El nuevo plazo
Lo primero
que Jesús ha hecho al salir a su vida pública ha sido anunciar el final de un
plazo y el comienzo de otro. Otro al que no se accede subiendo solamente un
escalón, sino dándose la vuelta de 180 grados y emprendiendo la nueva
dirección: la del reino de Dios que ya está cerca…, tan cerca que Él lo
trae y Él ya está allí. No será seguir
con lo que había, sino entrar en los interiores de la persona y desde ahí
entrar en una nueva dimensión de la relación del hombre con Dios.
Por eso va caminando por la playa y
parecería que curiosea los trabajos de los pescadores que remiendan sus redes antes
de volver a la faena, pero en realidad va con su plan nuevo en el alma. Vio seguramente
a muchos pescadores que realizaban los mismos preparativos… Y vio también a Simón y a su hermano Andrés
que estaban echando la red en el mar. Se
detuvo y los miró… Y se dirigió a ellos
personalmente y los llamó: Venid conmigo
y os haré pescadores de hombres.
Poco podían comprender aquellos
pescadores de lo que les hablaba Jesús. Pero sí les había ganado –casi instintivamente-
aquel personaje que se dirigía a ellos y los llamaba de aquella manera tan
personal: Venid conmigo. No aportaba ningún título para hacerle
aquella llamada a ir con Él, y sin
embargo les atraía ya aquella invitación tan personal. Les añadía algo que para
ellos no era muy comprensible: lo de pescar
hombres. Pero tampoco aquello les suponía más motivo. Lo verdaderamente atrayente era el personaje
mismo y la manera de dirigirse a ellos.
No esperaron más; no dijeron que en un momento estaban con Él, pero que
iban a recoger las redes o a encargarles a otros… Dejaron todo como estaba y en el punto que
estaba, y al punto, dejadas las redes,
lo siguieron. Esto es el “nuevo
plazo”. Éste es el cambio esencial. Así
es como Jesús está queriendo.
Y se repite la escena unos metros
más adelante con otros dos hermanos, Juan y Santiago. Ellos no estaban con las
redes en el mar sino recomponiéndolas, junto a su padre y unos jornaleros. Y Jesús repite el estilo de llamada, que
incluso es más escueta: Los llamó. No
hubo más explicación. Quizás la explicación era sencillamente que Andrés y
Simón ya iban a su lado… Y Juan y
Santiago dejan todo en el punto que estaba, dejan a su padre y a los otros
compañeros de trabajo, y se van tras de Jesús. No saben adónde. Lo que les consta es que Jesús los ha llamado.
Todo esto es esa novedad, “nuevo
plazo”, reino de Dios que está llegando. Por dónde saldrá todo eso no lo saben. No han
preguntado. Se han fiado. Ha sido la Persona de Jesús la que ha ejercido esa
fuera de imán sobre ellos. Y lo que venga detrás, ya irá viéndose. Pero lo
primero era ese paso incondicional de ir tras Él.
Todo esto debe ser muy
significativo para nosotros, para nuestro mundo, tan centrado en la “utilidad”,
en el “para qué sirve”, en la búsqueda de seguridades, o en la religión de “hacer”,
casi como una fiebre de eficacias que tienen que verse a la mano. Frente a eso, la llamada de Jesús es llamada
en pura fe, en pura confianza, en ir a fondo perdido, a sólo mirarlo a Él, a no
buscar “utilidades”.
Lo que sí está implicando es salir
de sí, dejarse a sí, aceptar el paso misterioso de “perder”, por la plena seguridad
que da la Persona de Jesús por sí misma.
Seguro que no perderemos. Pero no podemos empezar por querer tener
asegurada la salida de emergencia, sino tener psicología de barrenar las naves,
porque el que llama es fiel y eso basta.
Ahora nosotros tenemos que hacer
inventario de nuestras “redes”, de nuestras “barcas”, de nuestras “pescas”, de
nuestros medios de seguridad… Nuestras “costumbres”, nuestro “siempre se ha
hecho así”, nuestro “agarradero” a nuestra propias seguridades espirituales, a
nuestras particulares formas de vivir y expresar nuestra fe, del aferramiento a
lo que hicimos antes. Pude ser que
muchas cosas estén en orden y que deben seguir siendo. Pero habrá que plantear
si no se nos pedirán modos nuevos y actitudes dispuestas a dejar redes y barcas
muy nuestras pero que no nos dejan despegarnos para irnos a lo que es el
seguimiento de Jesús a fondo perdido.
Lo del vino nuevo que requiere odres
nuevos, que tiene que tener traducciones mucho más reales y a veces
drásticas. Porque lo que es evidente es
que vivimos aferrados como lapas a “posesiones” personales. Y no hablo de
posesiones materiales. Hablo del
instintivo apego a aquello que se nos ha encargado antes, a personas que
intentamos poseer como “nuestras”, a “derechos” que damos por adquiridos y que
nos pertenecen y que nos tienen mucho más atados de lo que creemos. Y que pensamos que en nosotros es celo por la
gloria de Dios y servicios que prestamos…, pero que en el fondo acaban
constituyendo lo mío. Y eso lleva detrás los celos, los disgustos
interiores, las comparaciones y envidias, el malestar, el creerse injustamente
tratados, el resabio…, y mil maneras más que no dicen nada con estos
planteamientos evangélicos con lo que Cristo marca la pauta en este “nuevo
plazo”.
No es fácil entrar en un examen de
este tipo, porque se nos entrecruzan muchos prejuicios, y siempre tenemos una
justificación de apariencia espiritual.
Pero mirando a Andrés y Simón, a Santiago y Juan, caminando sin aparente
rumbo determinado…, pero apegados sólo a Jesús que los ha llamado, ya podremos
tener una pista de por dónde van las cosas.
Repetir hoy un comentario que hice ayer (ampliado), porque me viene al pelo.
ResponderEliminarQuedarse en el mismo lugar (no necesariamente físico), en la misma posición, en la misma actitud, el no cambiar nada de uno mismo, es aburrido y hace la vida del cristiano muy "sosa".
Además que si somos sosos, los que esperan para entrar, no entraran, y los que esperan para permanecer, posiblemente saldrán.
El que sigue a Cristo, debe optar por abrazar la novedad del Evangelio.
Sólo un problema a resolver. Se trata de sal. Esa no afecta al colesterol.
Hermosa parábola del sembrador!Cuánta sabiduria encierra¡.No hay terrenos demasiados duros o baldíos para Dios.
ResponderEliminarVivamos la alegría de la siembra,cada uno según su posibilidad.Todos los que siembran y los que siegan,los que plantan y los que riegan,han de ser necesariamente una sola cosa a fin de que buscando el mismo fin dediquen sus esfuerzos a la edificación de la Iglesia.