LITURGIA
Un nuevo paso en el itinerario cuaresmal: Hemos
visto ya el sentido de la penitencia, la oracion, la conciencia. Hoy nos pone
ante los mandatos y enseñanzas de Dios y de la Iglesia. Cumplir leyes y decretos (Deut.26,16-19), las cosas más importantes
y las que pueden parecer de menor envergadura, pero que al fin y al cabo son
parte de la enseñanza de Dios y de la Iglesia. La Cuaresma nos ayuda a poner el
diapasón de la palabra de Dios para que allí donde hemos rebajado el tono, lo
rectifiquemos y nos hagamos fieles y obedientes a la palabra de Dios. Y Dios se
compromete a ser así nuestro Dios. Y elevarnos
por encima de todas las naciones, en gloria y esplendor. Y serás un pueblo
consagrado al Señor, como lo tiene prometido.
En el evangelio (Mt.5,43-48) viene a concretarse todo eso
en el amor al prójimo, incluido el enemigo (el que no es amigo, con el que no
estoy de acuerdo, el que me hace la vida más difícil…). Porque Dios es Dios de
todos, y actúa en beneficio de todos: Hace
salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.
Y concluye poniéndonos unas preguntas para examen: Si sólo amáis a los que os aman, ¿qué merito
tenéis? ¿En qué os diferenciáis de los paganos?
No se trata simplemente de “ser buenos”; hay que buscar ir
acercándose día a día a lo más perfecto, para irnos pareciendo así al propio
Dios.
[SINOPSIS 291; QUIÉN ES ESTE: pgs. 92-95]
Cuando Jesús acabó una segunda hora de oración y lucha,
volvió a intentar descansar con sus apóstoles escogidos. Pero volvían a estar
dormidos, porque sus ojos estaban
cargados y no sabían qué responderle (Mt 26), por la tristeza, dice San Lucas. La verdad es que esta vez ni les
habló. Mascó su dolorosa soledad y se volvió a su oracion, postrado ahora
totalmente en tierra, y en esa lucha de aceptación de su muerte, acabó por
poner tal fervor que entró en un sudor copioso, cuyas gotas caían al suelo, y
que Lucas, el médico, define como de
gotas de sangre. Puede ser la hemotidrosis que se produce cuando se ha
hecho un esfuerzo sobrehumano de aceptación, cuyo efecto es que las venas no
dan abasto para contener el impulso de la sangre y acaba saltando la sangre por los poros. O
puede ser una comparación para decir que el sudor era tan copioso que salía por
su cuerpo al modo que brota la sangre por una herida. Era un momento que Lc nos
define como agonía. Agonía es lucha
entre la vida y la muerte, y abocado casi a morir. Así llegó a sentirse Jesús
ante la perspectiva que él vislumbraba de su final. La sensación de una
terrible losa que lo aplasta contra el suelo y que ya no queda otra realidad
que la de dejarse destruir.
Su aspecto era deplorable: el sudor de su cuerpo pegado a
la tierra, le había manchado de barro su rostro y sus vestidos. Presentaba una
figura alarmante. Y cuando esta vez se vino a sus discípulos y los despertó,
debieron quedarse profundamente impactados. ¡Qué diferencia entre el Jesús que
ha llegado al Huerto y éste que se les pone ahora mismo por delante! Quedaron
sin palabras.
Y más, cuando ya Jesús les hablaba con tanta pena que por
una parte los dejaba dormir…, ya no le tenían que acompañar; ya había llevado
la lucha él solo. Por la otra parte era tarde para todo porque mientras ellos
han dormido, el traidor se ha movido con toda diligencia para traer al huerto
un amplio conjunto de personas para que no se vaya a escapar Jesús con alguna
de sus salidas. Judas había instruido a los que venían a prenderle,
advirtiéndole de cómo Jesús sabía salir siempre airoso de las situaciones. La
palabra triste de Jesús a sus tres discípulos, es ésta: Por mí ya podéis dormir y descansar. Lo que pasa es que ya no queda
tiempo para ese descanso: Ha llegado la
hora en que el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores (Mt.), ¡levantaos, vamos!, el traidor está
cerca (Mc.14,42).
En efecto: por entre los olivos, ya se veían las luces de
las antorchas, y se oía el rumor de un grupo numeroso de personas, que
entrechocaban sin pretenderlo sus espadas y sus palos.
San Juan habla de una cohorte. Eso supondría la implicación
del brazo civil, porque la cohorte era romana. Y se trataría de 500 hombres.
Parece exagerado. Es mucho más lógico que venía un grupo de criados y guardias
del templo, en los que tenían su autoridad los sacerdotes, y responde mejor a
las narraciones de los sinópticos.
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