Liturgia
Así dice el Señor Dios: “Yo
envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí”. Malaquías (3, 1-4; 4, 5-6)
está anunciando al precursor, un personaje que viene destinado a purificar el
ambiente, y que ha de ser como lejía de
lavandero y como fuego de fundidor…, todo un revulsivo para que aquel
pueblo se vuelva hacia su Dios. Una repetición de Elías, el gran profeta de
Israel, que convertirá el corazón de los
padres hacia los hijos y de los hijos hacia sus padres (palabras que el
ángel anunció a Zacarías en su aparición junto al altar de las ofrendas.
En Lc 1, 57-66, a Isabel le han llegado los días del parto
y da a luz un niño, al que 8 días después va a circuncidar Zacarías. Los
familiares y amigos llaman ya al niño con el nombre de su padre, pero Isabel
corrige: No, que se va a llamar Juan.
No dan crédito porque nadie de la familia se ha llamado así, y porque no es
válido el testimonio de una mujer. Y preguntan a Zacarías, quien pide una
tablilla y escribe: JUAN ES SU NOMBRE. No dice que le van a poner “Juan” como
podían ponerle "Zacarías”. Dice tajantemente que JUAN es su nombre; que ya lo
trae puesto. Y como eso no puede ser más que una intervención de Dios, todos se
admiran. Y Zacarías rompe a hablar, lo que confirma mucho más a las claras que allí ha habido una obra
clara de Dios. Por eso la pregunta que se suscita: ¿Qué va a ser este niño?
No puedo menos que hacer una alusión que siempre me
subyuga: ¿Y cuál es MI NOMBRE? Porque ese se va componiendo a lo largo de la
vida, para conformarse finalmente con el NOMBRE que me tiene puesto Dios, y que
me ha de llevar a vivir cada momento más acorde con su voluntad.
RELATOS DE ADVIENTO
Solemos siempre imaginar piadosamente que aquella misma
noche de la llegada a Belén y de instalarse (si eso puede decirse) en aquel
establo, el Niño vino a nacer…
Hoy voy a imaginar que no fue así tan de pronto, y que
aquel matrimonio pasó aquella noche de espera en aquel lugar tan poco acogedor
pero que, en definitiva, les acogía…, les defendía de la intemperie mal que
bien. No estaban acostumbrados a una situación así y la noche, arrebujados en
sendas mantas, y sobre la dureza del suelo, amén de la incertidumbre de estar
casi a la vera del camino, no fue precisamente una noche muy descansada. José
permanecía en un duermevela vigilante, mientras María reposaba mejor sabiéndose
protegida y porque se sentía mucho más cansada. No pasó nadie por aquel camino
en toda la noche, y no tuvieron ningún sobresalto.
Con el alba, José se puso en pie, dio una vuelta alrededor
del lugar. Todo estaba en calma. Maria dormía. La claridad del horizonte parecía
aportar también algunas luces de esperanza, y José volvió a pensar que aun
podía haber remedio a aquella situación.
Cuando María despertó y cruzaron sus primeras palabras y
rezaron juntos sus Salmos mañaneros, José le preguntó a María cómo se
encontraba y si podría él ir a Belén y hacer nuevos tanteos de posibilidades
para tener un lugar de acogida más decoroso. Además habría que comprar alguna
cosa para comer, y él podía ofrecer sus servicios para alguna chapuza que les dejara
unas monedas.
Estaba bien…, aunque María parecía esbozar la sonrisa
amable de quien tiene asumido que Dios lleva las cosas de otra manera. Pero es
una forma prudente poner los medios que están al alcance humano, porque al
final es Dios quien hace las cosas a su manera.
José marchó al pueblo y ciudad de David, se empadronó (que
para eso habían venido) y dio sus vueltas por unos y otros corrillos de la
plaza intentando conversar, darse a conocer como descendiente de familia de
aquella ciudad, exponer su situación y solicitar las posibles ayudas, que
podían venir en forma de alguna chapuza que se le encomendara. Y es posible que
alguna cosa pudo hacer y que ganó unas perras con las que llevar algún alimento
a María.
Cuando regresó al establo, María permanecía sentada o
recostada, muy serena, muy gozosamente unida a ese Dios que llevaba en sus
entrañas… Se levantó para salir al encuentro de José y se intereso cómo le había
ido. Había detalles mejores y realidades que poco variaban el panorama. Quizás
puedan irse pronto a una casita –casi en las afueras- de que le han hablado,
pero de momento están donde están y se enfrentan a una noche como la anterior.
Salvo que María siente los síntomas de un parto cercano y que José no sabe si
debe volverse rápido a Belén para solicitar la venida de alguna partera que
pueda asistir a María.
EL SACRAMENTO DEL ORDEN (CONTINUACIÒN)
ResponderEliminarlA CELABRACIÒN DE ESTE SACRAMENTO.-la celebración de la ordenación den un obispo,de presbíteros o de diáconos, dada su importancia en la vida eclesial, exige el mayor concurso posible de fieles. Tendrá lugar preferentemente el domingo y en la catedral, con una solemnidad adaptada a las circunstancias. Tanto la ordenacio de obispo,presbìteros o diàcono, tienen el mismo dinamismo.
El lugar propio de la celebración es dentro de la Eucaristía.
El rito esencial para los tres grados, es la "imposición de manos" del obispo sobre la cabeza de cada uno de los ordenandos, así como por una oración consecratoria especìfica que pide a Dios la efusión del Espíritu Santo y de sus dones apropiados al ministerio para el cual el candidato es ordenado.
¿QUIEN PUEDE RECIBIR ESTE SACRAMENTO ?.-Sòlo el varòn bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación. Jesús eligió a hombres para formar el colegio de los doce Apòstoles y nlos Apòstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores que les sucederìan en sus tareas. Esta es la razón por las que las mujeres no reciben la oredenaciòn.
Nadie tiene derecho a recibir este sacramento de Orden. Nadie se arroga para sìn mismo este oficio.Al sacramento se es llamado por Dios.
Continuarà
Zacarías, acepta el plan de Dios, acepta que su hijo se llame Juan y recupera el habla al tiempo que recupera la fe; y empieza a bendecir al Señor por el hijo que le ha dado. El Señor está allí, con el niño, con Isabel y con Zacarías, de la misma manera que está con todos nosotros. Dios todos los días nos habla y espera nuestra respuesta de fe en Él, espera que escuchemos su Voz y que establezcamos un diálogo filial con Él, que le prestemos mucha atención para no perdernos lo que nos quiere revelar y que , como Zacarías abramos nuestros labios para cantar alabanzas y para dar gracias a Dios por todo lo que dispone, confiando en que será para nuestro bien.
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