LITURGIA del Viernes de Ceniza
Está dirigida la liturgia a la práctica de la
vida cristiana desde el interior de la persona. El pueblo hebreo tenía muchas
prácticas religiosas pero se quedaban frecuentemente en lo externo. Y aún
ahora, cuando vemos orar a un judío, lo vemos “mover la cabeza como un junco”
en un movimiento de vaivén ante un muro. Pero mientras tanto –dice la 1ª
lectura (Is.58,1-9- buscáis vuestros
intereses y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis entre riñas y disputas,
dando puñetazos sin piedad. Y entonces les advierte: No ayunéis como ahora. El ayuno que yo quiero es éste: abrir las
prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los
oprimidos, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte
a tu propia carne, En traducción a nuestro pensamiento, equivale a todo lo
que sea un modo de respeto al prójimo y de ejercitar la caridad cristiana, no
apabullando a nadie con nuestros egoísmos y encerramientos del propio yo.
Es el mismo argumento subyacente en el evangelio
(Mt.9,14-15), en que Jesús explica que sus discípulos no siguen los ayunos
rituales porque ahora están con él y están aprendiendo actitudes más profundas
e internas. Un día llegará –dice el Señor- en que yo no esté con ellos y
entonces tendrán su propia lucha ante la vida.
Es la lucha que nosotros tenemos; ya no tenemos a Jesús a
nuestro lado físicamente como aquellos apóstoles, y nuestro caminar diario es
una lucha para estar en la órbita de la enseñanza de Jesús y de la Iglesia.
Cuando llegó la
tarde, vino Jesús con los Doce. (Mc.14,17-18. 25). Hemos dejado a Jesús en
Betania con 10 de sus discípulos, sobrellevando de la mejor manera la actitud
hosca de Judas, pretendiendo Jesús acercarse a él, pero sin mucho fruto. Pasado
el mediodía y empezando las horas de la tarde, Jesús pone en pie a los
apóstoles y se despide de la familia de Betania, y emprende su último camino a
Jerusalén, sabedor de que va abocado a la muerte.
Antes de las 6 de la tarde ya estaba Jesús y los suyos en
Jerusalén, y caminaban con él sin saber ellos adónde se dirigían, y un Judas
que siempre se ponía detrás y que iba como a remolque del grupo.
Llegaron a la casa que bien conocía Jesús. Saludó al dueño,
que lo más natural sería que lo conocían también los discípulos, y los condujo
a la sala alta. Cuando llegó la hora
(Lc.22,14-18) se puso él a la mesa con sus discípulos. Y ahora es cuando
Jesús deja salir sus sentimientos más profundos, en un vaciarse en confianza
con los suyos. Y les dice: He deseado ardientemente
comer esta Pascua con vosotros antes de padecer. Porque os digo que ya no la
comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios. Debía estar con el corazón
como una fragua, en el doble pensamiento del comer aquella Pascua con ellos, y
que era precisamente “antes de padecer”. Porque ya sabía él que eran sus
últimas horas.
Y de las 4 copas que el ritual señalaba para aquella noche,
tomó una y la pasó a sus discípulos: Tomadla
y repartidla entre vosotros. Porque en verdad os digo que ya no volveré a beber
el fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios. Remachaba la idea.
Tenían ellos que convencerse que él sabía adónde se dirigía. No le traicionaba
Judas sin que él lo supiera. Iba abierto al padecer.
Bien podríamos pensar que los apóstoles estuviesen
entrecortados sin atreverse ni a hablar, cuando ya se veía sobre la marcha que
la cosa iba en serio y a la inmediata.
Sin embargo San Lucas nos pone en un escenario
completamente distinto (22,24-30) nos presenta a los apóstoles discutiendo
entre ellos cuál era el mayor. No se lo explica uno, pero así nos los comunica
el evangelista. Jesús tuvo que intervenir, rompiendo lo sagrado del momento
para enseñarles que están haciendo como los poderosos de la tierra y como los
gentiles. Y les advierte: No así entre
vosotros, sino que el mayor sea como el menor, y el que manda como el que
sirve.
[SINOPSIS267/268] [QUIÉN ES ESTE pg.80-81]
¿No será que se repite la escena –de otras formas
peculiares- cuando a propósito de la Semana Santa y la Pasión de Jesucristo, se
producen hoy día tensiones de “primero yo”, o de desviarse del tema principal
por motivos absolutamente ajenos al misterio que se está representando ante
nuestros ojos? ¡Cuánto tendremos que aprender en nuestros días de los mismos
textos evangélicos!
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