DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Estamos ante el día definitivo de la historia, el día que
cambió esa historia humana y la convirtió en historia de Salvación. Le han
precedido días terribles de fracaso y de aparente triunfo del mal. Cristo, el
buen Jesús que repartió el bien por donde pasó, ha caído bajo la fuerza del
mal: ha sido maltratado y crucificado y alanceado hasta quedar hecho cadáver
enterrado, y desaparecido a los ojos de la humanidad.
Sin embargo ni la muerte ha tenido dominio sobre él, Y HA
RESUCITADO, ni la maldad ha vencido –ahora Jesús está LLENO DE VIDA-, ni el demonio (que pensó haber
ganado la batalla con la última expiración del enemigo, ha sacado la suya
adelante. Ahora Jesucristo vive, Y el árbol de la nueva Vida, el de la cruz,
viene a plantarse en el centro de un nuevo Paraíso, donde ya no tiene el poder
la baba infernal sino toda la fuerza radica en la Sangre derramada para
blanquear y purificar, para salvar y para abrir paso a las almas que esperaban
el momento de su liberación. El mundo ha cambiado y ya no es aquel mundo donde
el mal diabólico tenía sus cuarteles generales. Ahora, por encima de todo reina
la esperanza y se abre un nuevo mundo que tiene color de cielo.
Yo sé que mis lectores –y yo mismo- nos estamos preguntando
si todo esto es una realidad…: si la vida ha vencido cuando hallamos tanta
muerte inocente y violenta a derecha e izquierda… Si el pecado ha sido derrotado,
siendo así que estamos viendo el avance de la maldad, de la suciedad, de la
carencia de conciencia en menores y en mayores; si el demonio ha sido
aplastado, cuando tanta fuerza diabólica esta esparcida de mil maneras por la
vida diaria que nos rodea.
Y humanamente no tengo respuesta. O sí la tengo: la Pasión
de Jesucristo no ha acabado y se completa en nosotros y en nuestro mundo.
Jesucristo ha cerrado las compuertas de la eternidad del mal, pero no ha
privado de la libertad humana. El ser humano sigue siendo tan vil como Caín o
tan infeliz como Eva y Adán, y sigue dejándose llevar de sus torpezas y sus
pasiones. Pero son torpezas y acciones que van a tener un frontón de choque del
que no pasaran. San Ignacio en los Ejercicios sitúa a Jesús crucificado de
brazos abiertos a las puertas mismas del infierno para impedir el paso…, para
hacer que los inconscientes y malvados se choquen con sus brazos abiertos y
ensangrentados. Lo que no privará nunca es de la libertad recalcitrante de
quien vuelve a forzar aquellos brazos y se empeña en pasar hacia el abismo.
Pero aun en el abismo, proclamarán ya a
Jesús como el Hijo de Dios Padre, para ser testigos eternos de la santidad
misericordiosa de quien les quiso salvar a costa de su propia vida.
La muerte ya no tiene
dominio sobre él ni sobre los que se acogieron a él. El Cirio Pascual que
luce desde anoche en las Iglesias católicas, enarbolando el triunfo de
Jesucristo, LUZ PARA TODAS LAS NACIONES, será el mismo Cirio que estará presente
en la muerte del cristiano. La muerte ya no es un final, no es un fracaso, no
es un mero duelo, no es una pérdida irreparable. La muerte del creyente se
afronta con otro sentido, con una esperanza. La muerte va abrazada a la muerte de Jesucristo y se sabe que
Jesucristo pasó fugazmente por la muerte pero HA RESUCITADO. Y el creyente en
Cristo sabe que ese es su mismo destino y –junto a la dureza de dejar esta vida-,
queda la placidez del encuentro gozoso con Jesucristo, ESTE CRISTO QUE HOY CELEBRAMOS
SOLEMNEMENTE RESUCITADO, y del que ya no nos separaremos jamás.
Estos días se han acercado por los confesionarios muchas
almas, más o menos derrotadas, con más o menos preparación, y sólo Dios sabe
con qué disposiciones interiores de sincera mirada a su situación. El pasado,
peor o mejor recordado y calibrado, ha quedado más de una vez en la penumbra de
los tiempos. Pero la muerte del Viernes santo y la esperanza de la Resurrección
han estado ahí presentes. Lo verdaderamente importante es la mirada hacia
adelante: si verdaderamente se pretendió algo más que “vaciar el saco” (y
cómo), y si se hizo un planteamiento sincero para adelante. Si RESUCITAR significó
algo concreto, centrando objetivos “hasta la confesión siguiente”, eliminando “cuerpos
de delito”, y todo eso que supone una buena disposición que convierte la simple
“confesión” en SACRAMENTO (acto sagrado),
esteremos ante una importante realidad que da pleno sentido a la Resurrección de
Jesucristo, como algo mucho más allá que una fiesta litúrgica del año, muy
importante, sí, pero que necesita rellenarse de realidades humanas: ahí donde
el demonio choque de frente, donde el pecado quede dominado y donde la muerte
se viva dentro de uno mismo para hacer visible la VIDA.
ResponderEliminarFelicitamos a Jesucristo en su triunfo definitivo, y pedimos la gracia de nuestra resurrección para ahora y para el final.
- Por la Iglesia, Esposa de Jesucristo, para que viva la gracia de la Resurrección, Roguemos al Señor.
- Por nosotros, para que pongamos el empeño de vivir limpios como personas resucitadas. Roguemos al Señor.
- Porque demos a nuestras confesiones el sentido verdadero sacramental y sagrado que las haga más verdaderas y eficaces, Roguemos al Señor.
- Porque nuestros pensamientos, palabras, sentimientos y actitudes reflejen un nuevo talante de personas renovadas por la Resurrección, Roguemos al Señor.
Concédenos ser más conscientes de que estamos bautizados y que la unión a Cristo nos haga vivir con más fidelidad.
Por el mismo Jesucristo N. S.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
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