LITURGIA
Estamos más acostumbrados a escuchar las
bienaventuranzas en el evangelio de San Mateo, y nos suena más aquello de bienaventurados los pobres de espíritu.
Y en cierto modo nos tranquiliza esa formulación porque parece atemperar el
sentido profundo de esa bienaventuranza. En cambio en el texto de Lucas, que
hoy tenemos (6,17.20-26) se dice escuetamente: Bienaventurados los pobres, y se contrapone con la mala ventura: Ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis
vuestro consuelo. Mateo dirige su evangelio a una comunidad extremadamente
pobre y tiene que hacerles caer en la cuenta de que la felicidad del pobre está
en la actitud de su espíritu. Pero Lucas se dirige a una comunidad donde había
bastantes ricos, y entonces ha de poner el acento en la felicidad y paz que
lleva consigo la pobreza, frente al ansia del rico de poseer cada vez más. La
solución, pues, no está en poseer y sentirse desprendido, sino en ceder los
bienes para que los pobres no sean tan pobres y no padezcan las penurias de la
pobreza.
Y ya en línea con esa bienaventuranza irán las restantes,
que en Lucas son en total cuatro, en la misma línea, porque la pobreza se
manifiesta de forma acuciante en los padres que no tienen cómo darle el pan a
los hijos, el levantarse cada mañana sin saber qué podrán tener para
alimentarse. Por eso se explicita la bienaventuranza con los que ahora tenéis hambre, porque quedareis saciados.
Contrapuesto a la malaventura de los ricos que están saciados, porque tendréis hambre.
También es una forma de pobreza la falta de alegría, los
que no tienen motivos humanos para estar alegres. También a ellos les declara
felices Jesús porque les anuncia que reiréis,
mientras que los ricos que ríen ahora porque piensan que lo tienen todo,
acabarán llorando.
Y dichosos vosotros
cuando os odien los hombres y os excluyan y os insulten y proscriban vuestro
nombre como infame, por causa del Hijo del hombre: Alegraos ese día y saltad de
gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Puede parecernos
exagerado y casi imposible, pero cuando se lee la vida de los santos y de los
mártires, uno se admira de la alegría y fortaleza que tuvieron aquellas
personas, que estaban viviendo al pie de la letra esas palabras de Jesús.
Por el contrario, son desgraciados los que todo el mundo
habla bien de ellos, porque significa que no se comprometen con ninguna verdad
y van cambiando en sus expresiones según quien los escucha. No podrán nunca
sentirse satisfechos en el alma porque no han mostrado personalidad para
mantenerse en un criterio y en unas ideas. Cuando todo el mundo habla bien de
alguien, mala señal, por lo general.
Ya lo anunciaba Jeremías en la 1ª lectura (17,5-8), en que
contrapone la maldición del que confía en los bienes humanos, y en definitiva
pone su confianza en el hombre –esos son los ricos, centrados en su mundo de
riqueza-, mientras que son felices y dichosos los que ponen su confianza en el
Señor y viven colgados de su misericordia. Pues ellos serán como un árbol
plantado junto a la corriente del río, que siempre estará frondoso y dará
fruto. El pobre es el que vive siempre mirando las manos del Señor, esperando
de él.
En la 2ª lectura (1Cor15, 12.16-20) San Pablo arguye contra aquellos que negaban la resurrección.
Porque si la resurrección no existiera, Jesucristo no habría resucitado, siendo
así que el núcleo de la fe cristiana se fundamente sobre la resurrección de
Jesucristo. Y si no hubiera resurrección, Cristo no habría resucitado. Vacía
quedaría toda nuestra fe y seríamos los más desgraciados por estar construyendo
sobre un fundamento falso. ¡Pero Cristo ha resucitado! Y por eso nuestra fe es
verdadera. Porque además no sólo es que él ha resucitado sino que lo ha hecho el primero de todos, lo que significa
que luego iremos también nosotros.
Ese es el fondo de nuestra celebración dominical: siendo la
Misa la misma un domingo que un lunes, nuestra fuerza de cristianos está en la
participación comunitaria del domingo por conmemorar el día de la resurrección
del Señor y celebrarlo como asamblea de todos los que nos fundamentamos en que
Cristo ha resucitado: Anunciamos su
muerte, proclamamos su resurrección,
y la vivimos como la mayor alegría de nuestra vida de seguidores de Jesucristo,
que tenemos en él asegurada nuestra resurrección futura.
Pedimos al Señor que nos conceda ser fieles al evangelio.
-
Para que la Iglesia nos enseñe a compartir bienes con los necesitados, Roguemos al Señor
-
Para que huyamos de toda forma de suficiencia que nos sitúa por encima
de otros, Roguemos al Señor.
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Para que seamos felices porque nuestra recompensa será en los cielos, Roguemos al Señor.
-
Para que vivamos nuestra fe en la resurrección, y la expresemos
vivamente en la Eucaristía, Roguemos al
Señor.
Concédenos, Señor, una
sensibilidad especial para que sepamos descubrir y experimentar que no son los
bienes terrenos los que pueden darnos felicidad.
T-u, que vives y reinas, por los siglos de los siglos.
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