Liturgia
A Ciro le sucede Darío (Es 6,7-8. 12. 14-20)
que sigue los pasos de su predecesor en el tema de la ayuda que había que
procurar a los israelitas para la construcción del templo. Da orden de que se
facilite a los responsables de Israel todo lo que pueden necesitar para la
construcción. Con lo cual cundió mucho más y pudieron acabar con la obra que ya
habían profetizado Ageo y Zacarías.
Las celebraciones por parte del pueblo israelita fueron muy
solemnes y llenas de júbilo, con gran cantidad de ofrendas para la dedicación
de aquel Templo. Todos celebraron aquel evento, purificados previamente según
las costumbres de Israel.
Otro evangelio breve, y muy conocido (Lc 8,19-21) en el que
los parientes de Jesús, con María, la Madre, vienen a ver a Jesús, pero hay tal
gentío alrededor de él que no pudieron acercarse. Le enviaron recado: Tu madre y tus hermanos están fuera y
quieren verte.
Jesús estaba en sus predicaciones y enseñanzas. El pueblo
lo rodeaba y él estaba cumpliendo con su deber apostólico y mesiánico. No
estaba para familia y afectividades humanas. Por eso cuando le trasmiten la
noticia, Jesús se limita a echar una mirada en torno de lo que tiene delante, y
confesar que mi madre y mis hermanos son
los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.
Eso era lo que le importaba a él. Si los familiares lo
entendían, era lo que él quería trasmitir. En cuanto a su madre, bien sabía él
que era la persona más abierta a la palabra de Dios oída y respondida con
fidelidad ejemplar. No dejaba Jesús a un lado a su madre sino que la ensalzaba.
Si alguien tenía que aprender de aquella respuesta, eran los familiares, si es
que no se habían percatado de que Jesús ya no les pertenecía porque había
seguido en su vida la vocación mesiánica, que no podía quedar interferida por
ninguna otra causa ni ningún otro afecto.
Un día Jesús va a exigir a uno que quiere seguirlo que no
valen para el reino los que ponen la mano
en arado y miran atrás. No pedía nada que él no hiciera. Jesús puso su mano
en el arado y miró siempre al frente, caminando derechamente hacia la
realización de los planes de Dios. Cualquiera que quiere vivir en fidelidad a
Jesús y dar respuesta a que cuenta con él, está pidiendo no mirar atrás, no
cambiar los proyectos, no pretender que Dios se acomode a uno en vez de ser uno
mismo quien se decida a vivir de acuerdo con los planes de Dios. Es la lección
fundamental a la que nos lleva la fe y nuestra relación con Dios. A Dios no se
le debe manipular pretendiendo que sea él quien varíe sus proyectos. Somos
nosotros quienes tenemos que acoplarnos con los planes de Dios y, según eso,
vivir nuestra vida y caminar por ella. Y entraremos en ese grupo de los que escuchan la palabra de Dios y la
ponen por obra.
Insisto en una idea que me marca mucho: nuestras “confesiones”,
nuestro declarar nuestras faltas o pecados. Nuestro desembuchar aquello que nos
agobia la conciencia, o simplemente “decir” lo que no estuvo conforme a ley,
aunque en realidad no haya ninguna culpa moral. “Confesiones” que quedan en la “historia”
de un pasado, con cuya exposición al confesor “nos deja tranquilos”. Y sin
embargo con la “confesión” aún no se ha hecho nada más que contar: “Éste he
sido”. Pero el sacramento del perdón no ha entrado aún. Entra cuando sobre esa “historia”
se plantea una corrección, una mejora, unos medios a los que uno se compromete poner por obra. (Estamos sobre el tema
del evangelio de hoy: el secreto auténtico de “oír la palabra de Dios”, o de una
buena confesión, es PONER POR OBRA, es concretar muy seriamente lo ue se va a
hacer para que “mañana sea mejor”. Porque la pregunta que tendríamos que
hacernos al confesar, es tan clara como preguntarnos: ¿Y mañana, qué? Porque si no se van a poner medios y concreciones
para corregir, la verdad es el Sacramento queda en el aire. Mañana tiene que
ser mejor…, mañana hay que aplicar unos remedios, evitar unas circunstancias, poner por obra alguna cosa… Y eso no se
da por supuesto. Requiere concretar, proponer, llevar revisión cada día de cómo
se están poniendo en práctica aquellos remedios. El Sacramento del perdón es
Sacramento de penitencia y es sacramento de conversión. Todo eso hay que
renovarlo en nuestra mente para no entrar en la rutina que anula los efectos de
esa acción sagrada.
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