LITURGIA
En el Levítico
(19,1-2.11-18), el Señor, por medio de Moisés, plantea la actitud fundamental
que ha de guardar un creyente:
"Sed
santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.
No robaréis ni defraudaréis ni engañaréis unos a otros.
No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo
soy el Señor.
No explotarás a tu prójimo ni lo robarás. No dormirá contigo hasta la
mañana siguiente el jornal del obrero.
No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezo al ciego. Teme a tu Dios. Yo
soy el Señor.
No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre
ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu prójimo.
No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida de
tu prójimo. Yo soy el Señor.
No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para
que no cargues tú con su pecado.
No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino
que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».
Queda planteada la santidad en vivir los mandatos de Dios.
Pero cuando llega Jesús y hace su planteamiento, se centra
en el amor y servicio al prójimo en los aspectos más diarios de la vida.
(Mt.25,31-46), en los que tenemos más a la mano, en los que ya suponen
actitudes. Y no son consejos sociales. Son la verdadera religión, la manera de
vivir la bendición de Dios, la pertenencia al Reino; dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, liberar al oprimido,
visitar al enfermo. Y todo eso porque en el pobre se está viendo al propio
Cristo y en el pobre se sirve a Cristo.
Ahora cada persona deberá hacer su aplicación concreta a lo
que tiene más a la mano, y en la manera de vivir esos principios fundamentales.
[SINOPSIS 270; QUIÉN ES ESTE, pg.83]
Viene como anillo al dedo el tema siguiente en el
desarrollo de aquella tarde de la Cena. Jesús ha lavado los pies a sus
apóstoles. Va y se desciñe la toalla, suelta la palangana y se pone el manto, y
ocupa su lugar en la mesa. Y con una solemnidad grande (Jn.13,12-20) les
explica eso que ellos no podían entender de primeras, y él se lo quiere
aclarar. ¿Sabéis lo que he hecho con
vosotros? Vosotros me llamáis Señor y Maestro, y decís bien, porque lo soy.
Pues si yo, el Señor y el Maestro os he
lavado los pies, es para que también vosotros os lavéis los pies unos a otros,
pues os he dado ejemplo para que hagáis entre vosotros lo que yo he hecho con
vosotros. Es natural que la enseñanza no es la de lavarse los pies
mutuamente sino la de vivir el amor cristiano y la humildad cristiana de
considerar al prójimo como a uno mismo, y que lo que uno quiere para sí, tiene
que practicarlo con los demás. Que no hay
siervo mayor que su señor. Seréis dichosos si sabiendo estas cosas, las
practicáis.
No está ausente del momento la situación que vive Jesús.
Por eso también ahora la retoma, con la intención de ese último cable al que
pueda asirse Judas, si le queda un mínimo de conciencia. Jesús añade: No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes
he escogido, pero tenía que cumplirse la Escritura: ‘El que come mi pan,
levantó contra mí su pie’. Desde ahora os lo digo, antes de que suceda, para
que cuando suceda, creáis que soy yo (mantengáis la fe en mí).
“Yo sé a quienes he escogido”. Y fue elección abierta por
igual para cada uno de los Doce. Pero luego cada uno tiene su libertad. Cada
cual ha ido siguiendo mi vida y mis acciones con un determinado grado de
comprensión, aceptación o rechazo. Así hemos llegado hasta esta hora. Y como
tenía que ser cierta la Escritura, sucede que uno no ha asimilado mi mensaje, no
ha aceptado mis planes y se ha ido progresivamente distanciando. No ha sido
capaz de plantearlo a tiempo, de buscar soluciones y explicaciones, sino que se
ha ido encerrando en sí mismo. Ha empezado por meter la mano en la bolsa común
y se ha ido endureciendo. Ha comido de lo que hemos comido todos, ha escuchado
lo que han escuchado todos. Pero ha llegado a este momento con el alma sucia. Y
ha levantado su pie contra mí…
Será en el capítulo siguiente cuando quede desvelado el
enigma. Pero mientras tanto, a nosotros nos queda la reflexión profunda de
nuestras posturas ante los diversos pasos y enseñanzas de Jesús, que nos ha
escogido.
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