Hoy toca SAN LUCAS
El la Vigilia Pascual y el lunes fue la descripción pascual
de San Mateo. El domingo y el martes, la de san Juan. El miércoles nos lo
centra San Lucas, aunque evita la repetición de los primeros momentos del
sepulcro vacío y se va directamente a la huida que hacen los dos discípulos que
se van a Emaús, alicaídos y derrumbados. Llevan a sus espaldas una serie de
datos que están en los primeros versículos (24, 1-17) que no se leen hoy. Los
datos que ellos tienen son, el primero y esencial, la muerte de Jesús, el
Profeta poderoso al que los jefes han mandado al patíbulo hace ya tres días.
Ese es un dato indiscutible.
Del día presente tienen otros datos; las mujeres han ido a
embalsamar el cuerpo y no lo han encontrado. Han tenido una extraña aparición
de dos jóvenes con vestidos deslumbrantes que les han dicho que por qué buscan entre los muertos al que está
vivo. Y les han afirmado que ha resucitado. Las mujeres lo han comunicado a
los apóstoles que no las han creído.
Con todo, saben que dos de los discípulos han comprobado que el sepulcro está
vacío. Pero para ellos todo eso no es más que inventos piadosos, porque hay
algo tan claro como que a él no lo han visto. [Quiere decir que San Lucas no
juega ni con los datos de Mateo ni de Juan, donde a Jesús sí lo habían
visto e incluso abrazado].
Y aquí enlaza ya el relato del mediodía (hacia el comienzo
de la tarde) de aquellos dos depresivos y angustiados discípulos que no esperan
más, y que sólo piensan ya en quitarse de en medio y alejar aquella pesadilla
de idas y venidas, dimes y diretes que se están
sucediendo en el Cenáculo. Tienen muchos datos que podrían haberlos
unido y agruparse mejor con los compañeros –ellos y ellas-, pero optan por la
huída.
No contaban con que ellos iban a recibir la visita de Jesús
resucitado, quien –en forma de un peregrino que sigue el mismo camino- les va
comiendo terreno hasta ponerse la altura
de ellos y observar, de primeras, el gesto de fracaso y dolor que llevan ambos.
Y como quien pretende ayudar o al menos atemperar la causa de tanto
sufrimiento, les pregunta qué les hace ir
tan tristes. La respuesta de los dos desalentados y desaboridos compañeros
de camino es casi un reproche: Acaso él
es el ignorante de las cosas sucedidas en Jerusalén esos días? Y el
caminante aquel se hace el despistado (a la vez que el gran psicólogo) y se
limita a una simple: ¿Qué? con el que
hacerles desembuchar las bilis que llevan dentro, sin que –por otra parte- se
puedan sentir indagados.
Y allí escupen toda su historia, aquella historia tan
parcialmente captada por ellos, que la habían dejado a la mitad, cuando se
salieron del grupo. Y ahora el peregrino (que ya les ha ganado el afecto y la
confianza) es el que les entra de frente con un claro reproche a tanta necedad
acumulada: Necios y tardos de mollera
para entender a los profetas. Y con un arte maravilloso les va exponiendo
todo lo que estaba escrito acerca de Jesús
y tenía que suceder. Y aquel bisturí que les abrió las carnes sajó el pus que
llevaban acumulado y se sintieron liberados de aquella pesadilla. Ahora eran
otros. Ahora habían empezado a comprender. Ahora sentían las ganas de mantener
junto a ellos a aquel individuo. Y cuando éste hizo el ademán de despedirse
para seguir su camino, ellos le instaron a quedarse ya esa tarde con ellos. Y
le invitaron a comer.
Allí aprovecha el evangelista los diversos signos usados
por el huésped –tomar el pan, dar gracias, partirlo y repartirlo- para sacar la
gran lección que a él le interesaba para su comunidad cristiana: eran gestos
“eucarísticos” y con ello el descubrimiento que le importaba poner en primer
plano: AQUEL PEREGRINO ERA JESÚS. Y lo
descubrieron al partir el pan. En aquel momento desaparece. Ha realizado su
obra, y el evangelista ha dejado constancia de su testimonio.
Lucas ha llegado por otro camino a la misma conclusión que
los otros evangelistas: Jesucristo realmente ha resucitado y ahora ya son ellos
testigos directos de haberlo visto.
Todo confluirá en el Cenáculo, al que vuelven ahora con
pies de gacela, para pretender dar la noticia en primicias. Pero cuando ellos
llegan, la buena nueva ha trascendido tanto que ya no son sólo personas
particulares quienes han tenido la experiencia de ver a Jesús; ahora lo grande
es que es el propio PEDRO, el CEFAS, quien se ha encontrado con el Señor. Es de
tal calibre ese encuentro que no habrá más noticia que esa: el hecho, sin
ninguna otra explicación.
La muerte de Jesús, el Profeta poderoso al que los judíos han matado...Aquellos dos amigos sienten que tienen que abandonar Jerusalén. No sabemos muy bien donde estaba la ciudad de EMAÚS. Los discípulos necesitaban oxigenarse..."Habíamos creído..." lo que nos pasa a nosotros cuando estamos ilusionados con algo que luego no ocurre como habíamos querido.¿Qué hacer en tal caso? Podemos seguir deprimidos o buscar la solución yendo a encontrar a Jesús en la Eucaristía...Ante el Señor todas las cosas toman us cariz diferente.
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