Liturgia
Pide Pablo a su discípulo Timoteo (1ª, 2,1-8)
que haga oraciones, plegarias y súplicas por
los reyes y por todos…, por los de arriba y por los de abajo, por los
influyentes y los influenciados. Y da una razón muy humana y muy real: para que podamos llevar una vida tranquila y
apacible. Pero no se queda sólo ahí: También para poder vivir toda piedad y decoro. Por el momento lo
que es la piedad de unos con otros y el decoro de una vida que acepta las leyes
y se rige por ellas, como un modo de convivencia y respeto.
Lo podemos entender actualmente de una manera muy clara
pues si algo rompe todos los moldes de esa convivencia es la rebeldía contra
las leyes, el querer cada facción de personas hacer las cosas a su modo sin
tener una norma común en la que desenvolverse. Cuando una parte de la sociedad
rompe la baraja y no acepta la norma común, se produce una situación en la que
no es posible esa “piedad” o modo respetuoso de relaciones humanas. Y el
“decoro” se rompe porque los extremismos rompen todas las barreras y surge
entonces la parte de la sociedad que padece los abusos de la otra parte.
Luego estaría entender la piedad como una parte de la relación del hombre con Dios, aceptando
y viviendo se acuerdo con sus mandamientos y preceptos, lo que da el fruto del
verdadero decoro por el que puede haber entendimiento entre todos porque hay un
punto básico de referencia, que es la ley de Dios.
Y Dios quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. De ahí
esa urgencia de pedir por todos. Incluso por los que rompen las reglas del
juego, a ver si se mueven en sus corazones para aceptar esas leyes de Dios y de
los hombres que están dictadas para el bien común. Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres,
el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos.
Encargo a los hombres
que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de toda ira u
divisiones. Condición para orar una oracion que pueda ser recibida y
escuchada por Dios: las manos limpias, el corazón limpio. Una oración
desprendida y confiada, que sea digna del Dios santo al que nos dirigimos.
Lc 7,1-10 es esa bella historia del centurión que vive con
enorme humildad su petición a Jesús. Tenía un criado muy grave y se le ocurre
recurrir a Jesús para pedirle la salud del criado. Sin embargo él no va
directamente y prefiere que haya unos intermediarios que hablen por él Y como
él es pagano, son unos judíos quienes hablan a Jesús y recomiendan al centurión
para que Jesús le atienda en su necesidad.
Jesús no lo duda y se pone en camino hacia la casa del
centurión, pero éste -al saberlo- le envía emisarios para confesar que él no es
digno de tal visita. Y con una fe ejemplar y una confianza sin límite, le dice
que no es digno de que venga a su casa;
que basta que lo diga de palabra y el criado sanará. Y aduce sus razones
poniendo ejemplos humanos porque él tiene criados a sus órdenes y de palabra da
las órdenes que tiene que dar y ellos las cumplen.
Jesús se admira de tal fe en un pagano y hace tal como dijo
el centurión: una palabra y el criado sana. Jesús alaba al centurión ante los
judíos que le acompañaban. Y cuando los criados emisarios regresan a la casa,
encuentran que el compañero ha sanado de su grave enfermedad.
Se me ocurren algunas reflexiones sobre el caso:
- la fe que se entrega
completamente en manos de Jesús, sin dudar que concederá lo que se le pide.
- la humildad de la persona
que pide: “No soy digno”
- la forma en que debiéramos
rezar nosotros esa oración antes de la Comunión, evitando la rutina con la que
muchas veces apenas si se puede llamar rezo a la manera en que se hace.
Que, por cierto, nosotros variamos la forma de esa oración,
porque el centurión la dijo para que Jesús no tuviera que bajar a su casa, y
nosotros la decimos para que venga a nosotros. Porque ciertamente no somos
dignos, pero pedimos la palabra de Jesús que nos sane para poder recibirlo con
la suficiente dignidad de pobres criaturas, muy necesitadas de que Jesús venga
a nosotros y realice en nosotros ese milagro de nuestra sanación, no sólo para
el momento de esa comunión sino para todo un nuevo modo de proceder: sanarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!