Liturgia:
Nos vamos centrando en los misterios
de la Pasión y los textos, incluso en
las primeras lecturas, son ya referentes al anuncio expreso de la Pasión. Así tenemos
hoy una parte del poema del Siervo de Yavhé, que es como un anticipo de Jesús,
porque en Jesús se cumplen en plenitud lo que se dice en Isaías de ese Siervo.
(42,1-7)
Mirad a mi siervo, a
quien sostengo, mi elegido, a quien prefiero. Es muy claro. Todo eso se
realiza preeminentemente en Cristo. Sobre
él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. El “derecho”
es la salvación, es poner derecha la vida de la nación y del mundo entero: “las
naciones”.
Características de ese Siervo es que no gritará, no clamará, no voceará por la calles. Jesucristo no
grita. Va exponiendo su doctrina y va repartiendo sus dones, no sólo no
vociferando sino pretendiendo silencio de sus propios hechos milagrosos. Y en
cuanto a los débiles, no quebrará la caña
cascada ni apagará el pabilo vacilante. Todo lo contrario: consolidará las
piernas de los cojos y paralíticos y levantará las esperanzas de quienes las
tenían perdidas, como las de aquellos enfermos que llevaban años en su
postración y Jesús les cura.
Promoverá el derecho
en la tierra y sus leyes que esperan las islas. Que posiblemente quiere
expresar que también allí donde el mar todo lo rodea (el mar es símbolo del mal
en muchos pasajes bíblicos), se va a establecer su ley de misericordia y
perdón.
Y con una serie de expresiones que se refieren al Dios
misericordioso, que creó y desplegó los
cielos, siguen unas afirmaciones a favor del Siervo (y que miran derechamente
a Cristo) por las que se dice que te ha
llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de
las naciones (las mismas palabras que Simeón pronunciará sobre Jesús el
día de su presentación en el templo). Todo ello para que saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los
que habitan en tinieblas. Prisión terrible de los vicios y pecados;
tinieblas que mantienen cercenada la libertad de los hombres.
El evangelio es como el marco que explica más directamente
las causas más inmediatas a la Pasión del Señor. (Jn.12,1-11). Celebraban en la
casa de Lázaro, el resucitado, ese acontecimiento singular de la vuelta a la
vida del muerto de 4 días. Marta servía a la mesa, como es muy propio del
carácter de aquella mujer que siempre aparece como mujer activa. Lo mismo que
María aparece en otra dimensión: la mística, la espiritual, la de la persona
que mira por los ojos de Jesús.
En efecto, María se viene a Jesús con un frasco de perfume
de nardo auténtico, y lo derrama sobre la cabeza de Jesús. No se lo ha pensado.
Ella conservaba aquel perfume como un tesorillo de mujer. Y en un arrebato de
emoción agradecida, se va a su tocador, toma el frasco de perfume y se viene a
la mesa y lo derrama sobre Jesús. El amor no discurre. Actúa como se viene al
alma. Y María lo hace así.
Dice el texto, con doble sentido, que la estancia se llenó
de la fragancia de aquel perfume. Lo cual tiene un sentido directo y lógico,
que es el olor que se expande de una esencia tan buena. Pero hay otro sentido
simbólico y es que aquella acción de María –como dirá Jesús- se va a propagar
por el mundo entero.
Pero frente a esa “fragancia” surge la “peste” de Judas.
Judas no llevó a bien aquello. Pensó crematísticamente que aquel perfume se
podía haber vendido y repartir su dinero entre los pobres. Era su señuelo. El
evangelista, que bien lo conocía de convivir tres años con él, aclara que a
Judas poco se le importaban los pobres, y que en realidad lo que le ocurría era
que –como él era el encargado de la bolsa del grupo- de lo que se echaba en
ella él se llevaba su parte.
Jesús salió en defensa de la mujer y alabó su gesto e hizo
la clarificación de que a los pobres siempre los tenemos ahí, pero que a Jesús
no lo tendremos siempre a la mano. Y que aquel ungüento era ya un presagio del
embalsamamiento de su sepultura.
Le molestó a Judas aquella defensa por dos razones: porque
Jesús le había quitado la razón y porque lo había hecho en parangón con el
hecho de una mujer. Aún no se dice nada en este evangelio de hoy pero la realidad
es que esta situación exacerbó a Judas y lo distanció de Jesús. Y le puso de mal
talante con él.
Del hecho salieron dos reacciones: los que creyeron en Jesús
y la de los sacerdotes que vieron que perdían pie con hechos como aquellos. Por
lo que decidieron ya matar a Jesús e incluso matar a Lázaro que era el testigo
vivo del hecho maravilloso de la vuelta a la vida.
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