Liturgia:
Repite hoy la 1ª lectura la leída el
domingo y que describe a la primera comunidad cristiana, a la que llama “grupo de CREYENTES” y los define con
varias características (Hech.4,32-37):
-
Pensaban y sentían lo mismo
-
Poseían todo en común
-
Nadie llamaba suyo propio a lo que tenía
-
El que tenía repartía sus bienes con los que no tenían
Era
una verdadera comunidad, donde eso podía vivirse así sin problemas de abuso, y
dentro de un grupo reducido. Es evidente que esa circunstancia no se vive en
general y que sólo algunos grupos concretos de fieles actuales pueden vivir esa
realidad. Y quienes así lo viven se sienten a gusto y apoyados, y todos
participan de los mismos sacrificios y beneficios.
Es
deseable. Pero en las circunstancias concretas de los fieles cristianos, tan
dispersos –y en parte acostumbrados a vivir su fe de forma individual-, no
imitable. Y sin embargo caben intentos y conatos de participación más cercana a
esos principios generales, cada cual desde su posibilidad y en su determinado ámbito.
No
se puede tener bolsa común, pero sí se puede no estar aferrados a lo propio
como para vivir sólo para asegurarse en la vida. Algo que se asemejara a “no
considerar suyo propio” todo lo que se tiene, y abrir un cierto horizonte de
ayuda a los otros.
Y
no hablamos expresamente ni únicamente de bienes pecuniarios. La verdad es que
hay otros diversos “bienes” que pueden ser compartidos, de manera que el que
los tiene, reparta con quien necesita. Llámese dar compañía, atender una
llamada telefónica, ayudar en lo que otro necesita y queda dentro de lo posible…,
etc. Y verán que no hago una alusión a dar dinero a los pedigüeños de la calle,
aunque para más de una persona sea eso el modo de hacer caridad.
Se
nos dice como punto de apoyo que los
apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor.
También aquí hay un ejemplo para ser testigos de la resurrección del Señor, y
no precisamente “predicando” (o sólo “predicando”) sino con una vida y unas
obras que manifiesten que realmente la resurrección de Jesucristo nos ha
transformado en nuestra manera de sentir y de pensar, con un sentimiento de
unión, de respeto y de caridad que haga patente que vivimos como seres
transformados…; que vivimos en el mundo sin ser del mundo; que nos entremezclamos
con los otros no creyentes pero con nuestros criterios muy firmes y bien
puestos. Que no caemos en la trampa de dar todo por bueno, o tragarnos todo lo
que se dice.
Aquí tienen su parte, hoy día, las personas
mayores, apabulladas por los suyos, ya adultos o incluso jóvenes, que creen
haber descubierto ahora una nueva verdad, una nueva religión, una nueva forma
de vivir la fe o sencillamente de vivir la vida al margen de la fe. Nos toca dar testimonio con mucho valor de
que creemos en Cristo, crucificado y resucitado. No un Cristo y religión
“de mantequilla” sino muy firmes en los criterios, aunque eso nos haga menos
populares…, más “antiguos”, más “ignorantes”. Ya advirtió San Pablo que lo
necio del mundo es sabiduría bajo la mirada de Dios.
San
Juan nos va a acompañar ahora en los evangelios, y tenemos que disponernos a
tener unos textos más teóricos pero muy dogmáticos, que nos ponen delante la
doctrina de Jesús.
En
3,11-15 nos presenta parte del diálogo con Nicodemo, el rabino que tendrá parte
en la historia de Jesús. Vino de noche a hablar con Jesús, seguramente porque
quería que los de su partido no descubrieran que quería hablar con aquel
Maestro y aprender de sus enseñanzas.
Lo
primero que le plantó Jesús fue la necesidad de nacer de nuevo, de emprender un camino diferente al de la práctica
judía. Nicodemo lo entiende pero le tira de la lengua a Jesús para que siga
exponiendo. Y Jesús le pone delante dos puntos básicos: uno, que hay que no
pararse en la tierra y en los pensamientos terrenos. Jesús sabe de lo que habla
y de eso da testimonio.
El
otro punto que debe asumir Nicodemo es que la salvación tiene que venir de
quedar puesto en alto, y que el Hijo del hombre ha de ser elevado para
que todo el que cree en él, tenga vida eterna.
No
acaba aquí lo que Jesús dijo a Nicodemo y hay que estar atentos para escuchar
esa palabra iluminadora de Jesús.
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