NAZARET: LA FE
No
es un tema fácil. Porque si lo abordamos desde el sentido popular de la fe, sería
demasiado fácil, y eso ya nos equivocaría. En el sentido que manejaos frecuentemente, se
dice con toda rapidez: tengo mucha fe…¸estoy
perdiendo la fe, como el que tiene una jarra llena de agua o se le está
acabando. Una fe que “cree” más con la
cabeza, con el sentimiento… Luego habrá que ver sus efectos, el compromiso que
comporta en a vida de la persona. Y eso
esto lo que habremos de buscar en LA FE de la Sagrada Familia…, en la fe de cada
uno de los miembros de aquella familia. Y poco podremos decir con los datos que nos da
expresamente el Evangelio, si no es que nos remontamos a sus orígenes.
Por eso creo
oportuno presentar diversas concepciones de LA FE, para que luego podamos
entrar en la aplicación o realización que tiene en la vida de María, José y Jesús.
La descripción
más escueta y teológica la dio el Concilio Ecuménico de Trento: La fe es la raíz de toda santidad [“justificación”
es la expresión exacta del Concilio]. Tan
teológica que no sería precisamente la que menjor nos ayudara a explicar o
comprender. Por otra parte, tan fácil de
entender si pensamos que aquella Familia de Nazaret vive su fe hasta los grados
más completos de una santidad de cada uno de sus miembros.
El Catecismo
nos enseñó que la fe es la aceptación de
lo que Dios revela, porque reconocemos su autoridad y su verdad, que no puede
ni engañarse ni engañarnos. Otra descripción
útil para entender que la fe es rendir nuestra mente a lo que diga Dios. No tanto porque tocamos, palpamos,
comprendemos, sino porque lo ha dicho Él, que es Verdadero. Y ese concepto
viene a ser el que cree definir la propia fe nuestra: si Dios lo ha dicho, basta. Y es muy exacto para empezar a hablar de la
fe de José, María y Jesús. Pero se
quedaría en el comienzo.
Una descripción
más vital la dio aquella sencilla fórmula: La
fe es la capacidad para aceptar (sobrellevar y sobrepasar) la duda. Entra en un terreno muy vivo, muy
diario. Las cosas no son tan simples
como para creer de verdad y a pie juntillas cuando surgen situaciones
personales en las que uno no sabe por dónde tirar ante realidades que le azotan
en la vida. Una pregunta tácita o expresa surge instintivamente: ¿dónde estaba Dios?, ¿por qué me sucede esto?,
etc. La duda que nos levantan los hechos
de la vida, las noticias, las afirmaciones que nos llegan, las “novedades” que
trastornan nuestra rutina creyente. [Tenemos
tan reciente el escándalo ante el libro del Papa]. Evidentemente si no hay capacidad para
aceptar la duda, guardar en el corazón, investigar, sobrepasar eso que nos ha
tambaleado, lo que está en entredicho es nuestra propia fe: ¿de qué fe estaríamos
hablando cuando decimos que tenemos mucha o poca fe? En la Sagrada Familia hay realidades que
provocan dudas muy fuertes. Pero que se
sobrepasan desde la auténtica fe de aquellos tres componentes de la Familia. Ahora lo veremos.
Una última
descripción: la fe es enamoramiento. Fe y amor siguen siempre el mismo esquema. El que ama, cree. El que cree, ama. O sea: el que cree y ama, se compromete…,
queda comprometido vitalmente por su fe.
Pensamos en
MARÍA. Una jovencita casadera y –de hecho- prometida y comprometida ya en
matrimonio. Un día Dios llega a Ella y
le pone delante un proyecto que altera todos los planes…, que compromete una
respuesta…, y que esa respuesta compromete no sólo su vida sino el futuro que
tenía ella pensado. En su fe, no pone
obstáculo, pero hace una pregunta rendida ante la llamada de Dios: ¿Qué quieres,
qué tengo que hacer, puesto que yo aún no
vivo maritalmente con varón? Y
cuando Dios le dice que todo es cosa de Dios y que El hará, María sobrepasa
toda duda, toda dificultad, todo pensamiento, todo proyecto personal. Y
compromete toda su persona y su voluntad: Yo
estoy a disposición; hágase en mí según
quieres.
O sea: no se
ha quedado en una fe de entendimiento, de aceptación mental, de mujer piadosa. Ha
comprometido todo su ser, ha aceptado y sobrepasado toda duda; es una muchacha
tan enamorada de Dios que llega a comprometer –en un instante- aún su propio
amor a José, si eso es necesario.
JOSÉ,
definido como varón justo (=cabal,
bueno de corazón). Tiene su ilusión,
como varón, como judío, de crear un hogar con María –su ya prometida- y llenar
su hogar de hijos. Y un día se topa con
la más terrible duda que podía presentarse. Su novia y prometida está encinta, y él no
tiene nada que ver en ello. La duda
recorre todo su horizonte. Aquello no puede explicarse porque nunca hubo una
concepción sin intervenir varón. ¿Qué ha ocurrido allí? Por una parte no quiere dudar de María, ni
hacerle daño. Por otra parte, la
realidad es la que es. ¿Puede permanecer impávido?
