Liturgia:
Hoy es un día de transición en el que
las lecturas no apuntan expresamente a un objetivo cuaresmal. Son muy
elocuentes en lo que dicen pero no se les puede catalogar en una determinada
dirección. Más expresa la 1ª lectura (Is.49,8-15) en la que hay un canto del
Señor a favor de su pueblo, al que
responde en tiempo de gracia, en día de salvación. Y le afirma te he auxiliado, te he defendido y
constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, repartir heredades
desoladas, para decir a los cautivos: ‘Salid’; a los que están en tinieblas:
‘Venid a la luz’.
Es Dios que se vuelva sobre el pueblo al que ha llamado a
sí, y donde quiere hacer sus maravillas. Por eso, en la alegría de Dios por un
pueblo que se muestra fiel, hay una satisfacción que Dios quiere que se muestre
en cánticos y comentar entre el pueblo las bondades de Dios.
Y si alguien llegase a decir: Me ha abandonado el Señor, la respuesta de Dios es contundente. ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura de pecho? Pues aunque
una madre pudiera olvidarse del hijo de sus entrañas, yo nunca me olvidaré de
ti.
Ahí se concluye ese bello párrafo en el que lo que ha
quedado patente es que Dios es el primero en buscar el bien de sus criaturas;
el resto es ya la respuesta que Dios espera de ese pueblo, afirmando que nunca
podrá Dios olvidarse de las criaturas que él creó.
Le ha dado más vueltas a este texto de Isaías y veo en el
como un oasis en la Cuaresma, en el que Dios se presenta favoreciendo a su
pueblo y teniendo con él delicadezas paternales (e incluso maternales, tal como
él se compara en ese final de la lectura). Sería un apunte hacia la esperanza
definitiva a la que conduce este período, que no sólo es penitencial o de
preparación al bautismo sino un sumergirse en la gran esperanza de la
Resurrección, donde adquiere sentido todo el conjunto del período cuaresmal.
Cuando yo hacía mi oración esta mañana, me regocijaba en las expresiones de
ternura de la primera lectura, donde encontramos a Dios que se vuelca a favor de
ese su pueblo. Y me he gozado de tener un Dios tan cercano.
Y tengo que confesar que en oración de fe y en oración de
esperanza, le he puesto a Dios delante este mundo corrompido que estamos
viviendo, en el que parece que se han conjurado todos los demonios del infierno
para hacerlo irrespirable, inhumano, trágico. Y sigue en pie que Dios nos se
olvida de su niño pequeño, pero no podemos menos que preguntarnos hasta cuándo
va a durar ste dominio del mal, del espíritu del mal.
Por otra parte, y ya conectando con el evangelio, si Jesús
tiene el poder del Padre, si Jesús pasó por el mundo haciendo el bien, si Jesús
expulsó demonios –legión de demonios-, ¿Cómo es que ese poder de Dios no se
manifiesta ya en el momento actual? Y la oración humilde pero perpleja de un
fiel que acepta plenamente los designios de Dios, no puede menos que salir a
flote.
El evangelio (Jn.5,17-30) es una repetitiva afirmación de
Jesús de que él sólo hace lo que ve hacer al Padre, lo que es voluntad del
Padre. Y todo lo demás es la discusión con las gentes y con los fariseos, que
se escandalizan con aquellas afirmaciones porque en realidad estaban
demostrando que él es Dios como el Padre y que van al unísono porque el Padre
actúa por medio del Hijo y el Hijo hace las obras del Padre. De una manera o de
otra es lo que halla en ese evangelio que tenemos hoy.
Por eso los judíos querían matarlo porque, siendo un
hombre, se hacía Dios. Y eso es una blasfemia que está condenada con la muerte.
O ellos lo entendían así. Y hay que ponerse en la piel de aquellos judíos para
entender su reacción. Si a nosotros se nos presentara un predicador que
afirmase de sí que él es Dios y que él actúa como está viendo actuar a Dios,
seguramente no lo íbamos a considerar un blasfemo, porque la cosa se quedaría en
considerarlo un iluminado o un loco. Para una mentalidad religiosa a ultranza y
en tema tan substancial, la reacción de las gentes era perfectamente
explicable.
Pero como he dicho al comienzo, el tema no nos lleva a una
aplicación cuaresmal, a una iluminación de algún punto de los que son típicos
de la Cuaresma, bien en orden a la penitencia, bien en tema del conocimiento de
la misericordia de Dios, bien en la proyección hacia el bautismo… Queda al
margen de todo eso.
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