ESTÁ A PUNTO LA HORA DE DIOS
Yo me he adelantado a José y
María. He buscado por allí unas ramas y
las he atado en forma de escoba, y me he puesto a barrer el lugar… Y he recogido
de los alrededores un poco de musgo y de pajas, para poder servir de lecho
cuando llegue María, extienda José una manta sobre aquellas pajas, y pueda allí
María reclinarse y tener ese pequeña “comodidad” y reposo tras esa mañana tan
difícil que ha vivido. José ahora da
esos toques propios de quien ama y de quien tiene dentro una capacidad
espiritual que le sensibiliza mejor para ls finuras de corazón. Aunque sin elementos, sin medios, sin más bagaje
material que el que pudieron montar sobre la borriquilla. Luego, el ingenio de ese amor a María y ese
temblor del alma ante todo el cúmulo de lo imprevisto e imprevisible, cuando se
llega a captar que es Dios quien hace las cosas a su manera, que supera y
desborda cualquier planteamiento humano.
José aprovechó el tiempo para
reunir ramas secas que amontonó a la entrada de “aquel lugar”, porque conforme
se iba echando la tarde se iba a necesitar encender un fuego protector…, no
sólo para defenderse del frío sino para ahuyentar a algún animal que pudiera
merodear por allí.
Después, esperar. Hacer mil
veces el paso hacia el interior para observar a María y ver si necesitaba
algo. María o se había quedado vencida
por el sueño y el cansancio, o estaba viviendo en ese mundo interior de su
propio corazón, Arca de vivencias internas, en donde alberga una riqueza tan
grande…
Y cundo un silencio profundo lo
llenaba todo, y la noche llegaba a su mitad, tu omnipotente PALABRA
descendió del Cielo a la Tierra…, y se hizo visible en los brazos de María,
no sabe Ella ni cómo. Eso que ya cité
del autor que describe el momento como el
paso de los rayos del sol por el cristal, que lo traspasan sin romperlo ni
mancharlo.
José, que vigilaba a la entrada
y se calentaba en la pequeña hoguera, oyó un llanto de niño y se quedó casi
traspuesto en el alma, aunque ágil en sus pies, entrando raudo en donde estaba
María…, ¡y encontrarse con que Ella abrazaba y protegía del frío… UN NIÑO… Un Niño recién nacido…, esa pequeñez humana
indefensa…, ESA OMNIPOTENCIA DE DIOS hecha tan nada y a la vez siendo el autor
del universo, el Hijo del Altísimo, el Esperado de las Naciones… José se quedó sin palabras. Miró extasiado, y cayó de rodillas. Temblaba de
emoción y por sus mejillas se deslizaban dos lágrimas… N dijo aquello que más
tarde pronunciaría Simeón de que ya puedo
morir en paz, ya que José sabía que sabía que Dios lo había colocado allí
para algo…, y que a él le tocaba la responsabilidad de llevar adelante una
misión en todo aquel misterio de Dios.
La noche no era tan noche. Brillaba en ella UNA LUZ GRANDE, aunque nadie
la conocía en el mundo exterior. El
mundo dormía, aunque Belén era en este instante EL ARCA DE DIOS VIVO, que ya
dejaba sn sentido los símbolos venerables del Arca del Santa Santorum del
Templo de Jerusalén.
ésto sí que es de moviola...
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