Liturgia: San Esteban
El primer mártir de la fe cristiana. El primero entre la fila
interminable de cristianos que murieron por su fidelidad a Jesús y a la
doctrina de Jesús. Y siguen muriendo. La lectura 1ª narra el martirio del santo
(Hech. 6, 8-10; 7, 54-59).
En el Evangelio (Mt. 10, 17-22) el anuncio de Jesús sobre
las persecuciones que padecerán sus seguidores.
Evidentemente todo eso muy despegado del ambiente interior
que llevamos dentro en estos días, centrado en el portal de Belén.
RELATOS DE LA NAVIDAD
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La liturgia de
la Navidad ya nos pone el texto de Pablo en que se dice que apareció la Gracia de Dios enseñándonos. Porque la realidad es
que ese Niño enseña. Es una lección abierta de Dios: sin lugar concreto para
nacer…, porque Jesús no es de nadie en concreto y es de todos y para todos.
Nace en un lugar de pastores y sin puertas para que entre todo el que quiera y,
a más pobre, sintiéndose más en sus casa. Solo, sin que nadie lo sepa, y a su
vez acompañado de los ángeles que dan a conocer su nacimiento. Entre pañales,
vestiduras de un recién nacido, sin más connotaciones.
Y, en efecto,
aquella nube de ángeles cantores que aparece a los pastores que velaban sus
rebaños a poca distancia, para anunciarles la GRAN NOTICIA que es, además,
noticia directa para ellos: que en la
ciudad de Belén os ha nacido un niño,
que es el Salvador, el Mesías, el Señor. Y ante aquellos atónitos
hombres el ángel les está invitando claramente a pasar a verle: encontraréis un Niño envuelto en pañales y
recostado en un pesebre. ¡Era su ambiente!, el de ellos. El Mesías, el
Señor, había venido a nacer en ese ámbito tan sencillo que ellos, los pastores,
podían acudir a verlo.
Y dejando de
guardia al que –por suertes (¡mala suerte!)- le tocó quedarse al cuidado de los
rebaños, los demás se dispusieron a ir a ver lo que se les había anunciado.
Alguno comentó que una familia que se ha alojado en un establo debe ser una familia
necesitada, y que deben llevar algo. Y uno toma un requesón, otro un vellón de
las ovejas, otro una zalea, otro toma leche que tenia ordeñada…, y así van
reuniendo unas cuantas cosas de primera necesidad y así se ponen en camino.
No les costó
demasiado dar con el lugar por aquel rescoldo que había encendido a la entrada,
con el que Jose se había calentado y había dado un poquito de calor al lugar.
Desde dentro
ya se había puesto en guardia José, ante el murmullo de hombres que se acercaban
y que venían muy derechos hacia el lugar. ¿Quizá a reivindicar sus derechos de
aquel establo? Podría darles la explicación de que no habían tenido más remedio
que alojarse allí…
Los hombres se
presentaron con toda humildad y saludaron con toda reverencia: ¡habían recibido
aviso de ángeles, y venían a adorar al Niño! José se quedó de una pieza. María
oyó desde dentro y se le vinieron las lágrimas a los ojos: ¡Dios había
preparado su propia fiesta!
José se hizo a
un lado y los dejó pasar y se quedó en segundo plano y observó con enorme
devoción: los pastores se arrodillaron, adoraron, se sintieron transidos ante
la vista del Mesías, ¡del Señor! Y
con la mayor sencillez ofrecieron sus pobres dones y contaron todo lo que les
había ocurrido mientras guardaban sus ovejas… Y María conservaba todas estas
cosas meditándolas en su corazón… Es que si no es así, es para quedarse
paralizado.
EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO (Continuación)
ResponderEliminarEl sacramento del Matrimonio se lleva a cabo mediante una promesa hecha ante Dios y ante la Iglesia que es aceptada y sellada por Dios y se consuma por la unión corporal de los esposos. Dado que es Dios mismo quien anuda el vìnculo del matrimonio sacramental, este vìnculo une hasta la muerte de uno de los contrayentes.
El sacramento de Matrimonio se lo confieren el hombre y la mujer recíprocamente. El Presbìtero o el Diàcono invoca la Bendición de Dios sobre la pareja y es únicamente el testigo cualificado de que el matrimonio se celebra en las condiciones adecuadas y que la promesa se da completa y en público. El matrimonio sòlo tiene lugar cuando hay un "consentimiento matrimonial", Es decir,cuando el hombre y la mujer, libremente y sin temor o coacción quieren el matrimonio y cuando no están impedidos para contraerlo por otros compromisos naturales o eclesiales (matrimonio ya contraìdo o promesa del celibato). (Continuarà)
El Señor nos avisa de los peligros y nos invita a fiarnos de las inspiraciones del Espíritu Santo. No podemos quedarnos callados cuando tengamos que defender nuestra Fe, tampoco debemos callar cuando debemos hacer una corrección fraterna o manifestar abiertamente nuestras convicciones desde una actitud cristiana, aceptando las contrariedades consabidas, como auténticos testigos de Cristo, como San Esteban, proclamando sin miedo lo que había visto.
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