LA VIDA “SOCIAL” DE NAZARET
Reconozco que
así como tal, nunca me la he planteado. Y
pienso que puede tener sentido intentarlo, aunque no tenemos datos para poder
avalar una meditación sobre el tema. O sí: uno por lo menos, porque el día que María
tuvo noticia de su pariente embarazada de 6 meses, no se quedó en Nazaret,
envuelta en su halo espiritual de muchacha a quien le habían anunciado su gran
misterio. Nos revela una sensibilidad expresa para abrirse al exterior. Y bien
podemos concluir que es precisamente la sensibilidad mucho más fina que da a la
persona su propia vida interior.
A ese tenor
podemos ya “reconstruir” otros detalles de la vida de María, muchacha alegre
que sabe llevar alegría, compañía, ayuda en cuanto sabe de alguna situación de
aquella pequeña población de Nazaret, o de su entorno más inmediato. Y no le era difícil enterarse porque ya la
conocían y era casi instintivo en sus vecinas acudir a ella, sabiendo de antemano
que tenían acogida cariñosa.
Ya era normal
en María que –a la caída de la tarde, y mientras José salía a la Plaza- se
sentara en la puerta de una u otra de aquellas vecinas cercanas, o se vinieran
ellas a la casa de María. Eran ratos de asueto, conversaciones que no tenían
otra trascendencia, pero que servían para compartir muchas cosas. Eso sí: no me la imagino metida en dimes y diretes,
y sí con ese gracejo especial para saber desviar hacia lo positivo lo que
hubiera surgido menos acorde con su pensamiento limpio. Que eso mismo era uno de los motivos que atraían
hacia ella y que hacían gustar de su compañía, porque todos se sentían con las
espaldas guardadas.
José era
también un hombre normal. Por su profesión o su trabajo no tenía más remedio
que alternar en conversaciones, visitar casas para tomar medidas o instalar algún
mueble que le habían encargado. Quien depende de un trabajo fuera de casa no
tiene más remedio que estar en contacto con unos y otros; tiene que salir a dar
unas vueltas para asegurarse encontrarlos en el momento oportuno. Y porque también eran momentos de alternar con los
paisanos del pueblo, porque José vivía la vida normal de un paisano. A más profundidad interior, a más capacidad
para captar “los sueños” de Dios, hay
también más finura para estar abierto a lo que viven sus paisanos, intuir sus
necesidades, y presentarse José –como quien no hace la cosa- allí donde puede
echar una mano.
Y Jesús… Tenía
que ser un niño muy vivaracho; esos niños que llevan la alegría en su ser
entero y que disfruta uno con solo mirarlo. Y como tenía tan buena índole, con
mucha más razón estaba siempre buscado por todos los otros niños, fuera en la
escuela, fuera a la hora de jugar un rato, o de estar juntos en pandilla. Ya adolescente, joven, las relaciones eran
mucho más personales. Cuando llegaba la
hora de salir a pasear por las afueras, era también un rato gozoso en contacto
con la naturaleza, una expansión que se agradecía, y que agradecían aquellos
compañeros o amigos, porque había en Jesús una capacidad de admiración que
contagiaba. Si hablamos del tiempo en
que ya tuvo que trabajar, que estar en contacto necesario con unos u otros, su
nobleza, honradez, actitudes de sinceridad, atraían y ayudaban a los que lo trataban
Que no
descartaría yo los días de “excursión” de la familia, y posiblemente junto a
otras familias. Días más especiales, situaciones más festivas, y era una manera
de romper la monotonía y tener una salida de lo corriente. Porque celebrar es una forma muy positiva en
la vida de la persona, de la familia.
¿Por qué he
tomado este tema de “poco uso” al contemplar a la familia de Nazaret? Precisamente porque se use poco. Porque los pensamientos humanos tratan de
identificar “persona espiritual” con persona apartada, extraña, reservada… También lo que planteado porque ahora surgiría
la pregunta: ¿lo imaginas de otra manera? ¿Pensarías en esas tres personas de la Sagrada
Familia metidos en sus cuatro paredes sin más relación que la necesaria, basándonos precisamente en la profundidad de
su vida interior? Es claro que a mi
pensamiento se despega esa concepción de la vida espiritual. Y entonces pienso que puede ayudar esta
explicitación de que el hecho de una profundidad interior, proyecta hacia una
comunicación fluida con los semejantes.
Vivir en sociedad nos facilita los medios materiales y espirituales necesarias para desarrollar la vida espiritualy la sobrenatural.Esta convivencia es fuente de bienes,pero también de obligaciones en las esferas que tiene lugar nuestra existencia:familia,vecindad,trabajo...Estas obligaciones tienen un carácter moral por la relación del hombre a su último fin:DIOS.Su observancia o incumplimiento nos acerca o nos separa del Señor.
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