PALABRA VIVA Y EFICAZ
Hoy hago un corte en
el tema de Nazaret. La lectura primera
de la carta a los Hebreos nos pone ante la PALABRA. Y la verdad es que si alguna vez tomáramos en
serio LA PALABRA, aquí necesitaríamos un hondo examen de conciencia. Porque la
Palabra de Dios ES VIVA Y EFICAZ.
Si es viva, no es letra simplemente escrita, simplemente meditable, simplemente
piadosa. Si es VIVA no puede quedarse en letra muerta. Y eso tiene una consecuencia esencial: Es EFICAZ. Actúa. Exige. Cuestiona, tajante como espada de doble
filo, PENETRANTE hasta las
entrañas mismas del alma y del cuerpo.
Nos basta ir tomando
cada una de esas características para que ya nos susciten muchas preguntas… Porque eso que dice ahí es SÍ o SÍ. Y
por tanto no puede quedarse al poco más o menos…, no puede dejarnos mirando.
Sigue: JUZGA los deseos e intenciones del corazón.
Nada se oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de Aquel a
quien hemos de rendir cuentas. Ya lo
había anunciado Jesús: “El Padre no juzga.
Yo no juzgo. Tenéis quien os
juzgue: LA PALABRA”. O sea:
que no hace falta que nadie venga a decirnos lo que tenemos o no tenemos
que hacer…, lo que falla o no falla en uno mismo. La criba que separa el trigo de la paja, la
verdad de la mentira, la sinceridad del corazón de los camuflajes y
justificaciones, ES LA PALABRA…, el encuentro honrado, de cara, a lo que vamos
viendo –leyendo, meditando, parándonos detenidamente- en LA PALABRA DE DIOS.
Una
consecuencia doblemente significativa es mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un Sumo Sacerdote…, que no
es incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado
exactamente a nosotros, menos en el pecado.
Establecida
la verdad importantísima de esa penetración exigente de LA PALABRA, viene un
complemento: bien puede comprender Jesús
nuestra falta de respuesta, porque Él mismo ha estado sometido a las
debilidades humanas. “Salvo en el pecado”
no es una sordina a lo demás, sino la única excepción. Pero lo que permanece en directo es la capacidad
de Jesús de compadecerse de nuestras debilidades, dado que Él ha pasado por
todas, exactamente como nosotros.
¡Anda que no nos cuesta trabajo aplicar esto a la vida diaria, a la
conversación diaria, y hasta a la meditación con el Evangelio, al que acabamos
haciendo “un puro milagro”, en vez de saber adentrarnos en esa humanidad de
Jesús, tan absoluta y tan sin trampa!
Consecuencia
final: Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia para alcanzar
misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Seguro que aquí ha respirado uno muy hondo… ¡Ya
está suavizado lo primero!, lo exigente, tajante, vivo, eficaz y que juzga por
dentro! Ya hemos encontrado la sordina.
Podremos ahora seguir meditando piadosamente.
Y sin embargo lo que necesitamos es mantener todo ese comienzo como
actitud que nos pide y no nos debe dejar “tranquilos” (falsamente
tranquilos). Porque nuestro deber de
amor a Dios y a su Palabra es sentirnos constantemente cuestionados por cada
Palabra que tomamos entre manos. Y como –dentro
de todo eso- nuestras debilidades nos serán escollos y obstáculos en el camino,
“mantengamos la fe en el Sacerdote Jesús
que ha pasado nuestras debilidades y tiene capacidad de compadecerse. Lo que no nos quita ni un ápice de exigencia.
Sencillamente, ¡ahora nos sentimos más exigidos todavía!, porque ya no e
cuestión de ser más o menos “buenos”!
Ahora hay un acicate mucho más fuerte para
convertir nuestra vida en exigencia de amor hacia Jesús, hacia la Palabra de
Jesús, hacia Dios, a quien queremos agradar mucho más allá que “las obligaciones”. Es la diferencia substancial del “hijo” y del
“siervo”.
Ante nuestras debilidades como seres humanos, está la exigencia de ser fieles al Evangelio y enseñanzas de Jesús. Tal vez, hemos creado una consciencia (o autocreado, que puede ser), en la que como acto de falta de humildad no admitimos esas fragilidades, fallos..., pero no por su carga negativa, sino por un no admitir que somos débiles y ello, nos cuesta a algunos. A veces, entendemos nuestras caidas desde la soberbia de quien piensa que todo lo puede "para" Dios, y hemos de vivir y experimentar (al menos es mi caso), que lo que puedo y lo que no puedo es "con" el Señor. No puedo convertirme en reo y juez, convirtiendo al Señor en mero espectador de nuestro propio juicio. La autenticidad de nuestra propia aceptación de nuestras limitaciones, no ha de llevarnos a la autonegatividad ni a la petición ñoña e inmadura al Señor de fortaleza, sino a caminar en Su Palabra sabiéndonos acompañados, comprendidos y amados por El.
ResponderEliminarConocer mi debilidad y pequeñez´me lleva a exigirme fidelidad al Señor hasta en lo sucesos que pueden parecer como indiferentes,porque,si no me sirven para unirme más a El,¿Para qué nos habrían de servir si no nos llevan a Cristo?.
ResponderEliminarCAMINA EN MI PRESENCIA CON FIDELIDAD.GUARDA EL PACTO QUE HAGO CONTIGO,nos está diciendo Dios continuamente en la intimidad de nuestro corazón.
Esto me recuerda algo que me pasó recientemente. Cuando un amigo me llamó expresamente para manifestarme su condolencia por la muerte de mi padre hace tan sólo unos días. Pero no se quedó en la condolencia, sino que encima quiso venir a estar con nosotros en el momento difícil. Es ahí donde uno ve como la Palabra se hace vida, viva y eficaz y no se queda en letra muerta. Y le da uno gracias a Dios, porque eso te motiva a dar ejemplo, a imitar los ejemplos de personas que manifiestan a veces con su vida, que la Palabra es VIVA.
ResponderEliminarY es que no hay mejor predicación que la de la puesta en práctica de las enseñanzas del Evangelio.
ola
ResponderEliminarojalaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa me 20000020202020202
ResponderEliminares feooooooooooooooooo cambiale de nombre
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