Mañana es PRIMER VIERNES.
Reunión, 5’30.- Hora Santa a las 7 (Málaga)
LITURGIA
Es para detenerse a fondo sobre la lectura del
Ecclo (5,1-10), sobre todo en esa tendencia moderna de pensar que Dios es tan
bueno que no va a dejar condenarse a nadie. Porque es confundir términos. Dios
es bueno hasta el infinito. Pero no indiferente ante lo que es una postura
contra su enseñanza y voluntad. Dios es bueno y eso nos obliga a ser nosotros
buenos. Y ser buenos es mantenerse dentro de un orden moral, en una relación
filial. Por eso podemos leer, con todas sus consecuencias, ese párrafo del
texto de hoy, en que se nos dice: No te
fíes del perdón de Dios para añadir culpas a culpas, pensando: ‘Es grande su
compasión y perdonará mis muchas culpas’; porque tiene compasión y su ira recae
sobre los malvados. Una cosa es la compasión de Dios, y otra la maldad que
no se arrepiente.
De ahí que va repitiendo un pensamiento: No confíes en tus riquezas, ni en tus
fuerzas para seguir tus caprichos; no sigas tus antojos y codicias ni camines
según tus pasiones.
No digas: ¿quién me
podrá?: porque el Señor te exigirá cuentas; no digas: ‘He pecado y nada malo me
ha sucedido’, porque Dios es un Dios paciente. No se puede abusar de la paciencia de Dios,
ni quitar importancia a las propias culpas.
Por eso, no tardes en
volverte a él, ni des largas de un día para otro, porque el día de la venganza
perecerás.
Ahora se pretenderá dulcificar todo eso y acabar tomando a
Dios sin respeto, como si se pudiera abusar impunemente de su bondad. Como
decía antes, pongamos la bondad del Corazón de Dios en lo infinito, pero para
dar el perdón una y otra vez a quien se vuelve a él con ánimo arrepentido y
propósito de la enmienda. Pero no para pensar en un Dios del que puede hacerse
burla, saltándose todos sus planes y enseñanzas y mandatos. ¡Porque Dios ha
puesto mandatos!, porque a Dios no le da igual cualquier cosa.
Precisamente el evangelio de hoy viene a corroborar, ya en
palabras de Jesucristo, esa necesidad de plantear para adelante un cambio y
mejoría respecto a lo que fue hasta aquí. Y Jesús, que le gusta poner las
verdades en el límite para hacerse entender bien en lo que quiere decir, enseña
la urgencia de propósitos drásticos allí donde hay un peligro de pecado.
Mc.9,40-49 nos trae esa enseñanza que pide posturas claras
de cambio. Si tu pie te es ocasión de
pecado, córtatelo; que más te vale entrar cojo en el reino que con los dos pies
ser echado al fuego. Y lo mismo remacha con la mano y hasta con el ojo: arráncatelo, porque más te vale entrar
tuerto en el reino que con los dos ojos ser echado al abismo.
No se dulcifica nada. Se pone delante una situación que es
real, y que hoy día es mucho más real todavía porque pies, manos y ojos son
fácilmente capaces de pecado buscado expresamente. Y no se puede abusar
indefinidamente de la paciencia y la compasión de Dios. Los dos pies, las dos
manos, los dos ojos, pueden conducir al abismo si no se ponen remedios a
tiempo. Y así lo ha avisado Jesús, de cuya bondad no podemos dudar. Pero bueno
no es igual que condescendiente con el pecado, que ya avisó él que puede
hacerse crónico y acabar por no poderse volver atrás. Fue la situación de los
fariseos, que cayeron en el pecado “contra
el Espíritu Santo”, tan pagados de sí mismos, que creyeron que su verdad
era la única que valía.
Frente a esa realidad, de la que advierte Jesús para que no
se caiga en ella, está la otra cara de la moneda. Ninguna obra buena, por
pequeña que sea, pasará desapercibida a los ojos de Dios. Tan es así que dar a beber un vaso de agua, porque seguís
al Mesías, os aseguro que no quedará sin recompensa. La lucha del creyente
para mantenerse en el camino de Dios y en la fidelidad a sus enseñanzas, será
recompensada. A veces luchas titánicas para mantenerse en la gracia de Dios frente
a los reclamos y para ser testigos de la fe que nos hace vivir con la mirada
puesta en el Señor.
También Jesús habla de la gravedad del escándalo, del mal
ejemplo, de la inducción al pecado, y vuelve a sus comparaciones extremas para
hacernos ver la gravedad de esas cosas: más
le vale que le encajasen al cuello una rueda de molino y lo echasen al mar.
La liturgia de hoy es muy seria y no podemos ponerle
sordina, pese a los cantos de sirena de más de uno.
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