martes, 26 de septiembre de 2017

26 septiembre: Poner por obra

Liturgia
                      A Ciro le sucede Darío (Es 6,7-8. 12. 14-20) que sigue los pasos de su predecesor en el tema de la ayuda que había que procurar a los israelitas para la construcción del templo. Da orden de que se facilite a los responsables de Israel todo lo que pueden necesitar para la construcción. Con lo cual cundió mucho más y pudieron acabar con la obra que ya habían profetizado Ageo y Zacarías.
          Las celebraciones por parte del pueblo israelita fueron muy solemnes y llenas de júbilo, con gran cantidad de ofrendas para la dedicación de aquel Templo. Todos celebraron aquel evento, purificados previamente según las costumbres de Israel.

          Otro evangelio breve, y muy conocido (Lc 8,19-21) en el que los parientes de Jesús, con María, la Madre, vienen a ver a Jesús, pero hay tal gentío alrededor de él que no pudieron acercarse. Le enviaron recado: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
          Jesús estaba en sus predicaciones y enseñanzas. El pueblo lo rodeaba y él estaba cumpliendo con su deber apostólico y mesiánico. No estaba para familia y afectividades humanas. Por eso cuando le trasmiten la noticia, Jesús se limita a echar una mirada en torno de lo que tiene delante, y confesar que mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.
          Eso era lo que le importaba a él. Si los familiares lo entendían, era lo que él quería trasmitir. En cuanto a su madre, bien sabía él que era la persona más abierta a la palabra de Dios oída y respondida con fidelidad ejemplar. No dejaba Jesús a un lado a su madre sino que la ensalzaba. Si alguien tenía que aprender de aquella respuesta, eran los familiares, si es que no se habían percatado de que Jesús ya no les pertenecía porque había seguido en su vida la vocación mesiánica, que no podía quedar interferida por ninguna otra causa ni ningún otro afecto.
          Un día Jesús va a exigir a uno que quiere seguirlo que no valen para el reino los que ponen la mano en arado y miran atrás. No pedía nada que él no hiciera. Jesús puso su mano en el arado y miró siempre al frente, caminando derechamente hacia la realización de los planes de Dios. Cualquiera que quiere vivir en fidelidad a Jesús y dar respuesta a que cuenta con él, está pidiendo no mirar atrás, no cambiar los proyectos, no pretender que Dios se acomode a uno en vez de ser uno mismo quien se decida a vivir de acuerdo con los planes de Dios. Es la lección fundamental a la que nos lleva la fe y nuestra relación con Dios. A Dios no se le debe manipular pretendiendo que sea él quien varíe sus proyectos. Somos nosotros quienes tenemos que acoplarnos con los planes de Dios y, según eso, vivir nuestra vida y caminar por ella. Y entraremos en ese grupo de los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.


          Insisto en una idea que me marca mucho: nuestras “confesiones”, nuestro declarar nuestras faltas o pecados. Nuestro desembuchar aquello que nos agobia la conciencia, o simplemente “decir” lo que no estuvo conforme a ley, aunque en realidad no haya ninguna culpa moral. “Confesiones” que quedan en la “historia” de un pasado, con cuya exposición al confesor “nos deja tranquilos”. Y sin embargo con la “confesión” aún no se ha hecho nada más que contar: “Éste he sido”. Pero el sacramento del perdón no ha entrado aún. Entra cuando sobre esa “historia” se plantea una corrección, una mejora, unos medios a los que uno se compromete poner por obra. (Estamos sobre el tema del evangelio de hoy: el secreto auténtico de “oír la palabra de Dios”, o de una buena confesión, es PONER POR OBRA, es concretar muy seriamente lo ue se va a hacer para que “mañana sea mejor”. Porque la pregunta que tendríamos que hacernos al confesar, es tan clara como preguntarnos: ¿Y mañana, qué? Porque si no se van a poner medios y concreciones para corregir, la verdad es el Sacramento queda en el aire. Mañana tiene que ser mejor…, mañana hay que aplicar unos remedios, evitar unas circunstancias, poner por obra alguna cosa… Y eso no se da por supuesto. Requiere concretar, proponer, llevar revisión cada día de cómo se están poniendo en práctica aquellos remedios. El Sacramento del perdón es Sacramento de penitencia y es sacramento de conversión. Todo eso hay que renovarlo en nuestra mente para no entrar en la rutina que anula los efectos de esa acción sagrada.

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