LITURGIA Domingo 31 C, T.O.
Nos vamos acercando al final del año litúrgico.
Y el mensaje que nos llega hoy es un mensaje de vida y esperanza, Desde la 1ª
lectura (Sab.11,23 a 12,2) al evangelio de Lucas.
En el libro de Sabiduría se define al mundo como un grano
de arena en la balanza, que no tiene entidad para desnivelarla, o una gota de
rocío mañanero que cae sobre la tierra. El mundo por sí mismo no tiene valor. Y
sin embargo el autor se admira ante Dios porque te compadeces de todos porque así de magnánimo es el Corazón de
Dios, que cierras los ojos a los pecados
de los hombres para que se arrepientan. Y la razón es bien sencilla y bien
profunda: porque amas a todos los seres y
no odias nada de lo que has hecho. El razonamiento es evidente: si Dios odiara
algo, no lo habría creado. Dios odia el pecado; él no ha hecho el pecado; Dios
odia al demonio: él no ha hecho al demonio.
A todos los hombres
perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu
soplo incorruptible. Una cosa hace el Señor para atraer a sí a los que se
apartan: corriges poco a poco a los que
caen; a los que pecan, le recuerdas su pecado (es el remordimiento de la
conciencia cuando alguien ha abandonado el camino de Dios). Y le recuerda el pecado para que se conviertan y crean en Él.
Es toda una palabra de optimismo y gozo espiritual, que nos
prepara a recibir el relato del evangelio, otra página muy típica de Lucas
(19,1-10) en la que Jesús se hace presente para levantar al hombre pecador,
Zaqueo, un personaje que se describe gráficamente en el evangelio como jefe de publicanos, rico y de baja estatura,
connotaciones todas ellas que tienen un sentido. Porque los publicanos eran mal
vistos e incluso despreciados en aquella sociedad. Y además era jefe. Era rico,
lo contrario de lo que es signo de pertenencia al Reino, donde son
bienaventurados los pobres. Y de baja estatura que, aparte de lo que fuera real
en lo físico, está indicando la bajeza de miras y la falta de valores humanos.
Pero Zaqueo tiene una curiosidad porque ha oído hablar de
Jesús, el hombre de los milagros y las curaciones, y se sube a un árbol para
dominar el panorama y verlo pasar porque
tenía que pasar por allí Jesús. Y
ahora ocurre lo no esperado por Zaqueo, y es que ese hombre importante se
planta bajo la higuera y para su atención en el publicano, y lo llama: Zaqueo, baja, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa.
Zaqueo se sintió conmovido y bajó enseguida y lo recibió con alegría. El pecador que tiene
buenos sentimientos y que se ha encontrado con Jesús, que cuenta con él y no lo
desprecia. Al revés, Jesús afirma que hoy
ha entrado la salvación a esta casa.
Lo curioso es la reacción de la gente, escandalizados
porque Jesús se ha entrado en la casa de un pecador. Pero Zaqueo reacciona de
otra manera muy distinta y mucho más noble: puesto
en pie, en actitud de decisión, dice: doy
la mitad de mis bienes a los pobres. El rico se hace menos rico, y entra en
el camino que corresponde al Reino, a la salvación. Pero todavía da un paso
más: Si a alguien he defraudado, le
devuelvo cuatro veces más. Ha llegado a la pobreza y a la honradez para
salvar su vida anterior. Con razón Jesús afirma que ha llegado la salvación. También éste es hijo de Abrahán.
Y concluye Jesús con esa definición de su misión en la
tierra: El Hijo del hombre ha venido a
buscar y a salvar lo que estaba perdido. Coincide el mensaje con lo
descrito en la 1ª lectura: corriges poco
a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se
conviertan.
Es la obra profunda que viene a realizar la celebración de
la Misa de cada domingo: un acto de petición de perdón para purificar el
corazón antes que otra cosa. Se ha de participar de la Palabra de Dios, y hay
que estar en actitud de acogida de esa palabra que nos mueve el corazón. Y hay
que estar bien dispuesto para recibir a Jesus, que se hace presente y viene
para alimentar la fe de sus hijos en esa comunión que ha de superar los
egoísmos personales y ha de lanzar hacia adelante para que se gane terreno en las
realidades concretas de la vida: la familiar, la social, la vecinal…
Sencillamente: participamos de la EUCARISTÍA
para salir siendo mejores.
Pedimos
a Dios la gracia de una sabiduría que nos haga abandonarnos más en los brazos
de Dios.
-
Para que dejemos
entrar en nosotros el sentido de la austeridad. Roguemos al Señor.
-
Que eduquemos en
ese plano de austeridad a las nuevas generaciones. Roguemos al Señor.
-
Que, como Zaqueo,
busquemos conocer a Jesús y dejemos que él nos traiga la salvación. Roguemos al Señor.
-
Para que entrando
él en nuestra casa, nos dispongamos a ceder de nuestro amor propio. Roguemos al Señor.
A ti,
Señor que te compadeces de todos y no dejas de amar a nadie, te pedimos por
este mundo nuestro que se debate en el error de no querer carecer de nada.
Tú, que
vives y reinas por los siglos de lo siglos.
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