Liturgia:
Siguen los apóstoles ante el tribunal
de los judíos. Éstos, como veíamos ayer, estaban ya decididos a acabar con los
apóstoles, a quienes no podían callar, y de los que recibían una clara
acusación de que ellos –aquellos jefes- habían sido los que llevaron a Jesús
hasta la cruz. (Hecho.5,34-42)
Estaban en esas cuando Gamaliel, fariseo y doctor de la
ley, les sugirió que sacasen a los presos de la Sala, y él se dirigió al
tribunal para hacerles una reflexión muy simple pero muy profunda: Si lo que
aquellos hombres hacen viene de invención humana, todo se vendrá abajo por su
propio peso como se vinieron abajo Teudas y sus secuaces, Judas el Galileo y
sus seguidores. Pero si lo que traen los apóstoles viene de Dios, no van a
conseguir pararlo y además os exponéis a luchar contra Dios.
Cuando la forma de exponer fue serena y ajustada a razones,
la tensión se disipó y los jefes religiosos optaron por dar la razón a
Gamaliel. Aunque para no hacer la cosa bien, castigaron a los apóstoles con los
azotes y los dejaron ir, reiterándoles la prohibición de hablar de Jesús.
Los apóstoles salieron contentos de haber merecido aquel
ultraje por razón de su fidelidad por el nombre de Jesús, Y ellos siguieron
predicando cada día y enseñando, en el templo y por las casas el Evangelio de
Jesucristo.
Emociona leer los episodios de aquellos primeros compases
de la fe de los cristianos en Jerusalén, con ese avance contra viento y marea
de la fe enseñada por Jesús, que aquellos hombres incultos se habían tomado tan
a pecho que nada les detiene. Verdaderamente, como les había dicho Gamaliel, si
aquello era de Dios, no iba a haber fuerza ni razones humanas para detenerlo. ¡Y
como aquello venía de Dios!... Incluso cuando son apresados como cuando son
humillados con los azotes, aquellos apóstoles se sienten satisfechos y honrados
porque están padeciendo por razón de Jesús. Jesús había hecho mucho por las
gentes y por los propios apóstoles. Nada extraño podía tener que sintieran el
gozo de poder corresponder de alguna manera a cuanto hizo por el mundo el Señor
Jesús.
Aquí acaba aquel episodio que nos ha ido siendo entregado
en tres etapas.
Hoy cambia mucho la narración de San Juan (6,1-15), porque
pasa desde las palabras y enseñanzas a un hecho con múltiples detalles. Aunque
lo que para nosotros nos suena tan distinto, en la mente del evangelista no hay
variación. Hoy sigue Jesús “predicando” pero desde los hechos de vida.
En San Juan el hecho de la multiplicación de los panes no
se debe a algo que haya ocurrido (como lo narran los otros evangelistas). Para
San Juan el caso en sí no es sino la oportunidad para un nuevo amplio discurso
que va a venir a continuación: el discurso del Pan de Vida.
Todo eso se prepara con aquel hecho (de lo poco que Juan
coincide con relatos sinópticos), en el que Jesús -pendiente de la carencia que sufren aquellas
multitudes- va a multiplicar prodigiosamente los panes y los peces, de modo que
donde no había ni pan ni peces, ni dinero, va a dar de comer a una muchedumbre.
La dramatización del suceso viene dada por la pregunta de
Jesús a Felipe sobre con qué compraremos
panes para que coman aquellas gentes. El evangelista nos hace conscientes
de que preguntaba tanteando a sus apóstoles, y haciéndoles caer en la cuenta de
que no había posibilidad de comprar nada para tanta gente. Con eso se resaltará
más el hecho posterior. Felipe echa un cálculo inútil: Harían falta doscientos denarios y no habría bastante, cantidad que
ni tienen ni es posible tener en un descampado.
Queda claro que no hay solución humana. Ahora Jesús manda
que se sienten en la hierba. Y toma los pocos panes y peces que alguien llevaba
y con ellos empieza a repartir a sus apóstoles para que ellos, a su vez, repartan
a la gente (que sólo los varones eran cinco mil). [Aquí hay mucho que decir
porque lo normal es que las mujeres suelen siempre ser más que los hombres en
esta clase de situaciones… Y los niños que llevaban… Sale una cantidad de gente
desorbitada. Pero es el dato del evangelista].
Todos comieron y se saciaron, y hubo sobras para llenar
cada apóstol un cesto. No son simples datos. Todo tiene su repercusión.
Los comensales se emocionaron y se exaltaron y pretendieron
nombrar a Jesús “rey”. Esto tiene seguramente mucho que ver con el episodio
siguiente, que corresponderá al día próximo.
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