Miércoles de ceniza. Abstinencia y ayuno
LITURGIA
Voy a intentar compaginar dos aspectos que
pueden ayudarnos a vivir mejor este período penitencial de la Iglesia, que –a
su vez- debe preparar los misterios de la Pasión de Jesucristo, en orden a
vivir finalmente la gloria de la Resurrección. Para alcanzar este doble fin,
una parte la dedicaré a presentar el mensaje litúrgico de cada día. Y
simultáneamente iré intentando desgranar los misterios de la Pasión del Señor.
De
antemano REMITO al libro SINOPSIS DE LOS 4 EVANGELIOS (por el P. Juan Leal) y a
mi libro: QUIÉN ES ESTE pg.77 (puede solicitársenos). El primero está agotado, pero ofrezco un
ejemplar en fotocopia para quienes quisieran sacar sus copias personales para
seguir el proceso ordenado de la Pasión.
Hay
también unos EVANGELIOS CONCORDADOS ILUSTRADOS (de A. Codesal) que pueden
adquirirse en librerías, que funden en un solo texto los relatos de los 4 evangelios.
La LITURGIA DE HOY está centrada en la idea de la
penitencia, la oración y la limosna, elementos claramente expuestos en el
Evangelio de Mt.6,1-6.16-18. Tres realidades que deben vivirse en lo más
interior y no como meras prácticas exteriores. Porque de lo que se trata es de
un cambio interior de la persona en lo que es la CONVERSIÓN, idea madre para
estos días.
La 1ª lectura (Joel 2,12-18) concreta varias formas de
esa penitencia que deben vivirse en orden a esa conversión: ayuno, llanto y
luto en el corazón (no en las vestiduras). Y Dios acogerá a los que se
arrepienten de sus pecados. Proclamad, pues, este pregón a todos los
estamentos, para que el Señor perdone a los pueblos.
La 2ª lectura (2Cor.5,20-6,2) nos exhorta a dejarnos
cambiar el corazón por la acción de Dios, y no echar en saco roto la gracia de
Dios en este tiempo de gracia, día de salvación. Porque Dios escucha
especialmente en este tiempo y nos ayuda a esa nuestra salvación.
En la SINOPSIS nº 264 encontramos la reunión
del Consejo de los sacerdotes y ancianos del pueblo. Mt.26.1-5: Jesús había
advertido a los apóstoles que “dentro de
dos días es la Pascua y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser
crucificado”. Mc (14,1-2) nos dice: Los
príncipes de los sacerdotes y los escribas buscaban cómo prender a Jesús a
traición, y matarlo. Porque decían: ‘No durante la fiesta, no sea que el pueblo
se alborote’.
Lo que ha narrado antes corresponde a lo que es nuestro
miércoles santo, y Jesús había estado en Jerusalén enseñando, como nos dice San
Lucas (21,37-38). Jesús predicaba abiertamente, en el templo durante el día. Luego
se iba a Betania a pernoctar, pasando por el monte de los Olivos.
Se ve que Judas Iscariote no marchaba con el grupo.
Porque por las razones que fuera, Judas estaba dispuesto a ser el que
traicionara a Jesús. Posiblemente porque venía muy disgustado desde que Jesús
le había llamado la atención, defendiendo a María, la hermana de Lázaro, en el
banquete que celebraban por la alegría de la resurrección de Lázaro, al final
de la semana anterior. Por una parte, Jesús lo había corregido, y por otra, en
comparación con la acción de María, una mujer. (Jn 12,2-11). Y eso exacerbó a
Judas.
Nos dice Marcos (14,10-11) que Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a los príncipes de los sacerdotes
para entregárselo. Ellos, al oírlo, se alegraron. Mateo (26,14-16) nos da
un dato escalofriante para comprender la calaña de ese discípulo. No se
limitaba a entregarlo, sino que buscaba resarcirse del dinero que el había
reclamado cuando el banquete. Y le dice a los sacerdotes: ¿Qué me dais si yo es lo entrego? Y ellos le propusieron treinta siclos de plata. Y desde entonces
buscaba una ocasión para entregarlo. “Sin alboroto” especifica Lucas.
En este tiempo que vivimos, en que todo lo que está fuera
de orden es lo que vale y se defiende, se ha pretendido presentar a Judas Iscariote
como una víctima. La realidad, con los textos en la mano (que es lo que
verdaderamente tenemos), lo que descubre es a un hombre cegado por una pasión,
que está dispuesto a entregar al Maestro a los enemigos…, por dinero. No
dejemos pasar de largo ese dato. No era precisamente un altruista que respondía
a un ideal de algo. Era simplemente un despechado que tomaba venganza rastrera
contra su Maestro, del que había recibido tantas cosas buenas.
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