Liturgia:
Iré hoy por breve porque el día se ha
echado encima y al menos quiero estar presente para los asiduos seguidores del
blog, que se aprovechan de la meditación de cada mañana.
Jer.11,18-20 es un anuncio claramente mesiánico, en el que
tenemos un texto que oiremos de alguna manera en la misma Semana Santa. Dicho
en primera persona por el profeta, en realidad tiene toda la plenitud de
verificación en la Pasión de Jesucristo, y es a la vez profecía, historia y
oración.
El Señor me instruyó
y comprendí, me explicó lo que hacían. Hay una comunicación entre Dios y el
profeta, que naturalmente está hablando de intimidad, en la que el profeta
recibe la comunicación de Dios, y la misma explicación de lo que sucede. Yo, como cordero manso llevado al matadero,
no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: Talemos el árbol en su
lozanía, arranquémoslo de la tierra vital: que su nombre no se pronuncie más.
Es historia de Jeremías y pasión de Jeremías, pero
cualquiera de nosotros que la escucha o lee, está yéndose de inmediato a la
figura de Jesucristo. Él era cordero manso y limpio, que no hizo daño a nadie,
que hizo el bien a derecha e izquierda. Pero al que el día que lo prenden, lo
llevan de un lugar a otro, de un tribunal a otro, sin que pronuncie una sola
palabra, y viendo que los planes que se están fraguando son planes homicidas,
que quieren arrebatarle la vida y sacarlo de esta tierra de los vivos…, talarlo
(que es ese corte del árbol a ras de tierra) para que se considere como que ni
ha existido y que su nombre no se pronuncie más. Fue precisamente la intención
de religiosos y civiles en aquel modo de muerte, crucificado, que era la manera
de que resultase abominable aun el mismo nombre del ajusticiado.
Ésta es la historia humana, la fraguada por los humanos, la
que pretende unos planes de maldad. Pero historia paralela es la que va
escribiendo Dios: Pero tú, Señor de los
ejércitos, juzgas rectamente, pruebas las entrañas y el corazón: veré mi victoria
contra ellos porque a ti he encomendado mi causa. Es la oración de la
esperanza. De una esperanza que no sabe si se va a gozar ahora o será después,
pero que tiene plena convicción de que no va a triunfar la maldad, y que la
victoria final es de Dios.
De ahí que la
antífona del SALMO que sigue sea de pleno abandono en Dios: Señor, Dios mío, a ti me acojo, con su
súplica para que le libre de los enemigos perseguidores…, para que resalte la
justicia frente a la injusticia. Y para concluir rendidamente reconociendo que Mi escudo es el Señor, que salva a los
rectos de corazón.
Pasamos al evangelio de Juan (7,40-53) que muestran la
división que se había producido a costa de la figura y la actuación de Jesús.
La misma gente llegaba a plantearse si realmente sería verdad lo que Jesús
decía de sí mismo. Y llegaban a aceptar: Éste
es de verdad el profeta…, Éste es el Mesías. Otros discutían cómo podía ser
profeta cuando no venía de la ciudad de Belén, el pueblo de David (puesto que
todos los identificaban con Nazaret de Galilea).
Los fariseos y los sacerdotes querían prenderlo, pero los
mismos guardias del Templo se habían quedado admirados de él. Y cuando los
jefes les conminan por qué no lo han detenido, ellos responden que nunca nadie ha hablado como él. Tanto a
ellos como luego al propio fariseo Nicodemo que habla respetuosamente de Jesús,
les echan en cara que no tienen formación o que aprenda que de Nazaret de
Galilea no han surgido profetas. El hecho es que no se entra en razones y que
ya se va viviendo de prejuicios que acabarán con el odio a muerte que quiere
sacar a Jesús de la tierra de los vivos. Nos vamos abocando a la Pasión, que
cada día se masca más cercana. También Jesús se está exponiendo mucho más en
esas declaraciones que ha venido haciendo de su procedencia y “estancia” en el
Padre, por lo que la acusación de blasfemia se va haciendo más patente. Es como
el reventón de quien tiene tragado que le van a matar y tiene que dejar dicho
todo lo que tiene que enseñar y hacer conocer de la realidad de su vida, del mensaje
evangélico que tiene que quedarnos a la posteridad.
Muchas gracias,P. Cantero por su constancia. El Señor nos quiere tanto que lo ha elegido para expresarse con sus palabras. Que Dios lo bendiga y le dé buena salud, que Dios le dé valentía en estos tiemmpos tan difíciles, de ideologías que no reconocen a nuestro Redentor.Cada día se hace más difícil hablar sobre religión, pocas veces lo hacemo con calma, porque afloran unos intereses que nada tienen que ver con lo religioso perodesencadenan muchps desencuentros. En el Evangelio hay que saber con quién se habla.Todos somos un poco fariseos y no aceptamos bienque alguien ponga en peligro nuestra autoridad. Lo mismito que en Galilea cuando se juzgó a aquel Inocente.
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