LITURGIA
Una consoladora afirmación que nos hace el
Señor por medio de Isaías (55,10-11): La palabra que Dios pone en nosotros no
vuelva vacía a él. Tiene efectos. Y la compara con la lluvia que viene sobre
los campos para hacerlos germinar, y luego se evapora. Produce en el campo
semilla para hacer el pan y que pueda comer el labrador. Luego esa lluvia se
evapora para volver de nuevo sobre los campos, y así sucesivamente. Lo mismo
ocurre con la Palabra de Dios que nos trae su Gracia y actúa en nosotros para
que demos fruto de buenas obras, que suben al cielo y provocan nuevas gracias
de Dios para seguir el ciclo de la santidad a la que ayer nos llamaba el Señor.
En el evangelio nos ha puesto el Señor la Palabra que nos
enseña a hacer oración, una oración que no se pierde, porque sube hasta Dios y
desde él bajan a nosotros los dones de su gracia. Nos enseña a ocuparnos, ante
todo, de la actitud de obediencia y adoración a Dios: su voluntad, su reino, el
honor de su santo nombre. Luego las consecuencias prácticas en nosotros: la
capacidad de perdonar, la resistencia en la tentación, y el perdón que
recibimos de nuestras culpas. Porque si
perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del Cielo os perdonará
a vosotros. Lo contrario, la falta de perdón al prójimo, origina que Dios
no puede perdonarnos.
[SINOPSIS 271-272; QUIÉN ES ESTE, pag 84]
Y mientras comían,
dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará. (Mt.26,21-25).
Eso les entristeció mucho y cada uno comenzó a preguntar si era él, y se miraban unos a otros sin saber de quién
hablaba (Jn.13,21-29). Y fueron preguntando unos y otros un atemorizado: ¿Seré yo? Jesús dijo: el que mete conmigo la mano en el plato, ese
me entregará (Mt). El Hijo del hombre
va a ser entregado, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel hombre por quien
el Hijo del hombre es entregado; más le valiera no haber nacido. Expresión
terrible que expresa el final de un hombre cuya traición es el hecho que viene
a definirle su mismo futuro. Judas tuvo la desfachatez de preguntar si era él.
A lo que Jesús respondió con una expresión que no captaron los demás: Tú lo has dicho. Y Jn concreta que Jesús
tomó un trocito de pan, lo mojó en la salsa y se lo dio a comer a Judas, ante
la pregunta de Pedro, por medio del otro discípulo amado, que se había
recostado sobre el pecho de Jesús para preguntarle con intimidad.
Todo se verificaba en un ambiente de delicadeza en el que
Jesús no quiso hacer público quién era el traidor, porque se hubieran echado
sobre él el resto de los Once.
Algún comentarista explica que ese gesto de dar una sopa en
la boca de alguien era un gesto de deferencia y amistad. Por tanto no levantaba
ninguna sospecha y servía únicamente al discípulo que en secreto había
preguntado y en secreto le respondía Jesús. Juan nos indica en su evangelio que
tras el bocado entró en Judas el mismo
Satanás Ya decía yo en una entrega anterior que Judas estaba endemoniado
con los acontecimientos que estaban sucediéndose, y que el caso explotaría. Y
fue en este momento en que ya se encontró señalado directamente, y no supo
digerir un nuevo gesto delicado de Jesús.
Todavía Jesús tiene con él una consideración especial
porque vio cómo estaba de alterado y que podía ser detectado por los
compañeros. Con serenidad, Jesús le dijo: Lo
que has de hacer, hazlo pronto. Por eso ninguno de los apóstoles captó la
gravedad de la situación, porque interpretaron que, como él tenía la bolsa del
dinero del grupo, el Señor le encargaba dar alguna limosna a los pobres o que
comprara lo necesario para la fiesta.
Jn.13, 30 es un solo versículo pero con una profundidad
enorme: Y cuando tomó el bocado, él salió
a prisa. Y era de noche.
Conociendo el estilo de Juan, bien se comprende que no se
refería a la noche cronológica, o no era ese el sentido primordial de la
afirmación. Había otra NOCHE mucho más tremenda en el corazón de aquel hombre y
comenzaba la terrible noche de la Pasión. Porque Judas iba tan despechado que,
evidentemente, aquella salida de prisa le conducía a su objetivo claro de acabar
de una vez con la situación.
Otra cosa es que Judas pensara que aquella entrega que él
hacía podía acabar en la muerte de Jesús. Más bien intentó apartarlo de su
fallida misión mesiánica –así lo pensaba él-, y entregarlo era la manera de que
lo apresaran y lo dejaran así fuera de combate. Por eso cuando condenaron a
muerte a Jesús, intentó deshacer el trato. Pero ahora mismo, su alma vivía una
oscura noche.
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