Liturgia
Vamos avanzando a marchas forzadas hacia los momentos
álgidos de la pasión de Jesús. Y dentro de esa realidad, las primeras lecturas
que estamos encontrando son de una dulzura llamativa, como queriendo
expresarnos la liturgia que el paso que va a dar Jesús no es un paso forzado
por la violencia de los otros, sino un acercarse voluntariamente a realizar los
designios misteriosos de Dios.
El texto de Isaías (49,1-6) es el de un elegido desde el
vientre de su madre, al que el Señor
llamó en las entrañas maternas por su nombre propio (individual), y lo protegió escondido en la palma de su
mano. Y mientras la realidad de la vida adversa y llena de persecuciones y
ataques, parecía ser una vida inútil, que llevaría a pensar que de nada ha
valido todo lo anterior, la verdad es que
mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios.
Y la palabra que pronuncia el Señor es de mucho consuelo: es poco que seas mi siervo y restablezcas
las tribus de Israel; te hago luz de las
naciones para que seas mi salvación hasta el confín de la tierra.
Volvemos a la visión del misterio completo, donde el
aparente fracaso acaba mostrándose triunfal. Es el presagio del misterio que
vamos a vivir con Jesucristo. Un alma sensible va a sufrir mucho si sigue de
veras los misterios de la Pasión y muerte. Pero la fe está anunciando el
desemboque en la “otra orilla”, allí donde Cristo es luz de las naciones y salvación universal.
Estamos en plena Cena en el evangelio que tenemos hoy de
San Juan (13,21-33. 36-38). Jesús ya tiene conocimiento del volcán que se le ha
abierto a sus pies, y –profundamente conmovido-
lo comunica a sus apóstoles: Os
aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Aquello era una bomba que
levantaba a los discípulos de sus divanes. Pedro toma la iniciativa y
aprovechando que uno de ellos estaba muy cercano a Jesús, le hace señas para
que pregunte quién es. Y ese discípulo (que la tradición ha dado en señalar
como el evangelista Juan), se echa sobre el pecho del Maestro y le pregunta: Señor, quién es. Jesús le dice que aquel
a quien le de pan untado y se limita a mojar un trozo de pan ácimo en la salsa
y acercarlo a la boca de Judas. Y como si aquello hubiera sido un trueno
espantoso, Judas se revuelve nerviosamente en su diván, y Jesús, con delicadeza
le ofrece la salida con una frase secreta: Lo
que has de hacer, hazlo pronto. Nadie se apercibió del meollo de aquel
encargo. Y Judas salió. ERA DE NOCHE. El evangelista juega
con la frase, porque –por una parte-ya estaba atardeciendo, y por la otra
expresaba la negrura que había en aquel corazón, que sale hecho un tizón e la
sala de la Cena.
Doble nuevo sentido en la reacción de Jesús. De una parte,
como la liberación interior de aquello que ha vivido los últimos días y las
últimas horas, con Judas resoplando hiel a las mismas espaldas de Jesús. De
otra, la mirada ya derecha hacia su final en el que llega su muerte y su
glorificación. Y así lo expresa en oración dirigida al Padre.
Quedaba un anuncio de no menos dureza: el de la negación y
huida de Simón Pedro que, encerraba toda la metralla que tocaba directamente a
los otros diez. Pedro no puede creerlo y porfía: Señor, daré mi vida por ti. Y Jesús le pone ante los ojos lo que
Pedro no quiere admitir, ni se le puede pasar por la mente: Te
aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.
Seguro que Pedro se deshizo en aspavientos: eso no se daría nunca. Pero bien le
iría a Pedro tomarse en consideración aquel presagio porque sería la manera de
vivir las horas siguientes en una prudencia muy fuerte. Pero bien sabemos que
no fue nada de eso… Que Pedro se fue metiendo en las circunstancias adversas y
que en vez de cuidarse se fue sumiendo en el peligro.
Es una advertencia que nos debe poner delante nuestra
propia vida y nuestros pasos, porque más de una “negación” se evitaría si
supiéramos evitar los momentos y las circunstancias. Hay que saber que las
mismas causas causan los mismos efectos, y que cuando alguna situación nos ha
metido en un callejón sin salida, tantas cuantas veces nos metamos en esa
situación vamos a encontrar el mismo callejón sin salida. La solución es
huirlo, alejarlo, tomar otros derroteros y ponernos sobre terreno firme que
asegure poder caminar en la fidelidad de la conciencia. Por supuesto, NUNCA una
conciencia en la que en esa conciencia se haya hecho DE NOCE.
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