ENTRADA EN LA VIDA PÚBLICA
Pasada la celebración
del bautismo de Jesús, tenemos unos domingos intermedios de los del tiempo ordinario, que nos ponen ante
hechos de la Vida Pública de Jesús. Y juntamente, nos orientan hacia la vida de
la Iglesia.
Se abren las lecturas con un anhelo
jubiloso de Isaías, que siente que no puede callar su gozo porque la presencia
de Dios y su santidad llamean como antorcha,
y los pueblos tendrán un nombre nuevo
pronunciado por la boca del Señor. “Un
nombre nuevo” es todo un proyecto de Dios, para hacer de esta Iglesia una
corona para el Señor u una diadema regia que la Iglesia ofrece a Dios. Y Dios encuentra con esta nueva humanidad un
gozo tan fuerte como el que experimenta un esposo con sus esposa. Imagen
bellísima para expresar el, proyecto de Dios con esta Iglesia que es como el
comienzo de nueva era en la historia de la humanidad.
El evangelio de San Juan lleva
siempre mucho más sentido que el que aparece a primera vista. Hoy –un lector simple-
se queda con la falta de vino de aquella boda, la intervención de María y el
milagro de Jesús. Y sin embargo San Juan
está mucho más allá. Si observamos, el
evangelio de San Juan comienza con las mismas palabras con que se inicia la
Biblia (el Génesis, la historia de la Creación). San Juan concibe la llegada de Jesús como una
creación nueva Pero en aquella historia primitiva el pecado
vino a destruir el proyecto de Dios. Y Dios rehízo un segundo plan con otra
MUJER, q2ue traería a un DESCENDIENTE, el que dominaría a la serpiente infernal
“aplastándole la cabeza”. Cuando ahora San Juan saca aquí la acción de
María, la presenta como LA NUEVA MUJER.
Jesús mismo no le dice: “Madre”, sin “Mujer”, porque San Juan está
yéndose en su relato al valor de aquella Mujer que introduce al
Descendiente. Y aquí María, Mujer nueva
en este nuevo período de la historia, es introductora de Jesús, en el que creen
sus discípulos por aquel signo que
trae un vino nuevo. Nuevo y mejor, hasta llamar a atención del mayordomo.
No es tampoco un hecho más o menos
llamativo, sino de enorme significado:
el vino viejo del antiguo
testamento se ha acabado aquí. Tan totalmente acabado que ya no tienen vino. No cabe siquiera “multiplicar” el vino viejo,
porque ya no queda. Ahora hay que
empezar de cero…, del agua… (como aquellas aguas que regaban el Paraíso). Y así, precisamente, como nueva creación, y
creación mucho más perfecta, Jesús da un vino tan excelente que admira y extraña
al mayordomo. En realidad el vino nuevo
es otra cosa… Representa esa novedad
del propio Jesús, ese Nuevo Testamento, esa nueva era, en la que no cabe simple
parcheo de lo anterior sino auténtica novedad: a vino nuevo, odres nuevos.
Esta es el proyecto de Jesucristo
sobre su Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios. Este pueblo que ya no se construye
desde los mandamientos que mandan o prohíben, sino desde las gracias particulares del
Espíritu (los llamados carismas),
que son esos múltiples impulsos de Dios para ir realizando el bien más
amplio, desde el sentido nuevo de la relación con Dios, que no es tanto un
precepto cuanto ese Espíritu de Dios que habita en nuestros corazones. Y que es tan amplio que abarca toda la vida
de la Iglesia.
Finalmente el vino nuevo de Caná, vino llamativo a los ojos de aquel mayordomo,
se acaba haciendo mucho más llamativo cuando se encuentra uno
con ese VINO DE LA SANGRE DE CRISTO,
que es –finalmente- el que culmina la nueva creación que ha desarrollado San
Juan en su lenguaje simbólico de esta narración.
En lo que es una reflexión sobre
esta descripción del evangelista, nos quedan como dos palabra de María, que nos
deben ayudar: una, cuando María se acerque a cada uno de nosotros y nos ponga
delante qué nos falta. “No tienen
vino”, no es más que una carencia material.
Pero puede ser que María nos pudiera advertir de otras carencias más de
fondo. Y que la mirada profunda de una madre nos diga –como quien nada dice-: No tienes…, debe suponer una base de
revisión personal para adquirir eso que nos falta…, para tomarnos ese trabajo
de acarrear “litros de agua”…, hasta dejar
a Jesús el camino abierto para transformar lo insípido que hay en mí en
una novedad que llene mejor mi vida.
La otra palabra de María: Haced lo que Él os diga”, es una
síntesis de toda la vida cristiana: buscar hacer siempre lo que Él nos diga…, lo que agrada a Dios.
Este pasaje del Evangelio de San Juan, que se proclama hoy, es para mi desde hace tan sólo unos años, un claro ejemplo de la poderosa intercesión de la Bienaventurada Virgen María, escuchada por el Hijo aún como si fuera "a destiempo".
ResponderEliminarEso me anima mucho a acudir a Nuestra Madre del Cielo, aunque lo que más me parece es que ella está pendiente de nuestras necesidades también, aún sin pedir nada, a semejanza de las Bodas de Caná, en virtud de los méritos y de la Mediación de Jesucristo. Quizás por esa razón, yo nunca he sido de pedirle mucho a la Virgen. Más bien, me quedo contemplando, y en esa contemplación obtengo la tranquilidad del que no está sólo y sabe que Dios nos ama.
"LLENAD DE AGUA LAS TINAJAS",nos dice el Señor.No dejemos que la rutina,la impaciencia,la pereza,dejen a medio realizar nuestros diarios.Lo nuestro es poca cosa;pero el Señor quire disponer de ello.Pudo realizar igual el milagro con las tinajas vacías,pero quiso que los hombres cooperaran con su esfuerzo y con los medios a su alcance.Luego Él hizo el milagro a petición de su Madre.
ResponderEliminarSan Juan subraya que se trataba de seis tinajas de piedra con una capacidad cien litros cada una,para poner de manifiesto,la abundancia del don,pues una de las señales de la llegada del Mesías era la abundancia.
Quiero añadir un detalle a tan buenas ideas y reflexiones sobre el evangelio de hoy y es respecto al número de tinajas. Jesús transforma el agua de seis tinajas en vino nuevo. El símbolo numérico de imperfección es el seis (6 = 7-1). Ni siquiera llenas a rebosar las seis tinajas del sistema judío de purificación pueden satisfacer las necesidades de la boda, o sea no pueden proporcionar la salvación de la era mesiánica.
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