SORDO Y MUDO
Isaías anuncia
a un pueblo en el exilio, el cambio que se dará el día del Mesías: Él en
persona nos rescatará y nos devolverá el esplendor. Y gráficamente lo define
como quien hará hablar a los mudos y hará oír a los sordos y brincar a los
cojos… Algo así tan llamativo como un desierto que mana torrenteras de agua. Éste
es el marco que nos prepara al Evangelio del día.
Viene Jesús desde territorios paganos
para llegara Galilea. Y allí le presentan un sordo total que, consecuentemente,
no articula palabra. Y le piden que le
imponga las manos. Pero Jesús no se limita a eso: lo saca a una cierta
distancia y allí le toca sus oídos para que oiga y luego –con ese signo
universal curativo de la saliva- le toca en la boca. Y el sordo oye ya y el mudo rompe a hablar. Y
Jesús le pide el imposible de que nadie se entere. ¿Y cómo no se iban a enterar
si aquel cambio que se ha producido es patente?
Era siempre esa intención de Jesús de que quienes creyeran en Él lo
hicieran por razón de Él mismo, y no por lo llamativo de una curación (que en
sí sólo debía ser un signo). La fe es acto personal y fe en la Persona de
Jesús, con milagros o sin ellos.
Contado el episodio parece que ya
está dicho todo. Pero cada término tiene
su sentido mucho más amplio y práctico y abierto para todos los siglos, tiempos
y situaciones y personas. El paso de Jesús desde lugar “pagano” a Galilea,
símbolo religioso, está expresando que el encuentro con Jesús necesita abandonar ídolos, salir de realidades
paganas y entrar en ámbito favorable al espíritu. En Galilea le traen al paciente y piden que
le imponga las manos. Ya representa un
estrato de fe.
Pero Jesús requiere aún más
intimidad, más ambiente recogido, más salida de “la masa”, del “espectáculo”,
del ruido… Y nos saca aparte… Es la
experiencia especial que tiene una persona que, en medio de su estrés, pasa por
una capilla o iglesia y entra un rato…
Aunque no diga nada, siente que su alma entra en sosiego. Y allí es posible que encuentre el dedo e
Jesús que le abre el oído para oír lo que fuera no podía… Y la persona rompe a hablar otro lenguaje que
está a años luz del que venía trayendo… De pronto se ha abierto en ella un
horizonte. Y podrá querer callar, pero
su semblante delata que se ha hecho “otra”… El dedo de Dios está ahí.
No demos por acabado el tema. “Sordos”
los hay en muchas dimensiones. Hablamos del diálogo
de sordos, para expresar dos personas que hablan pero no se escuchan,
porque cada uno lleva “la suya” y no le interesa para nada lo del otro. O lo oye para juzgarlo y criticarlo. Sordo el
marido, sorda la esposa, sordos los hijos, sordos los abuelos o sordos todos al
sentir de los abuelos. Sorderas provocadas por el egoísmo egocéntrico que sólo
piensa en uno mismo y en su propio pensar.
Sordos los jefes y sordos los subordinados, sordos los políticos entre
sí y hacia el pueblo; sordos todos en una “cultura” de la incultura, del
individualismo, de la soberbia humana en la que cada sujeto se ha hecho el dios
de sí mismo.
Sordos los hombres y mujeres “religiosos”,
incapaces para escucharse y para sumar fuerzas… Sordos a lo que no venga de los
que uno quiere escuchar o de quienes está apegado afectivamente.
¿Y por qué sordos? Porque cada uno es un mudo en lo que no sea “su
cuento” personal. Cuando hace unos días
me encuentro con persona muy conocida y me pregunta cómo estoy…, y le expreso
lo mío…, antes de que yo acabara, ella “tenía más penurias que yo”. Te quedas mudo porque la otra persona está
sorda. Te quedas sordo porque lo que habla esa otra persona no es lenguaje
humano, articulado, sino egoísmo reconcentrado sobre sí.
Nuestro blog quiere y debe ser
espacio de encuentro. Sólo requiere escucharnos – con respeto y cariño –remando en
la misma dirección –construyendo –aportando. ¿Sordos? ¿Cómo esa persona que encontré por
la calle? Sería el equivalente a permanecer
en “país pagano”, en no llegar a “Galilea”, en no tener todavía un “espacio más
apartado”, donde el alma sosegada encuentra la paz, la serenidad, la
comprensión, la “estatura adulta” que deja tiempo y reflexión…, y oportunidad
al dedo de Cristo que nos toca los
oídos para saber escuchar y la lengua para saber lo que es oportuno hablar.
Santiago, que es tan práctico y no
se anda por las teorías, nos pone delante la diversa acogida de un rico o un
pobre. Añadamos: de un afecto o un desafecto. De un encelamiento favorable o un rechazo
celoso. De un corazón abierto para crecer o un “YO” que parece que ha llegado
ya ser la última palabra. Otra persona a
la que un día le propongo que no se quede esperando a que alguien le resuelva…;
que también busque él solución. Y
radicalmente responde: yo no tengo que buscar. “Habló Colás; punto redondo”. El
rico seguirá rico y tratado como rico.
El pobre, pobre y tratado como pobre.
Y desembocamos necesariamente en la
EUCARISTÍA. Quiere tocarnos; quiere hacer posible que nos llegue el
dedo de Dios. Quiere hacer posible saltar el cerrojo de nuestros labios
mudos o de nuestros oídos sordos. Eso no
lo vamos a comprobar cuando devotamente comulguemos. Eso se va a ver cuando
salgamos a la calle, a la palestra, al blog. Se verá cuando cada cual se
retrata a sí mismo en sus modos y formas, en su escucha y aportación en cada
situación e intervención de su vida: familiar, social, relacional, espiritual,
humana…
Existe una sordera del alma peor que la del cuerpo,pués no hay peor sordo que el que no
ResponderEliminarquiere oír.
Son muchos los que tienen los oídos cerrados a la Palabra de Dios y muchos también quienes se van endureciendo más y más ante las llamadas de la gracia.Nosotros que nos llamamos cristianos no debemos permanecer mudos,cuando debemos de hablar den Dios y de su mensaje.
¡ACASO no ha elegido DIOS a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe'. Todo lo ha hecho bien..hace oir a los sordos y hablar a los mudos. ,SEÑOR todo lo has hecho bien en mi vida . lo que ha habido de mal ha sido cosecha propia de mi pecados....... franciscadedios
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