LITURGIA
La 1ª lectura, del libro del Eclesiástico
(2,1-13) es de una riqueza de pensamientos muy notable. Lo que hace falta para
entenderla en su justo sentido es entender lo que bíblicamente encierra la
expresión “Temor de Dios”. No se trata de tenerle miedo a Dios y ser movido por
el temor, sino precisamente el sentido de amor reverente, respetuoso, como
corresponde a la relación de un hijo con su padre. Todo amor, sí. Pero el padre
es el padre y no es “el colega”. Dios es Dios, y con él nos relacionamos desde
el sentir del hijo que lo llama: Abbá (“papaíto mío”). Y eso encierra una dosis
plena de amor y una dosis plena de respeto.
Entonces, en el dolor, el hijo se mantiene con corazón
firme, valiente, sin asustarse, porque Dios no abandona. Y confiados en él,
aceptamos lo que va sucediendo. Y la pobreza (cualquier manifestación de
carencia) es el oro que acrisola en el fuego. Por eso: Confía en Dios, que él te ayudará; espera en él, y te allanará el
camino. Semejante a la expresión de Jesús: “Venid a mí, y yo os aliviaré”.
“Temer al Señor” es esperar
su misericordia…, confiad en él…, esperad bienes, gozo perpetuo y salvación.
¿Quién confió en el Señor y salió defraudado? ¿Quién gritó y no fue escuchado?
Para concluir con la afirmación que lo condensa todo: Dios es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del
peligro.
Jesús es un buen pedagogo. Va dejando espacios de tiempo
que sean suficientes para digerir sus enseñanzas, sobre todo cuando lo que está
de por medio es una asignatura tan difícil como la ciencia de la cruz.
Había dado su primera lección en el momento oportuno,
cuando Pedro lo había reconocido Mesías. Pero entonces los discípulos se
escandalizaron. La cruz se les hacía una aberración: “No te ocurra tal cosa”.
Deja Jesús pasar 8 días y se los lleva al Tabor y allí se
transfigura y presenta su luminosidad, para que ellos comprendan que la cruz no
es el desastre final. Aunque en medio de aquello, les habla de resucitar de
entre los muertos (que ellos no entienden).
Ahora pasan otros 8 días (Mc.9,29-36) y Jesús vuelve a la
carga y conforme caminan, les vuelve a dar el toque: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo
matarán; y después de muerto, resucitará al tercer día.
Lo curioso es que dice Marcos que ellos no entendían aquello y les daba miedo preguntarle. Es de una
parte ese miedo a enterarse de algo que no se quieren enterar. Y lo mejor es no
preguntar, porque así se queda todo en ese misterio que no quieren que se
desvele. Porque temen conocer una verdad que ya se les va poniendo delante,
pese a todo. Y procuran dejar a Jesús caminar solo, mientras ellos van
discutiendo entre sí aquello que han escuchado.
Llegan a la casa y Jesús los aborda: De qué discutíais por el camino? Y ellos optan por callarse, porque
ya se sabe de qué discutían, y que no quieren saber más.
Y Jesús tiene que sentarse nuevamente, con toda su
paciencia y darles un rodeo para explicarles el fondo de la cuestión. El
problema no es que no se enteran, sino que no tienen sencillez para admitir lo
que han escuchado.
Y entonces pone Jesús a un niño en medio y les compara con
el niño: Quien quiera ser el primero, que
se haga el último de todos y el servidor de todos. El secreto es acoger las
cosas como las acoge un niño. Porque el
que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí y acoge a Dios que me
envió. Y a ellos les falta para ser sencillos con la sencillez del niño, y
por eso ni entienden, ni quieren entender, ni quieren preguntar, ni quieren
responder.
Les recuerdo a quien lea éste blog que nuestro querido P. Cantero cumple hoy años. FELICIDADES
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