El próximo viernes (tercero), día 15,
se inaugura el curso en Málaga,
con la ESCUELA DE ORACIÓN
a las 5’30 de la tarde, en los jesuitas.
Liturgia
Una vez más el texto de Colosenses que se nos pone hoy
delante (3,1-11) es perfectamente claro. Y además, vibrante. Vale en sí mismo,
en la lectura que cada uno haga de esas líneas, y en la reflexión a la que nos
lleve sobre nosotros mismos, cada uno sobre su propia vida.
Habéis resucitado con
Cristo. Es un hecho. Un cristiano, un bautizado, es un resucitado. En
consecuencia tiene que buscar los bienes
de arriba, no los de la tierra. La muerte ha llegado sobre ese mundo
anterior, y ahora vuestra vida está
escondida en Dios; cuando aparezca Cristo, vosotros apareceréis juntamente con
él, en gloria.
Y Pablo saca la consecuencia de esa realidad: dad muerte a todo lo terreno que hay en
vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia.
Eso pertenece a un pasado. En cambio,
ahora deshaceos de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías. Y
por supuesto, de todo eso que ha nombrado anteriormente como propio de una
época pagana.
Pienso que todo eso es muy actual. En un mundo de
costumbres depravadas, en las que muchos creyentes han entrado tanto que están
dominados por la suciedad de esas costumbres, leer estas palabras de Pablo
debiera servirles para distinguir lo que es pagano y lo que es cristiano. Por
eso, la advertencia final de Pablo sigue siendo actual: No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos de la vieja condición
humana con sus obras, y revestíos de la
nueva condición, que se va renovando como imagen de su Creador hasta llegar
a conocerlo… Cristo es la síntesis de
todo. Ahí es donde hay que pararse, donde hay que tomar en serio la
propia fe y adónde nos lleva y nos exige. ¡Porque la fe exige! Las medias
tintas con la que se vive una fe y se practica otra forma de vida, no entra en
el planteamiento inicial: ¡habéis resucitado con Cristo; buscad los bienes de
arriba; no los de la tierra!
Todo eso queda explicitado en el evangelio de Lucas 6,20-26,
en ese SERMÓN DEL LLANO, donde el evangelista sintetiza lo que Mateo nos dio
ampliamente en el Sermón del Monte. Condensa las bienaventuranzas o dichas en
4, con sus correspondientes malaventuras. Dichosos
los pobres porque vuestro es el Reino de Dios. Lucas no califica esa
pobreza como “pobreza de espíritu”. Como la comunidad a la que se dirigía era
una comunidad pobre, no tiene que especificar más: son dichosos esos pobres que
viven en paz su pobreza y se entregan a la causa de Dios desde esa pobreza.
Dichosos los que
ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Otra vez en el realismo de
una comunidad que tenía carencias hasta pasar hambre. Pero que llevados desde
una actitud de fe, no se ven unos desgraciados sino como unos dichosos
seguidores del Maestro que también vivió sin tener donde reclinar su cabeza y
llenar su estómago.
Dichosos los que ahora
lloráis, porque reiréis. No aquí y ahora, pero con un horizonte de esperanza, a sabiendas de
un Dios que alegra y llena las aspiraciones humanas.
Dichosos cuando es
excluyan y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame por causa del Hijo del hombre, porque
vuestra recompensa será grande en el cielo.
Y al lado, las “malaventuras”: ¡ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de
vosotros los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora
reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay de vosotros cuando todo el mundo
hable bien de vosotros! (eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos
profetas).
San Lucas proyecta a ese “después” cuando las cosas lleguen
a su verdad. Con lo visto en la carta a los colosenses, queda claro que hay dos
órdenes en la vida. El que se queda aplastado en el polvo porque sólo mira y
vive “lo de abajo”, y el que tiene un horizonte lleno de vida y esperanza
porque “ha resucitado con Cristo y busca las cosas de arriba”. San Lucas ha
apuntado a ese horizonte que se contrapone al “ahora” en el que se padece la
carencia, y nos hace mirar a la compensación que se tendrá de todo ello en el
reino de los cielos. Un reino que no sólo se da en la otra vida sino que ya se
puede empezar a vivir en ésta, cuando se aplican los principios cristianos. Y
así invita a sus fieles a ponerse ante los valores que Jesús ha ensalzado,
adhiriéndose a la verdad del Evangelio.
Mañana no actualizaré el
blog, por ausencia.
Jesús, el Hombre feliz de las Bienaventuranzas, nos propone un estilo de vida realmente revolucionario: Pablo en la primera lectura nos da las bases prácticas: dejar de adorar al dinero, la famaa y todas las cosas que nos separan del camino de la Fe: trabajar por la Paz, perdonar de corazón porque a mí me han perdonado antes , evitar toda palabra inútil, sobre todo si con ella puedo herir al hermano...caminar con los ojos puestos en la brújula de la Verdad.
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