sábado, liberando a un poseso, a la vez que su Palabra ha llenado a aquellas
gentes, que descubren la fuerza y la originalidad (=autoridad) que tiene.
De allí sale Jesús (así lo dice en texto) –[Lc 4,38-44]- y
se dirige junto a Simón a la casa de éste. Y la primera vista que tiene es la
de la suegra de Simón con fiebre alta y postrada en cama. Jesús entra en el
aposento de la enferma, le habla, le bromea, le toma la mano y le dice que está
curada y que puede levantarse tranquilamente. Jesús se sale y se va con Simón,
charlando y explicando muchas cosas, con las que Simón se va quedando
boquiabierto. Al cabo, sale la suegra ya dispuesta a emprender la vida de la
casa. Agradece a Jesús y se retira. Desde su ventana comunica a las vecinas
cómo ha curado de su gripe y cómo ha sido Jesús quien le ha curado. Voz que se
corre de unas a otras, y se hace un reguero en el barrio.
Llegada la hora de comer, la suegra sirve las viandas que
ella ha aderezado con el mejor primor, y Jesús y Simón comen juntos. La mujer
siempre está a un lado en esa cultura. Y tras la comida viene la sobremesa, las
nuevas exposiciones de Jesús a Simón. No nos dice el evangelio que hubiera
otras personas en escena, aunque podemos pensar que estuvieran por allí, porque
no iba a estar sola la suegra en aquella casa. La “suegra” presupone una esposa
de Simón, y la tradición vincula a Santa Petronila como su hija. Todo esto ya
no es evangelio. Son añadidos de mi imaginación, pero buscando un realismo que
no hay por qué negar cuando nos encontramos con el evangelio.
Como es realista pensar que este relato encierra algunos
datos poco comprensibles en la mentalidad judía. Se sabe que estamos en sábado,
siguiendo el relato al pie de la letra. Posiblemente la caída de la tarde ya podía considerarse que el sábado había
acabado, puesto que a esas horas se vienen a la puerta de la casa de Simón un
numeroso grupo de gentes, llevando las camillas de los enfermos (cosa que no
hubieran podido hacer en pleno sábado). Y traían a los posesos. Jesús pasó por
entre todos imponiendo las manos, y
lo que para muchos era consuelo, para los endemoniados era protesta inicial,
pues salían de los posesos declarando a Jesús: Tú eres el Hijo de Dios. Jesús los increpaba y no les dejaba
hablar, pues sabían que él era el Mesías.
Jesús les habló a todos, les expuso aquellas parábolas con
las que tan bien se entendía con las gentes sencillas, y finalmente los
despidió.
Se retiró Jesús al interior de la casa, tomaría alguna cosa
(si era la costumbre judía) y se apartó en donde Simón le había asignado un
aposento. Y por decirlo así, Jesús dejó la puerta entreabierta porque su
intención –y tras un primer sueño- era salirse afuera, al descampado, y allí
explayar el alma en oración a Dios, y buscar hacia dónde debía dar el paso
siguiente de acuerdo con los deseos de Dios.
Temprano volvió la gente a la casa a buscarlo. Simón se
encontró con que Jesús no estaba. Siguió el rastro y vino a encontrárselo en
las afueras de la casa, recogido en oración. Y le da el recado: Todo el mundo te busca. Pero Jesús ya
sabe que su puesto no es quedarse allí, agasajado y aceptado cómodamente, sino
que está destinado a ir a otros lugares, donde es enviado y conducido por el
Espíritu.
Hemos cerrado así 24 horas seguidas en el seguimiento de
Jesús, que ha pasado entre sus obligaciones de judío –la sinagoga-, el hacer el
bien a los demás, y la amplia madrugada de oración y encuentro con Dios, como
impulso indispensable para continuar su camino.
Nos relata el Evangelio que puesto ya el sol comensaron a traerle enfermos y posesos para que los curase.Jesús estaba en la casa de Pedro. Se encontró a la suegra del apóstol en la cama, enferma; Jesús le dió la mano, le gastó una broma y la mujer se puso en pie y se fue a hacer la cena. Jesús era un Hombre servicial con todos.A todos los curaba imponiendo las en cada uno. Desde el comienzo de la Iglesia, Jesús buscaba a las turbas...¿Porqué? Porque para curar ni hay tiempo ni lugar determinados. Lo único que favorecía las curaciones era tener fe.Entre los curados aquel sábado, había un endemoniado y el Demonio le tentó y le dijo:¿Eres tu el Hijo de Dios? La gente se sentía segura con Jesús.
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