Duda
espantosa y atenazante. Se acuesta hecho polvo y ya no tiene más salida que
huir, desaparecer. Y en sueños –lo que
equivale a la bruma de la nueva duda que nada deja evidente…, y sin embargo es
duda que se ilumina bajo la inspiración en
sueños en que “oye” que Dios es quien lleva el caso a su manera; que no
tema; que siga todo adelante como si nada pasara...-, José pliega toda su mente
y su corazón y su ser…, y recibe a María
en su casa. Esto es LA FE. Está comprometido hasta las orejas y, en la
duda, doblega su razón, su pensamiento, su decisión de irse… José compromete
toda su persona en un misterioso proyecto… Porque está enamorado de Dios y se
pliega totalmente a Dios
JESÚS vive
treinta años metido en Nazaret. Cualquier
compañero del pueblo se casa en la edad normalmente joven en que lo hacían los
judíos. Jesús esta allí… Tanto José como
María se preguntarían muchas veces qué haría Jesús. Jesús n se mueve. ¿Porque ha muerto ya José y
está ocupándose de su madre? No hubiera sido
el único hijo de viuda que contrajera matrimonio sin dejar a la madre. Hay algo más.
Jesús está allí porque todavía no ha hablado Dios. Porque Jesús está a la espera, a la
escucha. Y Dios sigue callado. ¿Dudas?
Debieron surgir muchas en María y en Jesús. Y sobrellevan y sobrepasan ese silencio de
Dios. Hasta que Dios puso en Jesús una
lucecita, todavía no totalmente definida, y Jesús vio que había llegado el
momento. Así lo comunicó a María. No sabía
a ciencia cierta hacia dónde y hacia qué.
Y salió en busca de aquel movimiento religioso que Juan Bautista llevaba
en el Jordán, predicando un bautismo de
penitencia… En él se enrola Jesús…,
hasta que allí se manifiesta e Padre, y Jesús experimenta SU VOCACIÓN: Hijo amado –Mesías- en quien se complace Dios…, y al que hay que escuchar. Y Jesús entrega toda su vida a hacer
lo que agrada al Padre, con una misión que ahora ha quedado definida.
Sólo en ese
análisis profundo de las realidades que tenemos delante, entenderemos ahora lo
que fue la FE DE AQUELLA FAMILIA. No precisamente la fe “devota” o de
sensibilidades religiosas, sino de compromisos
vitales que abarcan la vida y el ser entero.
Me suscita lo siguiente, y escribo de seguido lo que me sale en este momento.
ResponderEliminarCREO EN LA IGLESIA. Eso significa para mi que todo lo que la Iglesia me propone y me enseña para ser creído, forma también parte de mi fe. Mi fe no tiene nada que ver con la absoluta comprensión de todas las cosas. Simplemente me fío de la Iglesia, y se que Dios quiere de mi que me fíe de la Iglesia. La Iglesia es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA.
Si creyere en algo diferente a lo que la Iglesia me enseña, me pondría al margen de la Iglesia, frente a la Iglesia, contra la Iglesia. Eso es típico de las sectas protestantes, en las que cada iglesita tiene un papita al que siguen, y cuando no estás de acuerdo con el papita de tu iglesia, tu mismo te conviertes en papita y fundas tu propia secta para confundir a otros.
"CREO EN LOS CURAS". Esta expresión típicamente utilizada por personas que no frecuentan la Iglesia o que discrepan en doctrinas de la Iglesia, no se dan cuenta que no se trata de creer en los curas, sino de "creer al cura", cuando el cura está totalmente de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia. En caso de que no fuera así, no habría que creer lo que dice el cura. Por otro lado, es incorrecto usar esta expresión, porque yo no creo en los curas, es decir, mi fe no está puesta en los curas, sino en la Palabra de Dios, es decir, en Dios mismo, nuestro Señor Jesucristo. El cura es una persona que se dedica a anunciar el Evangelio y enseñar la verdad, siendo fiel a la Iglesia.
Se me olvidó añadir, que no es por alarmar a nadie, sino por alertar, pero dentro de la Iglesia Católica también existen papitas que pretenden llevar adelante sus propios criterios a veces en contra del Magisterio de la Iglesia. Un ejemplo: Los partidarios de la mal llamada teología de la liberación. A eso me refiero por ejemplo con "papitas" dentro de nuestra Iglesia. Esos constituyen un peligro para la fe, y hay que tenerlos localizados y protegerse de ellos. Como dijo uno de los padres de la Iglesia, "una gota de veneno en un vaso de leche envenena toda la leche" (no es textual).
ResponderEliminarDesde luego yo tengo claro, que conmigo se toparan y que me voy a batir a fondo por tenerlos localizados, porque tengo la obligación de defender la fe de la Iglesia. Por eso digo y siempre he dicho, que el que se esconde detrás de un anónimo es porque no quiere ser conocido, y si no quiere ser conocido, y escribe ciertas cosas, pues "blanco y en botella".