Liturgia
No entro en la 1ª lectura que –opino- no era necesaria para
exponerla en lectura pública. Ni es actual ni enseña nada que nos interese en
el contexto actual. Salvo dos puntos que pueden ser concretos: Las mujeres no sean chismosas, sino
respetables, sensatas y de fiar en todo.
Y en cuanto a los diáconos casados –diáconos permanentes-
que reciben una orientación práctica de su modo de proceder y vivir.
El
evangelio sí es muy cordial. Lc 7,11-17. Jesús caminaba hacia Naím. Naturalmente
caminaban con Él sus discípulos. Un camino que puede ser ocasión para meternos
en medio..., VER, OÍR, OBSERVAR, aprender el valor que tiene también CALLAR,
junto a Jesús...
También
iba “un gran tropel de gente”... Buscaban a Jesús... ¿Por qué lo buscaban? -
Unas veces se nos dice que la gente estaba ansiosa de OÍR LA PALABRA DE
JESÚS..., - Otras, porque le llevaban a sus enfermos, y Él los curaba... Y en
esta conversación nos hemos plantado en las afueras de Naím..., a las puertas
de la Ciudad.
Y
observamos que Jesús está de pronto con la mirada, el pensamiento y el corazón
puestos en otro sitio. Algo ha visto, algo ocurre, que ya le ha atraído la
atención. Jesús se fija..., mira fijamente... “He aquí que sacaban a
enterrar a un difunto”...
Eso es lo que
estaba mirando Jesús con tanta atención... Y lo vemos de pronto que aligera el
paso..., que se va derecho hacia allí...
En
este instante queda interrumpida nuestra conversación con Él y la suya con
nosotros... Era deliciosa esa experiencia de “oración”, de diálogo... Pero es
que ahora se trata de una necesidad..., de alguien que sufre... Y la vida
interior -por vida y por interior- deja el rato interior gozoso y se va a
buscar a quien sufre y necesita ser ayudado. Para eso se había retirado uno a
hablar con Jesús: para ahora tener las fuerzas y la decisión de IR a atender al
hombre que sufre a nuestro lado.
Jesús se ha abierto
paso entre la gente... Y bien porque ha preguntado, bien porque ha escuchado
los lamentos de las plañideras, pronto se ha hecho cargo de la situación:
-
no sólo es “que sacaban a enterrar a un difunto”, - sino que el difunto era
“hijo único para su madre (y para el sustento y la viudez de su madre) pues
ella era viuda...
Jesús
no esperó más... Podía irse al féretro directamente..., pero lo que a Él le
partía el alma era aquella pobre mujer desconsolada y sola... (“mucha gente de
la ciudad estaba con ella...;” pero ¿qué podían ofrecerle?: ¿llorar con ella y
lamentarse? Y la verdad que ya hacían lo que podían; pero es que para ella
aquello no podía consolarla...)
Jesús
se fue derechamente a ella... “En
viéndola, sintió que se le enternecía el corazón” (que se le partía el
alma, que él estaba también con las lágrimas en los ojos)... Y la abraza con
ternura y mirándola fijamente..., poniendo fuerza en sus palabras, como quien
transmite seguridad y confianza le dice: “NO LLORES”...
Y
Jesús habla al difunto...: “¡Joven: YO te lo digo: LEVÁNTATE!”
Si
pudiéramos detener la escena, sería cosa de mirar atentamente las cosas... Mirar
alrededor..., la madre..., los discípulos..., los que llevaban el féretro y se
habían detenido..., las plañideras que se callan..., la gente... Vayamos
haciendo una especie de “barrido de cámara” para captar los rostros y los
sentimientos... El difunto...:
“Se incorporó”..., y como quien despierta de un sueño, o de una
pesadilla “comenzó a hablar”...
Jesús no se ha
quedado solo en el hecho material que acaba de hacer... Quedaba el matiz
humano, cordial... Él mismo le ayuda al muchacho a salir del féretro..., y Él
mismo ”Se lo entrega a
su madre” con un gozo indecible que le sale a la cara... Era
el gozo por el gozo de aquella mujer..., el gozo por haber podido llevarle tal
gozo...
La
mujer se abrazó a su hijo... Aunque no sé si pudo contenerse sin abrazar
también a Jesús.
Y
la gente... La gente no supo reaccionar de momento... Se quedó sobrecogida...
Luego
ya comenzaron a hablar y comentar...: “Un
gran profeta ha salido en medio de nosotros..., Dios nos ha visitado...”
Dios ha hecho sus obras, sus maravillas, por medio de un profeta nuevo...
Y
la noticia se divulgó por todas las comarcas vecinas...
También
nosotros, sobrecogidos, admirados..., vamos a hacernos verdaderos misioneros de
Jesús... Pero no son sólo palabras lo que el mundo necesita... Son nuestras
obras las que tienen que hacer a los otros prorrumpir en alabanzas del Señor.
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