Pobres “a lo divino”
La humildad,
la sencillez, la pobreza (en sus múltiples facetas) viene siendo el tema
repetido en los últimos días, si bien es verdad que es un tema universal que
recorre transversalmente toda la Sagrada Escritura. Por eso el Evangelio de hoy es una exaltación y
bendición de esa “POBREZA”, encarnada en una serie de detalles. Jesús caminaba por la playa. Rodeado y casi
estrujado por las gentes. Jesús elige un sencillo púlpito desde donde poder
hablar y ser escuchado…: una barca. Aparentemente una barca al azar, de las dos
que estaban en la orilla. Resultó que era la de Simón y Andrés. Los dos, por deferencia, se acercaron desde
donde estaban en su trabajo de reparación de desperfectos desde su última
reciente salida al mar. Jesús le pidió a
Simón que retirara un poco la barca de
donde estaba, y desde allí habló a las gentes.
Y Simón –a quien agradaba sobresalir- se sintió muy feliz de tener en su
barca al Maestro predicador.
Acabó Jesús su enseñanza y se
dirigió a Simón, que estaba tan ufano…, y le pidió dos cosas: una adentrarse más en el mar; la otra, que echara las redes para pescar. Aquí surge el Simón que –en cosas de la mar-
se las sabe todas, y que ahí nadie podía saber más que él… Y advirtió a Jesús
que no había nada de pesca; que se habían
pasado la noche bregando, y no habían cogido nada. Pero en ese gesto indulgente ante el Maestro
aquel, que mucho sabía de predicar y poco o nada de pesca (pensó Simón), le
hace la concesión benévola de enseñarle las artes de la pesca…; por eso, por
tu palabra, porque tú lo quieres, echaré la red. Y por dentro Simón sabía que era inútil.
Y se queda pasmado cuando le entra
de improviso un banco de peces de tal envergadura que no tiene más remedio que hacerle señas a
los compañeros de la orilla para que vengan a
ayudar y aprovechar aquella sorpresa.
Llenó la barca, que casi si hundía…
Pero el que se sintió más “hundido”, casi humillado en su “saber
marinero” fue Simón. Y de su perplejidad
pasó al temor sagrado (allí había ocurrido algo imprevisible…), y quiso
quitarse de encima el compromiso…: “Señor:
apártate de mí; que yo soy un pecador”.
Lo mismo es ese temor sagrado que es el intento de que Jesús no le vaya
a complicar su vida. “Apártate; déjame ser lo que soy, el pobre pecador y
pescador, y sigue tu camino”. [Disfruto
pensando que “ya era tarde”… Que ya Jesús ha fijado definitivamente sus ojos en
él, y que ya no lo suelta. Y dentro de
la libertad plena humana, le acucia con un “¡Sígueme, y te haré pescador de hombres!”.
Comprendió Simón que allí había
algo invisible, indescriptible, que le atraía como un imán…, con su propia
voluntad y –en forma humana- contra su voluntad. Y Simón dejó TODO lo que tenía: redes, barca,
jornaleros, y su misma familia, que tenía …
Pero aquella palabra sobre él, directamente sobre él, pronunciada con el
matiz inefable de aquel Maestro…, no tenía vuelta de hoja.
El “pobre” Simón (pobre de
recursos, pobre pecador, sencillo y tosco), era el que aquel Maestro quería
para sí. La POBREZA había ganado, y
había ganado esa “debilidad humana”, esa “necedad”… del pobre pecador pescador.
La 1ª lectura sigue la línea comenzada. Que
nadie se engañe –dice Pablo en su carta general a todos los fieles corintios
dirige su carta-: si alguno se cree sabio
en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría
de este mundo es necedad ante Dios..
Y se acaba esta perícopa que hoy ha
elegido la liturgia con unas palabras que serán muy familiares a quienes
conocen los Ejercicios de San Ignacio, que los enmarca toda la experiencia
espiritual profunda en lo que él tituló: PRINCIPIO Y FUNDAMENTO, una base
esencial e incontrovertible. San Ignacio las expresa y desarrolla de una
manera. San Pablo las resume en tres
frases ascendentes: todas las cosas son vuestras.
Vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios. De ahí que teniendo nosotros “todas las cosas”
en nuestras manos (“son nuestras”), se nos pone delante la gran POBREZA
BIENAVENTURADA: “vosotros sois de Cristo”
(lo que ordena y reduce ese intento de saberlo todo, poderlo todo, dominarlo
todo…, porque si somos de Cristo, Cristo ya es un filtro indispensable para
saber cómo usar o no usar las cosas.
