Liturgia
Extrayendo la esencia de las lecturas de hoy, hay un punto de
confluencia: Is 40, 25-31 concluye que lo humano se cansa, se fatiga. Mientras
que los que esperan en el Señor renuevan
sus fuerzas, les nacen alas como de águilas…; marchan sin fatigarse.
El evangelio (Mt 11, 28-30) es una palabra de Jesús en
primera persona: Venid a mí todos los que
estáis cansados, y yo os aliviaré. Y no es que nos separa de la lucha
diaria, ni que nos promete una vida de merengue. Nos habla de su yugo y su carga (porque también hay yugo
y carga en ir con Él). Pero Él mismo mete el hombro bajo esa carga de cada uno,
y hace que sea llevadera.
Mensaje propio de adviento que mezcla lo penitencial con la alegría del encuentro…;
el marchar pero sin fatigarse, y el tomar el yugo sin que agobie.
RELATOS DE ADVIENTO
María hizo al ángel una pregunta fundamental. Supuesto todo
lo que ha dicho el mensajero, y el anuncio de una maternidad, ¿qué es lo que se me pide…, qué tengo yo que
hacer? Y una razón de su pregunta: Aún
no conozco varón maritalmente.
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Lo más seguro es que Joaquín y Ana estaban extrañados de
aquella ausencia de María, a la que hacía ya un buen rato que no habían visto.
Cuando María salió de aquella habitación, reflejaba en su alma algo especial.
Joaquín y Ana observaban casi de reojo, pero evidentemente con unas ganas
inmensas de saber qué ocurría.
María se fue a ellos y les hizo sentarse. Casi ruborizada y
con lágrimas como perlas que salían de sus ojos, les contó a ellos lo que
acababa de sucederle. “Comprendo que lo que voy a contaros no es fácil de
comprender de pronto. A mí me ha pasado igual. Pero me ha visitado un ángel de
Dios”. Joaquín y Ana se cogieron fuertemente las manos como buscando apoyo
recíproco para digerir aquello. María se dio cuenta. Pero siguió… Ya podéis
imaginar que me quedé de una pieza, sobre todo cuando me saludó con palabras
bellísimas que me causaron turbación: me llamó llena de gracia, me dijo que el
Señor está conmigo…, que soy bendita entre las mujeres… Yo estaba
ruborizada y extrañada. ¿Cómo todo eso iba a mí? Y como advirtió mi turbación,
me dijo palabras que tenemos muy conocidas por la Escritura: No temas…, y ahora pronunció mi nombre: MARÍA…, porque has hallado el favor de Dios,
y vas a concebir en tu seno a un hijo a quien pondrás por nombre JESÚS. Os
aseguro que me estremecí porque sé muy bien lo que eso significaba: venía a mí
el Salvador… Y no salía de mi asombro cuando añadió que será grande, hijo del Altísimo, con el trono de David, y reino eterno.
María sollozaba de emoción en este momento… Las últimas
palabras casi no pudo decirlas sin llanto. Joaquín y Ana estaban paralizados…
Se les había venido a las manos todos los misterios que conocían como anuncios
divinos a través de los siglos. No podían hablar. Cuando María se había
emocionado y lloraba, no pudieron hacer otra cosa que tomarle la cabeza entre
las manos y expresarle apoyo. No entendían nada. No podían comprender. Se sentían
rebasados. Aquello que María acababa de decirles era inmenso, y ocurría allí,
en su casa, en la hija, en la aldea de Nazaret… Pero de lo que sí eran capaces
de sentir es que el relato de María, aun pareciendo inverosímil y propio de una
mente juvenil soñadora y exaltada, ellos –que conocían bien a María- sabían que
allí había un relato de una realidad.
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÒN (Cntinuaciìn)
ResponderEliminarEL MINISTRO DE ESTE SACRAMENTO._Puesto que Cristo confiò a sus Apòstoles el ministerio de la reconciliación, los Obispos,sus sucesores y los presbíteros, colaboradores de los Obispos, continúan ejerciendo este ministerio en virtud del Sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar los pecados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Hay pecados particularmente graves y que están sancionados con la excomunión la pena eclesiástica màs severa, que impide la recepoìon de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos y cuya absolución puede ser concedida por el Papa, el Obispo del lugar o por sacerdotes autorizados para ello.
Sòlo en casos de necesidad existencial( por ejemplo en la guerra,en un bombardeo o en otra circunstancia en la que un grupo de personas se encuentren en peligro de muerte) puede un sacerdote conceder la absolubiòn a un grupo de personas, sin que previamente se haya dado una confesiòn individual de los pecados (es llamada Absolución general). En cualquier caso , si se supera esta circunstancia, hay que confesar individualmente los pecados graves en la primera ocasión que se tenga.
Continuarà