EUCARISTÍA
Un punto
común podría encontrarse hoy entre las lecturas, sobre todo cuando hoy llego
más de media hora tarde a poder entrar en el comentario, porque mis deberes
pastorales me han impedido hacerlo de otra manera. Y dado que San Pablo llega hoy a un tema que
me acucia desde hace mucho tiempo, centro en sus palabras el núcleo de mi
comentario.
Partamos de que estamos ante la
primera redacción que se hizo de la institución de la Eucaristía. Partimos de
que estamos en la misma fuente y en las más profundas repercusiones de ese
misterio central cristiano. Y frente a ese Misterio de Amor, de Unidad, de
muerte para dar vida, de salida de sí para que otro alcance luz, Pablo
encuentra aquel grupúsculo que se reúne…, pero los que llevan su cena, se la
comen sin contar con los que no la tienen.
Y en la versión tradicional había una fuerza enorme en la conclusión: Esto no es celebrar la Cena del Señor. Por tanto,
en esto no os alabo.
Hoy me encuentro con la traducción
oficial española que, desde luego, tiene otros matices. No digo si más didácticos o menos. No puedo
decir si más exactos o menos. Lo que sí digo que su matiz hace variar lo que he
escrito antes. Porque esta traducción
del leccionario litúrgico, dice: “Así os
resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comerse
su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho”. Evidentemente concluye: “En esto no os
apruebo”. ¡Es que no puede aprobar esa situación! Claro que eso fue en Corinto entonces. Pero
me echo a temblar pensando en “Corintos” de la historia, en “grupúsculos”
llenos de celotipias, donde uno se acaba preguntando, dónde está la
Eucaristía. Y reconoce Pablo que es
humano que haya “partidos entre vosotros”.
¡Humano, sí! ¡Pero qué lejos deja
a Dios, que no tiene “partidos!
Comprendo entonces que la Iglesia
haya situado las palabras del centurión romano como la inmediata preparación a
COMULGAR…, a participar de la cena del Señor.
Que confesemos que realmente somos indignos de que Jesús entre en
nuestra “casa”…; que nos tendríamos que
quedar en la palabra sanadora a distancia, porque de otra cosa ya no estamos en
línea.
Sin embargo, precisamente porque
Jesús vino a UNIR, a DARSE, a no mirarse a sí, la Iglesia cambia la palabra del
centurión. Coincide en que no soy digno
(no cabía otra). Pero la Palabra que
pide a Jesús es la palabra purificadora que nos haga posible llegar dignamente
a que ENTRE EN NUESTROA ALMA. Ya que no
merecemos…, que se sobreponga su acción y nos purifique. Bien sabemos que ¡trabajo tiene!..., porque
somos los que somos, y ¡es que no nos quita nadie ser tan excesivamente
humanos!
DÍ TU PALABRA. ACTÑUA, SEÑOR.
HAZ QUE VERDADERAMENTE ESTEMOS CELEBRANDO EL SENTIDO REAL DE LA EUCARISTÍA; que no dejemos que el “tuyo” y “mío” rasgue
la unidad de tu Cuerpo, que puede resquebrajarse en el Cuerpo Místico, si entre
nosotros, bautizados y consagrados y celebrantes del Misterio sublime de tu
morir y ceder de Ti para darnos vida a los demás, no estamos acudiendo al
miembro débil, o la mano se cree no necesitar del pie.
Admirable la fe y humildad la del Centurión, Y al mismo tiempo tiene un gran corazón,sabe querer a los que le rodean,como a ese criado enfermo,por quien hace todo lo que está en su mano para que sane. Esta fe llena de humildad conquistó el corazón de Jesús.acudamos a María para que nos enseñe a crecer en la humildad,donde la fe tiene su cimiento firme.
ResponderEliminarGracias Ana Ciudad, su comentario ilumina bastante.
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ResponderEliminar¿ Tengo una verdadera convicción de la presencia divina y de la verdad del Evangelio
cuando comulgo ?A juzgar por las obras ,la respuesta es negativa .