Pero en el paso supremo, CRISTO ES DE DIOS y, por consiguiente, somos
pobres tan pobres que sólo Dios es el dueño… Y ricos tan ricos que Dios nos
devuelve ahora todas las cosas “purificadas” por la ley suprema del amor y de
la “necedad” (que es sabiduría ante Dios): todo lo que hagamos, pensemos,
deseemos actuemos…, sea siempre a gloria de Dios, según la voluntad de Dios. Lección directa a los corintios; lección
directa a nosotros.
SEÑOR,como PEDR0 soy un pecador,SOLO por tu palabha,echarè las redes..,CONTIGO CONSEGUIRÈlos frutos espirituales inposibles de lograr lejos de ti cuenta conmigo ,que yo cuenyo contigo,. GRACIAS DON MANUEL que el SEÑOR lo BENDIGA ,
ResponderEliminarEn muchos momentos,cuando hace su aparición esa fatiga peculiar que origina no ver frutos en la vida interior personal o en el apostolado,cuando parece que todo ha sido un fracaso y encontramos motivos humanos para abandonar la tarea,debemos oír la voz de Jesús que nos dice:recomienza de nuevo,vuelve a empezar...en mi Nombre.
EliminarEste pasaje del Evangelio está lleno de enseñanzas;en ausencia de Cristo,todo ha sido inútil.
Siempre he interpretado éste texto evangélico pensando en el doble sentido con el que habla Pedro. "Señor apártate de mí que soy pecador" pero realmente no quiere que se aparte, si quisiera apartase saldría el corriendo, eso sería abandonarlo, Pedro quiere hacer su confesión pero que Jesús no se vaya de su lado.
ResponderEliminarYo en cambio veo lo que dice, y es que Pedro se siente tan mal por reconocerse pecador, que pide que Jesús se aparte de el para no dañarle ni incordiarle con sus meteduras de pata. Algo que yo mismo he sentido en mi propia vida, por lo tanto es creíble. No veo demasiado bien hablar en doble sentido, sino en uno. Es mi opinión, claro.
EliminarIgualmente se puede salir corriendo y no abandonar, sino simplemente alejarse para tal vez volver.
Este pasaje del Evangelio me hace pensar en cuantas cosas nos afanamos en la vida para hacer nuestra "pesca", cuestionamos nosotros mismos nuestro propio camino, olvidando que es el Señor quien debe hacerlo. Debemos adentrarnos en el "mar" de la vida, pero siempre guiados como en el Evangelio por la iniciativa de Jesús, y sobre todo ayudados por su gracia.
ResponderEliminar¡PEDRO! ¡Cómo te amó el SEÑOR! Eligió tu barca porque Él sabía que tú ibas a llevar el timón de la barca de la Iglesia. Aveces discutías con Jesús...Él ya lo sabía.¿Que te olvidarías de todas tus promesas...? Él, ya lo sabía. También sabía que le ibas a negar 3 veces y que no le conocías...Cuando cantó el gallo, lloraste a mares...per la "mirada" de Jesús te infundió esperanza y perdón. Jesús Resucitado se apareció a ti, pero nadie supo dónde ni cómo... Sólo suponemos que el ENCUENTRO fue lleno de perdón, de ternura y de amor. Amor que tú se lo repetiras tres veces a orillas del LAGO: "SEÑOR, TÚ SABES QUE TE QUIERO"...[Ése eres tú, Pedro,tan fanfarrón, pero que seguiste a tu Señor y Maestro hasta la muerte de cruz...]
ResponderEliminarA veces, en nuestras vidas confiamos en nuestra "sabiduría" e incluso nos sentimos seguros y firmes de nuestro hacer, reafirmando nuestra persona como seres autónomos por sí mismos. Con este pasaje evangélico me siento interpelado a vaciarme de mí mismo y a hacer lo que el Señor me pide (El sabrá donde cada uno de nosotros hemos de lanzar nuestras redes y lo que en ellas recogeremos), pues todo lo que procede de El es para nuestro bien. Por otro lado, entiendo que San Pablo nos invita a lo largo de las lecturas de estos días a una sencillez que nos acerca a Jesús, sencillez que no debemos confundir con simpleza, o tener un alma débil, insegura... Ojalá el Señor nos ayude a entender que nuestra sencillez de corazón nos acerca a El, lejos de ello, la autosuficiencia, la altanería, la vanidad... sólo nos aleja de Dios y nos conduce a un vacío espiritual.
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