Liturgia:
Es un momento interesante y nuevo en
la vida de los primeros cristianos. Al principio todo se vivía de modo muy
espontáneo y emocionado en el seguimiento de la persona de Jesús. Valía por sí
sola la fe y el entusiasmo que provocaba la nueva religión. Eran pocos en número y todo se podía resolver en
la forma que quedó recogido en la descripción del grupo de los creyentes. Luego fue ampliándose el número y la
procedencia y hubo que buscar dividir las funciones. Es lo que nos aporta la
lectura 1ª de hoy (Hech.6,1-7) en donde aparecen dificultades dentro de la
comunidad. Hay ciertos piques entre los de lengua hebrea y lengua griega en el
tema de la atención a las viudas.
Los apóstoles tienen que buscar una solución, que ya no es
la primera espontaneidad. Los apóstoles parten del supuesto de que no pueden
dejar la predicación; que la Palabra de Dios tienen que atenderla. Y sin
embargo hay que acudir a las dificultades que se han presentado. Y optan por
dividir las funciones. Encargan a la comunidad elegir a 7 varones, hombres de buena fama, llenos de espíritu de
sabiduría, para que ellos se encarguen de esa administración. Los apóstoles
seguirán en su vida de oración y predicación.
En efecto la propuesta se aceptó y eligieron a aquellos varones apostólicos, hombres llenos de
Espíritu Santo, que se encargaran de esa misión en la comunidad de los
creyentes. Los presentaron a los apóstoles que “los bendicen” imponiéndoles las
manos y orando a Dios. Había una clara conciencia de que la obra de la fe naciente
no era cosa de hombres y requería de esa bendición de parte de los apóstoles.
Éstos se dedicaron a enseñar al pueblo que iba engrosando
al grupo de los seguidores de Jesús, dándose el caso de que incluso algunos
sacerdotes del templo aceptaron la fe. Realmente, como había sugerido Gamaliel,
el fariseo, aquella obra era obra de Dios, y Dios se encargaba de sacarla
adelante.
San Juan no ha utilizado un adverbio que sí utilizan los
otros evangelistas en el momento de resolverse el tema de la reacción de las
gentes ante la multiplicación de los panes. San Juan se limita a dar el hecho
de que los discípulos bajaron al Lago y se
embarcaron solos. (&,16-21), lo que no se explica fácilmente, puesto
que Jesús no hacía ya nada sin ellos. ¿Cómo es que ahora Jesús se queda orando
en el monte y los discípulos se van a atravesar el mar? Dicen los sinópticos
que Jesús apremió perentoriamente a los
apóstoles a embarcarse… Y eso tendría su explicación muy lógica si pensamos
que las gentes que han comido los panes se han emocionado con el hecho y han
pensado hacer “rey” a Jesús (aunque ese “rey” no fuera mucho más que un alcalde
que les solucionara los problemas). Y muy posiblemente los propios apóstoles se
ven envueltos en esa idea, que no les era muy lejana a sus pretensiones (“estar
a la derecha o izquierda cuando estés en tu reino”).
Y Jesús tiene que obligar a los apóstoles a marcharse en la
barca solos, mientras él –con arte- despide a la gente y les baja sus
pretensiones.
Se explica ahora que los apóstoles van contrariados, y para
más inri la tormenta que llevan dentro se hace real en el Lago, y se encuentran
en la barca, zangarreados por las olas, y sin Jesús.
Llevaban 5 ó 6 kilómetros en el mar cuando vieron, entre la
oscuridad de la noche, acercarse a alguien por el agua con su túnica blanca. Ellos,
muy dados a creer en los fantasmas, llegan a creer que aquella figura que se
les acerca es realmente un fantasma sobre el mar. La realidad era que Jesús,
orando en el monte, no perdía ojo de sus discípulos. Y dentro de su orar al
Padre, tenía el cuidado de ellos. Y cuando se ha levantado la tempestad, Jesús
ha dejado su oración y su retiro y se ha venido a ellos para auxiliarlos. Ya
tenían bastante con lo que habían pasado, y ahora Jesús se les acerca, y les
grita para tranquilizarlos: Soy Yo, no temáis.
La verdad es que con los vaivenes de la tormenta debían
estar mucho más cerca de la playa que en alta mar, pues nos aclara el
evangelista que pretendieron que Jesús subiera a la barca, pero la barca tocó tierra enseguida. Debían estar prácticamente a
la vera de la playa y no fue ni necesario que Jesús subiera. Así, la narración
de Juan.
Nos deja para pensar cuántas veces nos creemos que nos
hundimos y sin embargo Jesús ha venido y estamos mucho más cerca de la tierra
firme que en las olas de alta mar.
La Presencia del Señor es cuestión de FE.Si alguna vez hemos intentado explicar una de nuestras experiencias, sencillamente: no hemos podido. La FE y el Amor no se pueden explicar; son ciertas para el que las vive...La Presencia del Señor en nuestra vida es un Don. Es como que Dios quiere estar más pendiente de un alma que podría ser díscola por su naturaleza y la convierte en más activa y eficiente...el lago se iba encrespando...la barca llegó a tierra, porque el Señor , que parecía que no estaba, la empujó.
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